Todo Estado, por su propia naturaleza, requiere de un aparato preventivo, disuasivo y represivo interno, con el fin de garantizar la seguridad de bienes y personas, combatir el crimen y controlar el orden público interno, cuya dimensión esta en relación con su capacidad financiera y la dimensión del reto que le plantean los factores sociales y políticos internos.
De la misma manera, la creación y operación de una fuerza militar es la tradicional respuesta que todo Estado la da a las amenazas potenciales o reales que provienen del espacio exterior, pero que pueden igualmente originarse en el mismo territorio nacional o, estar articulado con aquellos, lo cual supone, igual que en el caso de la fuerza policial, un esfuerzo financiero dirigido a prevenir y estar en capacidad de dar una respuesta efectiva a toda acción dirigida afectar la Soberanía, la independencia, la integridad territorial y la vida de la Nación.
En el caso de Venezuela esta visión teórica se encuentra totalmente adulterada por la existencia, en nuestra frontera occidental, de un conflicto social y armado que, no sería exagerado afirmar, es la continuación histórica de la guerra de independencia contra el bárbaro imperio español que, al no resolver el problema de los conflictos entre el mantuanaje criollo y las otras clases y sectores sociales oprimidos, continuó en el período republicano, encubierto en las luchas intestinas de los grupos oligárquicos de liberales y conservadores, pero sin hacer desaparecer la rebeldía irredenta del cimarronaje del Pacífico y el Caribe, la indiada serrana y el peonaje neoesclavizado en las minas y haciendas de café, caña y ganado.
Ese conflicto ha impactado negativamente el escenario natural de las instituciones policiales y la Fuerza Armada, al derivarse hacia nuestro territorio, distintos factores del conflicto colombiano como son: los cientos de miles de refugiados sin control de identidad y antecedentes, la infiltración y operaciones de grupos armados gubernamentales y no gubernamentales, el uso de nuestro territorio como vía de tránsito de narcóticos, la operación de bandas criminales de paramilitares “desmovilizados”, la legitimación de capitales, la corrupción de autoridades, el secuestro extorsivo y de venganza y, el uso de nuestro espacio como aliviadero de los capos perseguidos por la Justicia colombiana y de otros países.
Tales situaciones no solo constituyen serias amenazas a la seguridad del Estado y de la paz y seguridad pública, sino que han tenido un efecto catalizador del proceso de descomposición de una parte de nuestra población que ha sido involucrada por estos diversas expresiones de la criminalidad, aumentando con ello los índices de criminalidad en la frontera y en las principales ciudadades, lo que ha obligado durante el gobierno bolivariano del comandante Chávez, a invertir BILLONES DE BOLIVARES en diversos tipos de sistemas de armas modernos, aumento del pie de fuerza militar, del CICPC, la DISIP y las policías regionales y municipales, desviando una parte importante de nuestra capacidad financiera, que debería ser concentrada en el pago de la Deuda Social de nuestro pueblo y para los planes de desarrollo, a enfrentar una realidad generada por la rancia, criminal y perversa oligarquía colombiana, decidida a incendiar su hermoso país y extender su guerra en todo un continente, con tal de mantener sus obscenos privilegios por encima del hambre de millones de colombianos.
Con la “americanización” del conflicto social y armado interno y la articulación del gobierno uribista en la contraofensiva política y militar del imperialismo en contra de los gobiernos progresistas y revolucionarios de América Latina y el Caribe; la República de Colombia se consolidará como el principal destino de los limitados recursos financieros de que dispone nuestro gobierno, que no tiene otra opción, sino responder a este reto estratégico de la narco-oligarquía colombiana de apoyar los planes del imperio norteamericano dirigidos a neutralizar y derrotar, si le es posible, el faro de luz revolucionaria que desde esta parte de la Colombia de Bolívar, hoy como ayer, alumbra el sueño de Libertad, Justicia, Paz y Democracia del pueblo colombiano y de toda Nuestra América. “Entre vencer o morir, necesario es vencer”.
yoelpmarcano@yahoo.com