Hoy más que antes el mundo se encuentra al borde de una nueva locura imperialista. Los halcones de la guerra US-Israelíes preparan nuevamente sus baterías de muerte contra un nuevo objetivo en el Medio Oriente. No les bastó con destruir a Irak, robar todas sus riquezas energéticas y segregar a su pueblo. No, los capitales y su ideología de la muerte se combinan, incluso, por encima de la razón y sus necesidades, para acabar con todo estorbo en su camino, aun sabiéndose que una nueva aventura bélica contra Irán podría empeorar más la crisis mundial del capitalismo, nada parece detenerla. Ni los desesperados consejos en pro de evitar el ataque del antiguo Consejero Nacional de Seguridad, el estadounidense Zbigniew Brzezinski, parecen surtir efectos.
Irán que ha firmado el tratado de No Proliferación de Armas Nucleares; que ha asegurado en todos los espacios internacionales “no estar interesado en producirlas”; que cumple con todas las obligaciones y acepta las inspecciones de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), y esta última ha reconocido los objetivos civiles del programa nuclear iraní, sin embargo, se encuentra amenazada de un ataque “preventivo” por parte de las fuerzas israelíes –con apoyo logístico de UEA- y de mayores sanciones económicas por parte de la UE y los EUA. En cambio Israel, entidad genocida que fue acusada recientemente por el ex presidente Jimmy Carter de poseer armas nucleares, y por Mordechai Vanunu (el ingeniero del centro de Dimona, quien en 1986 reveló al diario Sunday Times “la existencia del programa nuclear militar israelí”, posteriormente, secuestrado en Italia por los servicios secretos israelíes después de haberse puesto en contacto con los periodistas británicos y antes de la publicación del artículo que contenía las revelaciones), goza de la protección del imperialismo y se burla de la ceguera de la Comunidad Internacional, y hasta de la misma OIEA que no pueden inspeccionar las instalaciones del desierto de Dimona.
Es preciso recordar que Israel es el único país de la región que no ha firmado el tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, y se reusa a las medidas de inspección por parte de la OIEA, pero se abroga el derecho de exigir el desarme de toda la región para desarrollar, sin resistencia, sus planes expansionistas y guerrerista que no tienen reparo ni pena en reconocer: al que llaman La Gran Israel, del ríos Eufrates al Nilo.
Las cartas están echadas. Los lobbys sionistas han hecho su trabajo al preparar psiquis de los pueblos norteamericanos, europeos, así como de sus propios colonos de Palestina. Podría faltar algún otro 11.S para reforzar más sus planes, “pero ello comprometería más a Israel en los hechos antes los ojos del mundo”, asegura Jeff Gates. Por las últimas declaraciones de la sanguinaria dirigencia israelí podría esperarse un “ataque preventivo”, en cualquier momento, contra las instalaciones nucleares iraníes. Por supuesto, el digno gobierno de Irán no se quedará de brazos cruzados. Su valiente presidente Ahmadineyad y todo su equipo de gobierno han asegurado una respuesta inmediata y contundente contra Israel y sus colaboradores en la región. El estrecho de Ormuz sería un blanco perfecto. Los precios del petróleo se dispararán nuevamente y el sistema financiero herido de muerte terminará por sucumbir. La barbarie es la reina.
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