Cuando el primer avión estalló contra una de las torres gemelas en Manhattan, estaba en mi carro escuchando la radio. Me pareció un chiste. Los locutores casi se reían del shock en que estaban y no podían creerlo. Empecé a cambiar el dial por todas las emisoras a ver si decían lo mismo y de repente, escuché un locutor diciendo que venía otro avión hacia la segunda torre y que era indetenible. Volteé a ver por la ventana y vi la escena más horrorosa que haya visto hasta ese momento en mi vida: una gruesa columna de humo se expandía por el cielo mientras las torres ardían. En modo de puro pánico, me dispuse a regresar de inmediato a la casa, primero pasando a buscar mi hijastro que había dejado en la escuela. No sabía que iba a pasar, sólo que algo horrible estaba pasando y quería llegar a la casa. No teníamos teléfono en ese momento porque estábamos recién mudados a un apartamento nuevo en Brooklyn. No pude llamar a mi esposo a ver si estaba bien, ni a mi familia a decirles que yo estaba viva. Me preocupaba mi mama, quien tenía su oficina en Washington, DC, cerca de la casa blanca, y había escuchado por radio que un avión iba en camino hacia Washington.
Cuando llegamos a la casa, mi esposo no estaba, Tenía que controlar mi nivel de pánico por el niño, no quería que se pusiera estresado o asustado. Puse la televisión y todos los canales estaban pasando las torres quemando, y repitiendo constantemente la imagen de los aviones estrellándose contra las torres, una y otra vez. Llegó mi esposo, andaba en la calle filmando con la cámara de video. Desde el parque cerca a la casa él vio caer las torres. Nos acordamos que hace menos de un mes, yo estaba trabajando en un bufete a sólo 2 cuadras de las torres, y él en una tienda a sólo una cuadra de distancia de esa terrible escena.
Eran días horribles, llenos de ansiedad, miedo, incertidumbre. Luego vino lo del Ántrax (carburo) – todo el mundo andaba loquísimo con el correo, no se sabía hasta donde iba a llegar del agente letal y quién sería la próxima víctima. Fueron meses, casi un año completo que se seguían quemando las torres. Desde la casa se veía el humo como parte ya de paisaje, y al olor, nos habíamos acostumbrados.
Ayer, cuando vi Fahrenheit 9/11, el nuevo documental hecho por el genio cineasta Michael Moore, quien ganó el Oscar por su película “Bowling for Columbine,” me iba pasando por la mente todo esto – lo que viví durante esa época. Fahrenheit 9/11 comienza con la tragedia del 11 de septiembre del 2001, poniendo a todo el mundo a reflexionar sobre aquel día, mientras pasa una pantalla en blanco con el sonido de aquel horror. Pero Fahrenheit 9/11 no es una película sobre esa tragedia. Es la historia de una familia poderosa y rica que vive encima de los demás y que trata a la humanidad entera como si fuera su servidor. En sus ojos, las personas de carne y hueso son desechables si no sirven sus intereses de poder y riqueza. La Guerra es su manera de obtener riqueza y asegurar su poder y control sobre el mundo. Para esta familia, nosotros no somos humanos con derechos y vida, somos objetos que muchas veces obstaculizan su ascenso al poder
Esta es la familia Bush. Fahrenheit 9/11 revela brutalmente esta realidad. El Presidente George W. Bush, su papa, el ex-presidente George H. Bush, y su hermano, Jeb Bush, gobernador del estado Florida, siempre han jugado fuera de las reglas. El día 11 de septiembre de 2001, el Presidente Bush estaba leyendo libros en una escuela en Florida cuando le dijeron que las torres gemelas habían sido atacadas y el país estaba bajo amenaza. A pesar de esta grave noticia, el Presidente Bush seguía en la clase – no hizo absolutamente nada. Al mismo tiempo, su papa, el Sr. Bush, estaba en una conferencia en Washington, DC, de inversionistas internacionales, representando el Grupo Carlyle, una compañía donde también otra familia poderosa tenía acciones – la familia Bin Laden de Arabia Saudita. Y ese día, el hermano del infame Osama Bin Laden, Shafiq Bin Laden, estaba junto al Sr. Bush viendo las torres gemelas caer por televisión. En los días después de aquel terror, los niveles más altos del gobierno estadounidense autorizaron la salida de 142 Sauditas, incluyendo 24 miembros de la familia Bin Laden.
Moore destaca en Fahrenheit 9/11 que hubo algo muy extraño en esa autorización, más que todo porque casi todos los terroristas implicados en el ataque tenían la nacionalidad de Arabia Saudita y Osama Bin Laden era el sospechoso principal. ¿Por qué entonces, pregunta Moore, el gobierno les dejó ir a todos – sin una investigación profunda? Esa interrogante aún no ha sido contestada. Pero Moore efectivamente trae a la luz pública la inconsecuencia de la situación. Su investigación reveló la estrecha relación entre los Bin Laden y los Bush. El encargado de las finanzas de los Bin Laden en Texas era viejo amigo del Presidente Bush y incluso, invirtió una parte del dinero de la familia Bin Laden en una compañía petrolera (Arbusto) de George W. Bush durante los años 80. Y el papá Bush tenía muchas relaciones con la familia Bin Laden mientras los dos eran accionistas y actores importantes en el Grupo Carlyle, una de las grandes firmes mundiales con significantes inversiones en el sector de la defensa.
A la perspectiva de Moore, los bombardeos en Afghanistan no eran más que un ‘show’, y en realidad, el ojo de Washington estaba enfocando en Irak. Por eso, el gabinete de Bush hizo lo posible para conectar los ataques del 11-9 y Al Qaeda a Saddam Hussein. En fin, la meta era adueñarse de la riqueza de Irak, el petróleo, y también sacar a la persona que había atentado contra el papá del actual Presidente Bush. Poder, riqueza, orgullo, venganza – por esas razones, una Guerra fue comenzada contra un pueblo que jamás había amenazado a los EE.UU., no presentaba ningún peligro al mundo y que en el final, era inocente. Moore demuestra la barbaridad de la segunda Guerra en Irak – la desilusión de los soldados gringos al darse cuenta que la Guerra no era un juego de video, los cientos y cientos de familias destruidas, torturadas, asesinadas – ¿y todo por qué? Avaricia, inhumanidad, esa sed insaciable por el poder que ha infectado a esa familia poderosa y a sus más íntimos amigos.
Fahrenheit 9/11 también sigue la historia y evolución de una familia pobre de Flint, Michigan, el pueblo de Moore. Es la historia de muchos que viven en este país bajo la desilusión de que es el mejor país del mundo y que el gobierno trabaja por los intereses de su pueblo. Con esta familia, muchos se pueden sentir identificados – una familia sencilla y trabajadora que ven el ejército como una buena opción para sus hijos, una oportunidad de obtener una educación universitaria gratis (así lo ofrece el ejército estadounidense), viajar por el mundo, tener nuevas experiencias y no solamente estar atrapados en el barrio toda la vida. Con buena fe, familias así creen que si mandan a sus hijos al ejército, no les va a pasar nada, porque no hay razones por estar en Guerra y si haya, pues, su país y su gobierno los protegerá.
La Guerra en Irak ha cambiado las mentes de muchos que pensaban así. Ya van más de 850 soldados estadounidenses que se han muerto en ese conflicto, y los muertos iraqués van por encima de 5,000. Y mientras las familias pobres estadounidenses sacrifican sus hijos a una Guerra innecesaria, las grandes empresas de defensa, como el Grupo Carlyle, donde el papá Bush sigue conservando poder, y las compañías petroleras, multinacionales, como Halliburton, donde presidió el Vicepresidente Dick Cheney hasta asumir su actual puesto, van llenando sus bolsillos de las ganancias de la guerra y discutiendo como van a dividir la riqueza petrolera de Irak.
El horror que Moore nos muestra de la Guerra y la inhumanidad de las figuras que manejan el país más poderoso del mundo esta entremezclada con el gran humor de este cineasta y su genial capacidad de demostrar el lado más gracioso de George W. Bush – su notable falta de inteligencia. Los momentos más intensos y difíciles de la película son suavizados por tomas comiquísimas del Presidente – quien sin ninguna ayuda actúa como si estuviera constantemente en un episodio de Radio Rochela.
El documental es intenso – muy intenso. Pero es un documento histórico y revelante y es esencial para entender el momento en que estamos viviendo. Lloré, reí, aplaudí y más que todo, pensé y sigo pensando. Y salí de Fahrenheit 9/11 determinada de hacer lo posible para exponer aún más los otros crímenes de la familia Bush – lo que han hecho en Venezuela y lo que siguen haciendo. Mientras pasaban crudas imágenes de Irak en la película pensé que no me extrañaría si ellos habían pensado hacer lo mismo en Venezuela. Pero no los dejaremos, de eso estoy segura.
Michael Moore ha estado bajo ataque por haber hecho este documental. Los derechistas del partido republicano han hecho lo posible para censurar la película. Han dicho que lo que los hechos relatados en la película son falsos, que los eventos no sucedieron así. Pero los venezolanos han escuchado esa historia antes y saben muy bien a quien creer.
Espero que todos lleguen a ver la película un día, más que todo en los Estados Unidos, donde les toca ahora retomar el espíritu de los 60’s y levantarse a luchar por la justicia social. Fahrenheit 9/11 es su ‘wake up call.’