Cuando la soberanía era asunto de los reyes absolutos, las personas no existían como tales, sino como súbditos. Cuando las monarquías fueron derrocadas, se estableció que la soberanía reside en el pueblo. Sin embargo, largos siglos de opresión han transcurrido y aún estamos lejos de sociedades realmente democráticas. Hoy por hoy, los experimentos democráticos más avanzados se están dando en América Latina.
La democracia nació con varias heridas. La más profunda, su asociación con el derecho de propiedad, que ahogó la libertad, la igualdad y la fraternidad. El capital lo fue subordinando todo y las leyes del mercado se fueron convirtiendo en la base de la estructuración de la sociedad, de los valores, de las relaciones entre los seres humanos y de estos con la naturaleza.
El mercado como articulador de intereses privados entre sujetos económica y políticamente desiguales devino en el fundamento de la organización social. Las cadenas del dinero resultaron ser más crueles y opresivas que las de hierro. El ciudadano se convirtió en súbdito del capital y las prácticas imperiales se fueron haciendo cada vez más complejas hasta el día de hoy, cuando vivimos el tiempo en que el imperio trata de avasallar todas las relaciones sociales hasta los últimos intersticios de la creación humana.
La cooperación solidaria, la soberanía fundada en redes solidarias planetarias, la nación como unidad de la diversidad humana y natural, la democracia como proceso de constitución del pueblo en comunidad capaz de autogobernarse van marcando el camino hacia una nueva civilización.
Sin embargo, el imperio redespliega sus fuerzas para someter al Sur y muy especialmente a Suramérica. Las bases militares en Colombia forman parte de ese plan, que es parte de un plan general que viene creando fuerzas de despliegue rápido por todo el planeta. Es la nueva gendarmería electrónica, informatizada, privatizada y transnacional.
O seres humanos soberanos, solidarios y unificados con la madre tierra o súbditos del inframundo imperial que representa la muerte de la esperanza.
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