Será inevitable que la crisis financiera y económico no impacte nuestra economía, aunque en menor medida que en otros países que han suscritos convenios bilaterales con Estados Unidos. Si hacemos un balance de las políticas de negociación y alianza posterior al esfuerzo en Québec y el fracaso en Buenos Aíres de la imposición del ALCA, podemos darnos cuenta como las economías más débiles de Centro América y Sur América establecieron “alquitas” que subsumieron esas economías al gran mercado del capital financiero imperial, deslumbrados por la continua y abundante afluencia de recursos que embrujó a gobiernos sumisos, entreguistas o desesperados, sin evaluar lo inorgánico de la producción y utilización de dinero que no es consecuencia del trabajo sino de la especulación.
Países como México, Colombia, Perú y toda Centro América se verán impactados en lo inmediato, por un lado, por la desinversión y el aumento del costo de los productos que en principio inundaron sus mercados por ser mucho más competitivos, generando el desplazamiento de la producción local. Por otro lado, estas economías se verán afectadas por el aumento de la producción de mercancías que Estados Unidos ha requerido para su mercado y que ahora se duda de su capacidad para poder mantener. Además de esto, la inmediata paralización de toda inversión asociada a las empresas cuyo capital se encontraba en medio de la crisis financiera, además de los recursos estadales y privados depositados en los bancos en crisis, por no dejar de mencionar la disminución de plazas de trabajo para el inmigrante latino que traerá como consecuencia la vuelta o repatriación de esta mano de obra explotada e ilegal, y la disminución de las remesas que generará en corto plazo el descalabro de las economías más débiles por la dependencia diversificada bajo el engaño de la integración económico.
Los primeros que pagarán este descalabro económico serán los más pendejos, esto quiere decir, en un primer sismo económico, aquellos con los que Estados Unidos no tiene ningún tipo de compromiso o deber de asistir o apoyar, en pocas palabras, aquellos que no siendo sus ciudadanos, son los más vulnerables. Posterior a esto vendrá el segundo sismo, que impactará directamente en el cobro de impuestos a las empresas o industrias con inversión extranjera en países de fragilidad legislativa, está será la forma de incrementar los ingresos para cubrir el déficit fiscal, garantizando que el votante estadounidense se sienta lo menos afectado. Estas empresas con inversión extrajera tendrán que incrementar costos y disminuir salarios y la cantidad de mano de obra, lo que implica una mayor tasa de explotación para garantizar el mismo o un mayor volumen de ganancias que permita absorber los costos de la crisis.
En un tercer sismo, será la profundización del conflicto un buen negocio, y la reactivación de la economía se sustentará en la industria belicista que tendrá salida a través de nuevas guerras en el mundo, que permitirá a los Estados Unidos incrementar la producción sustentada en trabajo, invadir para tomar materia prima de las naciones víctimas y por último, disminuir población.
Si no encontramos solución a estos tres sismos económicos, será devastador el futuro que nos depara, y Venezuela teniendo aún importantes empresas e industrias estadounidenses en nuestro territorio, y por ser un país petrolero, susceptible de ser objetivo militar para garantizar el suministro de petróleo, se encuentra inevitablemente en el ojo del huracán internacional, ya que no sólo depende de la fortaleza de nuestra economía sino de lo hábiles que seamos para concretar cada día más la integración latinoamericana, única garantía de fuerza para resistir los embates imperialista. El capitalismo no está muerto, ojo, es posible que esté de parranda.
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