En opinión de Fidel Castro, el reciente impasse entre el mandatario venezolano y el rey de España en la XVII de Iberoamericana de Jefes de Estado revivió "los días gloriosos de Bolívar" al polarizar los sentimientos, dada la connotación histórica de antiguos rivales, entre nacionales y extranacionales, independentistas y monárquicos, americano y español, patriotas y realistas, respectivamente, y también, dado el inusitado apoyo que recibió el rey en Venezuela, entre venezolanos y traidores.
En la misma Cumbre, antes de trasladarnos a Venezuela, se vivió la
sorpresa de descubrir que las fuerzas realistas en Suramérica todavía
sobreviven al estacazo final que para ellos significó la Batalla de
Ayacucho, donde el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre,
terminó de expulsar los últimos fragmentos de la presencia española
en el continente. Sin ninguna dignidad, del mismo como un mercenario
por la paga la emprende contra la suyos, algunos representantes de países
se adhirieron como vasallos a la posición del monarca, si no fue que
declararon indirectamente en contra del presidente Chávez o guardaron
un indicativo silencio. Incluso, sin llegar a la referencia del famoso
desencuentro verbal, ya el discurso del presidente salvadoreño calificaba
de "repugnante" para el criterio del mandatario cubano. Pero
por respeto a Chile, sede del encuentro, no vale la pena ahondar en
detalles, dejando nomás en el aire el reclamo de Daniel Ortega a Michelle
Bachelet sobre la frecuencia y las diferencias de tiempo de las intervenciones,
a favor de España, lo mismo que ocurre cuando George W. Bush, el emperador
del mundo, habla en cualquier evento, hecho que el mismo presidente
Chávez critico en una reunión de la ONU pasada y que a los patriotas
opositores venezolanos les pareció un exceso contra la dignidad imperial.
Dejando clara nuestra natural posición de adhesión al presidente Chávez,
quien reclamaba por Venezuela la campaña insidiosa que despliega el
ex presidente Aznar en la actualidad contra nuestro país (misma posición
de Bolivia, Nicaragua, Cuba y, tácitamente, Ecuador); pasamos a considerar
la posición del presidente español, Rodríguez Zapatero, quien en
el ruedo político adversa a José María Aznar, motivo de la controversia,
y que el mismo hecho no lo llevó a tomar partida en contra de su persona,
a título de haber sido elegido por el pueblo español como presidente,
hecho que hasta allí no se le discute y que tampoco vamos a discutir,
independientemente que la causa que defiende parezca flaquear de pura
debilidad ética. Para nuestros efectos, para nuestra reflexión que
es la oposición política venezolana, reflexión desencantada de por
sí, sirve tomar la actitud de solidaridad de Rodríguez Zapatero para
con un paisano en el trance de una discusión sobre lo nacional, como
un magnífico ejemplo de valor patrio, de unidad nacional, en contraste
con la jauría opositora que se revuelve en Venezuela, incapaz de un
acto que no suene a traición desde el mismo momento en que sueña con
derrocar al Presidente de la República para luego subastar el país
al mejor postor, como si fueran mercenarios.
Traidores, para mayor precisión, es el calificativo que mejor les cuadra,
cuando usted los descubre celebrando en el aquelarre de sus medios lo
que ellos llaman la humillación de su presidente -así como suena,
quiéranlo o no- de parte de un antiguo y simbólico oponente, como
lo es la Corona Española. Lejos están, dada su visceralidad y comportamiento
manifiesto, de alcanzar la comprensión de unidad de país, de necesaria
concreción ante situaciones que sojuzguen el sentimiento de lo idéntico
y propio. Andan, por el contrario, como niños irresponsables, sumando
las interpretaciones propias del impasse al caudal desbocado de su declarado
golpismo, creando provocativamente una situación de extremismo entre
España y Venezuela, donde ellos ¡insólito! toman partido por España
(así como lo hacen con EEUU), como aquellos curas y patricios de América
que en la hora de la guerra independentista tomaron partido por los
realistas y condenaron a los patriotas. Es una vaina loca, sin pie ni
cabeza, donde hasta el ejemplo del opuesto para la causa de Venezuela,
en este caso Rodríguez Zapatero y su solidaridad con uno de los suyos
aun adverso, les queda grande, grande en amor a su país natal.
Por supuesto, todo mundo consigna su opinión en honor a su libre derecho
de expresión, hecho verdaderamente maravilloso en una sociedad que
debate. Pero cuando tú descubres la desviación, la conducción de
la reflexión, el apriorismo, el opinador pagado para..., te quedas
con un sabor de amargo a insípido en el paladar, donde el ingrediente
dignidad no aparece por ningún lado. Nadie pide sacrificar entendimiento
ni razón a la hora de opinar, pero el sentimiento de origen y pertenencia
obliga a la construcción, a menos que no sea humano.
Bolívar, cuando en su época adelantaba una lucha por las libertades de los pueblos y sus ciudadanos latinoamericanos, no tenía ninguna reserva en circunscribirse a los suyos en momentos en que su pelea colindaba con las aspiraciones -también legítimas- de otras naciones, como por ejemplo EEUU, cuando se excedía y se venía hasta nuestros predios, ante quien no tuvo tapujo el Libertador en ripostarle que igual le daba a Venezuela luchar contra España que contra el mundo entero. Pero nuestros opinadores..., nuestra oposición..., nuestros realistas... ¡Carajo, se puede el humano prostituir, pero si alguna dignidad puede ejercer en algún momento es la de obviar el escarnio que represente para su persona un eventual cliente, con todo y lo que tenga de buen postor! Muchas veces al insolente cobre se le ha dicho "Prefiero hacerlo con un perro", sabiéndose que con la acción, por contraste, se dignifica al animal.
Malinches de profesión.
Como herramienta de apoyo a mis escritos, cree en la Internet un directorio de sites políticos sobre Venezuela, en el que rápidamente me doy una idea de
lo que escribe y en qué anda cada uno. A propósito de lo referido
aquí, realicé un rápido chequeo y, claro está, certifiqué las razones
aquí argumentadas. Como loros de Globovisión, repiten y celebran la
matriz de que su presidente fue regañado, como si ellos fueran españoles
y no venezolanos, si de pasiones nacionalistas hablamos, cuando la realidad
es que el presidente Chávez alzó la voz en la Cumbre no sólo para
dignificarlos a ellos, sino a nuestra América completa. Vergüenza
debería de darles cuando en la España misma surgen tantos defensas
de la posición del presidente venezolano sin necesariamente descalificar
al presidente propio.
Paso y gano con estos traidores, ayer gringos y hoy españoles, de cambiante
amo. El hecho de la fluctuación señorial es indicio de la carencia
de definición patria, cuadrándoles también, a despecho de su condición
ahora realista, el calificativo de mercenarios.
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