Por alguna razón fácil de intuir, los medios masivos de comunicación en Colombia han pasado de agache la muy grave denuncia hecha por el presidente de Bolivia, Evo Morales, en su visita a Roma, al afirmar que en su país se ha infiltrado el paramilitarismo colombiano de la mano de la embajada de Estados Unidos en La Paz, para derrocarlo.
Uno puede imaginarse el revuelo que dicha noticia hubiera causado en Colombia si, por ejemplo, la denuncia del presidente Evo no hubiera sido contra el paramilitarismo colombiano sino contra la guerrilla. Si Evo hubiera dicho que de la mano de la embajada cubana guerrilleros colombianos urden su derrocamiento, la prensa colombiana nos tendría abrumados con el escándalo, y el presidente Uribe, por supuesto, desgañitando atronado su discurso terrorista.
Si nada más con presentir lo obvio, que guerrilleros de las Farc se refugian en zonas fronterizas de Venezuela, la prensa y el gobierno colombiano dan por hecho que Chávez simpatiza con ellos ¿cómo sería que efectivamente pudieran mostrar pruebas como las que ofrece el gobierno de Bolivia al revelar que tiene fotos del embajador estadounidense en su país con paramilitares colombianos?
Por eso no me parece mera coincidencia la noticia que encuentro en http://www.tlaxcala.es/ en el sentido de que paramilitares colombianos, igualmente apoyados por Estados Unidos, colaboran en un proyecto de derrocamiento del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, cuyo motivo de subversión sería la reforma constitucional que está a punto de adoptarse en el vecino país.
Así que, la conclusión de estas dos noticias, develadas ambas en los últimos 15 días, nos muestra que el paramilitarismo no sólo no se ha liquidado en Colombia sino que goza de cabal salud y es objeto de exportación.
Y nos revela, además, que el paramilitarismo colombiano ha venido a reemplazar a la CIA como el nuevo brazo armado de la diplomacia estadounidense para socavar los gobiernos socialistas que se han venido consolidando por la vía democrática en Latinoamérica, gracias a su nueva concepción gubernamental, y también, al estruendoso fracaso económico y social del neoliberalismo.
El Halcón sigue libre y extiende su vuelo hacia otros lares.