La conflictividad que vive el mundo en estos días, no es nada nuevo en realidad. Las guerras han estado a la orden del día desde que el egoísmo, la ambición, la avaricia y el complejo de superioridad de unos infelices envidiosos se dieron a la tarea de pretender apropiarse de todo lo que tuviese valor en la naturaleza. Esas apetencias desmedidas, por supuesto que provocaron reacciones de quienes siendo legítimos poseedores de lo apetecido, opusieron resistencia. De esa manera las guerras por atacar y por defenderse se hicieron constantes en el mundo, los imperios signados por la codicia, cometieron los más aberrantes crímenes contra pueblos indefensos, tan solo por despojarlos. Ante tal realidad la esclavitud del débil por el fuerte, hizo que el progreso y la abundancia se posesionaran en unos territorios, mientras en los de origen de esas riquezas, la miseria y escases, hicieron habitación macabra, cualquier intento por revertir esas circunstancias, era combatido a sangre y fuego. En el presente lo llaman terrorismo, antes comunismo
En el orden global de hoy, las cosas no son muy diferentes, pero si hay un factor que genera inquietud; ese factor es la conciencia que arropa a los pueblos, sobre su derecho a la libertad y auto determinación. Aunque persisten los locos que se erigen en gobierno mundial, esa desmedida ambición, encuentra en la determinación popular, una contra que pone nervios a la inmoral elite esclavista. Mediante el terrorismo, la mentira y el engaño, las clases dominantes minoritarias, quieren mantener un orden económico, político y social que ya no es posible sostener; entonces vienen las consecuentes invasiones, ocupaciones y masacres de pueblos rebeldes, las armas de última tecnología mortal, cumplen una función macabra: tratar de quebrar la voluntad y el deseo de ser libres de quienes ya no aguantan la servidumbre forzada.
Las fuerzas represoras, cuentan ahora con un arma poderosísima, más poderosa aun, cuando no se comprende su función y potencial. Me refiero a la comunicación sesgada y dirigida. Esa arma, no derrama sangre directamente, pero es capaz de ocasionar mayor cantidad de victimas que una bomba atómica. No ataca en la piel o sobre ella, ataca en las neuronas, sus lesiones no son visibles ni sangrantes, pero pueden ocasionar proporcionalmente más derramamiento de sangre que una guerra cuerpo a cuerpo de dos ejércitos. Por el uso de esa arma, se puede esclavizar a toda una nación y pasar desapercibido su efecto.
Afortunadamente esa guerra librada en el interior del cerebro, ha logrado proveer defensas insospechables apenas pocos años atrás, la conciencia. Ese reconocimiento activo de la calidad, cualidad y condición del ser humano, de su identidad, función y derechos. A partir de esa identificación, el auto reconocimiento y el reconocimiento de los demás, es como una vacuna antídoto, al efecto mediático esclavizante. En esa etapa, esa arma es utilizada para descontaminar a las mentes corrompidas y revertidas a ser instrumentos contra la dominación.
No son tiempos de apocalipsis, son tiempos de libertad, época de cosecha de los frutos de todas las luchas populares desde el inicio de la opresión del hombre por el hombre hasta ahora. Es la culminación de una lucha por el fin de las clases sociales que conllevan a la instauración de una sociedad igualitaria y justa
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