Como era posible que sucediera, la reunión de los ministros de Defensa de UNASUR, celebrada este martes 15 de septiembre en la ciudad de Quito, República de Ecuador, para examinar el acuerdo que permite a los Estados Unidos disponer de siete (7) bases militares en le territorio de la República de Colombia, culminó sin resultados que permitieran conocer los términos de ese acuerdo y, en consecuencia, los posibles efectos que el mismo pudiera tener sobre la seguridad territorial de los países de la región.
Tal reunión, sin alcanzar los resultados aspirados por quienes afirman y prueban que la utilización de tales bases militares forman parte de un plan global del gobierno de los Estados Unidos para reordenar, con fines intimidatorios y belicista, sus fuerzas armadas en el continente; constituye, de suyo, un paso positivo en la construcción de una organización supranacional de significado estratégico y carácter histórico, que resulta esencial para la integración y unidad política de una región llamada a convertirse en un Polo de Poder en el nuevo mapa geopolítico del mundo que emerge con la peligrosa resistencia del hegemonismo imperialista de los Estados Unidos.
La reunión de Quito, como continuación de la de Bariloche, República Argentina, de Jefes de Estado y de Gobierno, han comenzado a echar las bases de una institución fundamental para el desarrollo pacifico y provechoso de las relaciones entre los países de América del Sur, al abrirse a la posibilidad de un clima y proceso de transparencia y confianza sobre los institutos militares, con vistas a prevenir, e incluso, impedir, acciones militares, conflictos fronterizos o transfronterizos y, de guerras generalizadas, entre sus integrantes; requisito esencial para garantizar que el largo y difícil proceso político de la unión de nuestros pueblos y Repúblicas, no se vea abortado, por eventos militares indeseados., que son, precisamente, del interés de los Estados Unidos y algunos de sus aliados de la región.
Ello, es necesario porque, al disolverse el Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca, TIAR, por medio del cual los Estados Unidos controlaban los sistemas de armas, la formación de los oficiales, el número de tropas y, el entrenamiento de las fuerzas armadas del continente y, además, irrumpir una importante corriente de gobiernos progresistas, revolucionarios y soberanistas al margen de la voluntad de Washington, se ha comenzado a quebrar el eje imperialista de control, el cual debe ser reemplazado por la voluntad política de los liderazgos de la región, en el marco de una diversidad ideológico y política, problemas económicos y sociales, que dificulta este reordenamiento de fuerzas internas y externas.
Con esta visión, debe considerarse este supuesto “fracaso”, como un elemento positivo en el proceso de la construcción de una arquitectura de comunicación, transparencia y confianza en el complejo mundo militar y de seguridad de la región, la cual debe iniciar, “sin pausa pero sin prisa”, el proceso de superación de la doctrina de la Seguridad Nacional impuesta por los Estados Unidos, los reflejos condicionados anticomunistas de las oligarquías locales, las controversias fronterizas y las antiguas pretensiones hegemonistas de algunas potencias medias de la región.
No será fácil el camino de construir UNASUR. La experiencia europea indica que estos procesos son difíciles y complejos y que requieren de la voluntad, habilidad y persistencia de generaciones de líderes nacionales y de la afirmación de una voluntad política integracionista y pacifista de sus pueblos. Quiéranlo o no, en Bogota y Washington, la Ruta UNASUR ha sido abierta y seguirá avanzando con la decisión de nuestros pueblos de construir en el suelo suramericano, una Nación de Repúblicas, como lo soñó el Libertador Simón Bolívar. “La Patria es América”
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