La humanidad entera ante un grave peligro

El sionismo, una amenaza para la humanidad

La humanidad asiste impotente a un holocausto que de alguna manera iguala y hasta supera los campos de concentración nazis. De hecho, que se tenga conocimiento, en ningún caso los nazis bombardearon esos gettos del modo como hoy lo hace el Estado Sionista de Israel. En Gaza, una población inerme, bloqueada y cercada total y cruelmente, al menos en los últimos 18 meses, está siendo masacrada con la evidente intención de hacerla literalmente desaparecer.

Sin escape posible, con el mar por un lado y en él una poderosa marina de guerra, por otro, un horrible muro vigilado por el ejército sionista y con el único acceso a medicinas y alimentos por una estrecha frontera vigilada por el alcahuete del sionismo, Egipto. Todo mientras

esa lamentablemente entelequia que llaman Naciones Unidas junto a la no menos villana y cómplice Comunidad Internacional, incluida en ella la mayoría de los Estados Árabes, hace recordar el triste papel de Daladier y Chamberlain apañando los crímenes nazis en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Frente a este imparable crimen la humanidad luce dolorosamente impotente. Esta impotencia manifiesta, esta complicidad generalizada, tiene elementos que deben ser analizados para poder comprenderla y enfrentarla.

El Estado Sionista de Israel, con todas las características terrofágicas y hegemónicas de cualquier imperio no es sin embargo cualquier imperio. Israel no puede retirarse a los territorios metropolitanos como lo hizo en su momento el imperio español o inglés. El Estado de Israel conoce mejor que nadie su origen espurio. El Estado de Israel sabe que no posee territorios para la retirada y eso lo hace atípico y fatalmente más decidido, cruel y peligroso. No tiene Israel otra forma de garantizar su permanencia como Estado que la de seguir avanzando, invadiendo, desplazando y extirpando pueblos.

Con esto sería suficiente como para saber que no se está ante una circunstancia más o menos conocida. El Estado de Israel se origina en la pretensión de los seguidores de una religión de poseer un Estado propio. El sionismo –sólo para que se tenga una idea- es una aberración tal que sólo puede compararse al hecho de que unos católicos, protestantes o musulmanes en cualquier parte del mundo exigieran la constitución de un Estado al interior de cualquier otro Estado establecido desplazando su población.

Sin embargo no es esta la condición definitivamente más peligrosa para la humanidad, lo realmente comprometido y oscuro es el hecho de que los judíos sionistas –que no todos lo son- son ciudadanos de casi todas las naciones del mundo y en ellas su lealtad está con los intereses del Estado de Israel antes que con los de sus patrias de nacimiento. Un judío sionista venezolano, chileno, alemán o estadounidense es ante todo leal al Estado Sionista de Israel, lealtad que es puesta a prueba –como todos hemos podido ver- cuando los intereses de la patria chocan con los de la “patria sionista”. Ante la decisión valiente y humanista del gobierno venezolano expulsando al representante diplomático sionista un buen número de los judíos venezolanos se pusieron rápidamente al lado de los intereses del Estado de Israel. Si por alguna circunstancia Venezuela entrara en conflicto con el Estado de Israel sufriríamos la naturaleza de esta lealtad sin la menor duda.

Esta situación es grave por sí sola, pero más grave aún cuando estos judíos sionistas controlan la inmensa mayoría de las grandes corporaciones financieras. Hoy se sabe, según denunció el argentino Eduardo Linares en excelente artículo que “Tan sólo Lehman Brothers y Berni Madoff, expatriaron 400 mil y 100 mil millones de dólares a bancos del Estado de Israel antes de declararse en bancarrota los primeros y ser apresado por fraude el segundo”. No debe extrañar entonces que sea el Estado de Israel el único estado de occidente que no ha acusado los efectos de la crisis financiera global.

Los judíos sionistas son los dueños –total o parcialmente- de la mayoría de las instituciones financieras del planeta. Esto hace que no se pueda continuar con la idea de que el Estado de Israel es simplemente un peón del imperio estadounidense y sí –por el contrario- quien dadas estas características supranacionales de sus fichas impone la política de hegemonía, destrucción de pueblos pobres, apropiación de los recursos y, en definitiva: el conductor de este capitalismo inhumano, genocida y ecocida que domina el planeta.

Todo hace esperar que las agresiones a los pueblos del Oriente Medio –por sus territorios y sus recursos petroleros- así como las injusticias y atropellos contra los pueblos del mundo sean cada vez más crueles dado que no existe contrapeso internacional capaz de detenerlos. La política de expansión y hegemonía del Estado de Israel no encuentra hoy forma de ser detenida dada la ausencia de conciencia y liderazgo fuerte entre los Estados que podrían hacerlo. La voluntad de dominio del sionismo israelita está apoyada en el poder infinito de su dinero más unas 200 bombas atómicas capaces de disuadir a cualquiera. La suerte está echada.


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Martín Guédez


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