Probablemente estas palabras sean tildadas de destempladas, expresión de un alma resentida o xenófobas, para irnos a los extremos. Pero el tema xenófobo, promovido por la Unión Europea, no nos deja otra alternativa que hablar desde un plano sospechosamente xenófobo, por decir menos. Y es el asunto de la directiva de retorno, a aplicarse en lo sucesivo a los millones de latinos que por allá viven. Ver lo humillante cómo tratan a los nuestros, cuando nosotros hemos tratado tan bien a los suyos, da coraje y lleva a la imaginación a idear "venganzas" fantasiosas, cuando no a implementar medidas oficiales de contrapeso, como el control de los viajeros de origen europeo en nuestros países y puertos o la negación de nuestro petróleo.
Para consuelo propio, fantasioso, como dije, este autor en varios escritos pasados, mucho antes del asunto de la directiva de retorno, escribió sobre el tema de la transculturación y la condición cipaya de muchos nacionales, concluyendo en varios de sus escritos que una de las razones de semejante comportamiento era la condición amatoria de lo extranjero, cuando no la misma condición casi extranjera, entre consideraciones de carácter psico-cultural. Sin grandes preámbulos, pasó a recomendar leyes que impidieran el ejercicio político o de Estado a aquellos señores descendientes de extranjeros en una o dos generaciones. Razonaba que era difícil que amasen a su país de nacimiento, cuando a cada rato hablaban del deslumbramiento de su país de origen inmigrante y deploraban del pobre patio en donde habían nacido, como en una maldición, por decirlo de algún modo. Que no se podía amar a la patria chica cuando a cada rato se hablaba de la grande, viajándose para allá a cargar la batería de las nacionalidades y mirando por encima del hombro a los nativos.¹
Me di ese gusto, así, en mi fuero infantil, gusto que nuevamente pongo en el tapete para compartirlo con ustedes, hasta donde lo puedan tolerar. ¿Qué es harto desagradable e irresponsable hablar del tal modo? Seguramente, pero mucho me preocupo por no incurrir en actos de ceguera intelectual, cuando a título de la conciencia que esperan de mí, tienen la esperanza de que no diga las cosas como son. La Unión Europea tiró la primera piedra xenófoba, y ello no lo tapa nadie con ningún manto de los escrúpulos o del decoro. Ridículo sería que viniera a tratar un tema claro de discriminación con una vista nublada de escrupulosidad. Es necio, más cuanto aquellos delicados que reclaman y acusan rápidamente de xenofobia a otros, a su vez podría estar incurriendo en un "mental" acto de traición a la patria, por seguir con el cuento de defender lo europeo, a título de amplitud mental, y no lo suyo. Invoco la majadería europea para validar la propia.
¿Qué mis amigos de origen extranjero? Los tengo, y muchos. Pero como dije también en otro escrito por ahí, lo siento por ellos y habrán de comprender que la patria es primero. Porque la "madre patria" de ellos fue quien tiró la primera piedra, y yo, muy tranquilo en mi país lleno de extranjeros, no albergo culpa alguna; todo lo contrario. ¿Cuándo carrizos los hemos a ellos tratados de tal manera? Como sea que hayan llegado a nuestros países, se les trató magníficamente, abriéndoseles las puertas. Ahora nos corren de por allá, por sudacas, por negros o indios, cuando por aquí anda convertidos en tremendos terratienientes. Ellos pueden venir a morir a aquí de viejo, si les diera la gana, pero nosotros no podemos ahora ni pasar unas vacaciones por allá a riesgo de que nos metan en una mazmorra. ¿Está buena esa?
Ello sin contar que tengo un abuelo de la "madre patria", un alemán o italiano cruzado por allá, en el río de la sangre. Pero afortunadamente −para el punto este de no deberse a nadie a la hora de reclamar−, lejos en el tiempo, difuminado ya en la fuerza de la sangre india que corre por mis venas, la mayor protagonista. ¿Qué incurro en un acto de etnocentrismo a la inversa? Por favor, ¡estos ilustrados espíritus europeos!
Como dijera el profesor Vladimir Acosta en un artículo publicado en Aporrea: vamos para allá a hacer de obreros y vienen ellos para acá a hacer de terratenientes.² ¿Bonito, no? Más coraje todavía para el tema. Después lloran cuando desde acá se les quiere responder con no enviarles petróleo, que es de color indio o negro, si vamos al cuento de los colores. Después lamentan que utilicemos una materia prima como herramienta de presión política, apoyados por los mismos espíritus ilustrados inmigrantes asentados en nuestros países. (¿Dígame los medios de comunicación, en manos de tanto “gringo”?) Después se quejan que se quiera invocar como ley en su contra eso de que en la guerra vale todo. ¡Ah, sí, pero para ellos joder sí que es bonita cualquier herramienta! Con decir que mi pobre xenobia la colocan como un concepto inferior a la propia.
Sin duda, amo a mis antepasado
europeos, que los tengo, como amo la raíz que me proviene de la tierra
que piso. Pero por mi mente no pasa a cada rato que yo provenga de una
cultura superior o inferior, viajando hacia los lugares de culto genético
a cada rato. Negro, indio y blanco soy, como raza cósmica, debiéndome
a la tierra donde he nacido y crecido. Al prurito napoleónico o monárquico trasatlántico
Notas:
¹ Véase la "Oposición
portátil". 7 abr 2008. Págs.: 9 pantallas. - http://zoopolitico.blogspot.
² "Latinoamericanos va a
Europa como obreros y europeos en nuestro continente se convierten en
terratenientes" en Aporrea.org [en línea]. 7 jul 2008.
Págs.: 1 pantalla. - http://www.aporrea.org/
Más del autor en http://zoopolitico.