Siguen los fracasos “OEA” Honduras, consecuencia: Decisiones de corto alcance imponen dictaduras Moustroletti*

“Yo recuerdo mucho en mis viajes a entrevistar al Comandante Raúl Reyes, que yo le mencionaba con pesar o le hacía ciertas condolencias porque me enteraba del asesinato o de la muerte en combate de algún guerrillero que conociéramos los dos y él se sorprendía por mi preocupación. Decía “pero nosotros tenemos asumido que si estamos en una guerra lo más normal que puede suceder es la muerte”. Ellos tienen asumido eso desde que toman las armas y se enfrentan al Estado. También saben que una de las posibilidades, e incluso una de las mayores posibilidades de su vida, es la muerte. Entonces, yo no sé en realidad cuáles son los resortes o la suma de resortes que han hecho que hoy en día, después de semejantes golpes, las FARC estén nuevamente en una disposición combativa quizás mayor a la de hace unos años y que hayan tenido ésta enorme capacidad de recuperación.”

Jorge Enrique Botero. Periodista Colombiano  

La toma de posesión de Porfirio Lobo Sosa como presidente constitucional de Honduras el 27 de enero sienta un precedente de éxito que tienen todavía los golpes de Estado, concebidos y ejecutados por los Estados Unidos (USA) en el continente, plantea la urgencia de reformar a la Organización de los Estados Americanos (OEA).

La realidad de Honduras es que Manuel Zelaya nunca regresó a la presidencia y el que triunfó fue el gobierno de facto que encabezó Roberto Micheletti, porque con la Presidencia de Lobo se inicia otra etapa “constitucional Hondureña”. Mostrándose enfáticamente, las inmensas limitaciones que tiene la OEA para resolver crisis, constitucionales o no, de las naciones del continente americano. Aunque, más bien, hizo lo que pudo, lo que le permitió los Estados miembros por medio de la Carta Democrática y adoptar la fusión de dos conceptos: el poder militar con la diplomacia, la influencia política y económica con la cultural y legal (Smart Power).

A ocho meses de la defenestración del Presidente Zelaya por militares,  la OEA se esta al margen de la defensa constitucional de los Estados miembros, por lo cual requiere de 
una profunda reforma para convertirla en un organismo multilateral efectivo o sencillamente eliminarla.

Actuando de forma desesperada, cometió el gran error (4 de julio), mediante resolución, expulsar a Honduras como miembro activo de la OEA por ser un gobierno golpista.

En ese momento se creyó que de esa forma se establecería un margen bastante amplio para negociar el regreso de Zelaya y darles una salida política a los militares y políticos golpistas, ya que la expulsión de un país como miembro activo de la OEA no tiene otras consecuencias políticas, económicas o militares.

La Carta Democrática Interamericana, aprobada el 11 de septiembre de 2001 en Washington D.C., dice que por mandato de los jefes de Estado y de gobierno del continente, en un caso de “interrupción abrupta o irregular del proceso político institucional democrático o del legítimo ejercicio del poder por un gobierno legítimamente electo”, se debe adoptar “un conjunto de procedimientos eficaces, oportunos y expeditos para asegurar la promoción y la defensa de la democracia representativa dentro del respeto del principio de no intervención”.

Este último concepto, la no intervención, limita a la OEA en su intento de restablecer un orden constitucional, como sucedió en Honduras.

El gobierno de facto que encabezó Micheletti se dio cuenta de que el gobierno de Estados Unidos se mostró complacido con la simple resolución, y de que, como en ese momento no haría nada más para restablecer a Zelaya excepto dar declaraciones de  solidaridad regional, a la OEA le podrían dar largas en cualquier misión negociadora.

El fracaso de la intervención del Consejo Permanente y del Secretario General, José Miguel Insulza, entre el 29 de junio y el 3 de julio del 2009, dio una salida negociada sin tener que expulsar a Honduras del organismo interamericano.

Micheletti apostó a que no ocurriría nada con la expulsión de la OEA, porque 
además en Honduras las elecciones presidenciales ya estaban programadas para el 
29 de noviembre de 2009 y, con unos comicios transparentes y justos, el ganador sería 
reconocido como el próximo mandatario legítimo, democráticamente electo, y luego, en automático, vendría la restauración de la participación en el Sistema Interamericano. Y así ocurrió.

El artículo 21 de la Carta Democrática Interamericana sostiene que, cuando la Asamblea General, convocada a un periodo extraordinario de sesiones, constate que se ha producido la ruptura del orden democrático en un Estado miembro y que las gestiones diplomáticas han sido infructuosas, suspenderá a dicho Estado del ejercicio de su derecho de participación en la OEA con el voto afirmativo de los dos tercios de los integrantes. La suspensión entrará en vigor de inmediato. Esto sucedió aquel 4 de julio con Honduras. Pero en el artículo 22 se acota: Una vez superada la situación que motivó la suspensión, cualquier Estado miembro o el secretario general podrá proponer a la Asamblea General el levantamiento de la suspensión. Esta decisión se adoptará también por el voto de los dos tercios de los Estados miembros. Lo que permite concluir: el imperio y sus monigotes Hondureños impusieron su poder.

Así, a partir de la toma de posesión de Lobo Sosa como presidente de Honduras, 
Zelaya es un expresidente y por lo tanto se invoca la aplicación del artículo 22 de la Carta Democrática para que Honduras se reintegre como si nada hubiese pasado.

Todos los países miembros de la OEA son corresponsales del éxito de los golpistas en Honduras. El golpe de Estado dejó desnudó el Sistema Interamericano.

A ocho meses del golpe, la OEA “trata empujar un proyecto de reforma a la Carta Democrática para acabar con sus limitaciones e impedir casos como el de Honduras que se ha convertido en un precedente negativo para el futuro democrático de América del Sur.

Hay que asimilar y digerir las lecciones que deja el caso de Honduras. La reforma o su eliminación  debe producir, en el corto plazo cambios que permitan conseguiría 
un consenso político que favorezcan a los pueblos del Sur su desarrollo: social, cultural y económico en paz. Sino, tal como describe Eva Golinguer, los países del Sur quedaremos: “Arrodillados y entregados ante Washington, “fue resuelta” la crisis en Honduras, la misma que se había fomentado en el norte. Ahora, se habla de Paraguay, Nicaragua, Ecuador y Venezuela, donde cada día aumenta la subversión, la contrainsurgencia y la desestabilización. El pueblo de Honduras sigue en resistencia, a pesar del «acuerdo» entre sus gobernantes. Su insurrección y compromiso con la reivindicación de sus derechos es el símbolo de la dignidad. La única manera de derrotar a la agresión imperial – que sea inteligente o que sea bruta – es a través de la unión e integración de los pueblos, a todo nivel”.  

El Pueblo Hondureño Sabrá responder a la responsabilidad que hoy tienen.

¡Viva el pueblo heroico de Morazán!

¡Viva el Presidente Manuel Zelaya Rosales!

¡Viva el Frente Nacional de Resistencia Popular!

¡Viva la Asamblea Nacional Constituyente Popular!

¡Resistir y Vencer!  

*Moustroletti: Moustros Micheletti

f.oscar.f@gmail.com



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Oscar Flores

Dirigente de los Círculos Bolivarianos, comunicador alternativo, Director del periódico La Voz del Valle

 lavozdelvalle2@yahoo.es

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