Motivo: La Unión Nacional de Trabajadores UNT, también rinde tributo al que fue el más grande líder popular venezolano: Ezequiel Zamora. Él fue unos de los precursores de la organización y formación política de los trabajadores y trabajadoras en Venezuela. En 1858, entre abril y agosto, en medio de la clandestinidad junto a un grupo de perseguidos a consecuencia de la revolución de 1848 en París, organizaron en Santa Rosalía, en San Juan, las Adjuntas, Mariches, la Rinconadas y otros lugares de Caracas, a albañiles, sastres, talabarteros, peones, vegueros, lavanderas y mujeres del servicio doméstico, quienes para esa época eran los que formaban nuestro incipiente proletariado. Conformaron células de “acción revolucionaria”, integradas por 5 miembros por oficios y profesiones, bajo el criterio de que “los explotados forman parten de una sola familia”.
Lamentablemente la historia de Ezequiel Zamora, desde los mismos días de sus gloriosas y ejemplares hazañas revolucionarias, los gobiernos anteriores se ocuparon de ocultarlas y desvirtuarlas. Son muchos los hechos que la población venezolana ha desconocido de las acciones, manifiestos y propósitos que Zamora y otros curtidos revolucionarios y verdaderos guerrilleros heroicos encararon en el siglo XVIII. Los mismos gobiernos capituladores liberales de Falcón y Guzmán Blanco, hicieron una amalgama de “endiosarlo” para quitarle el brillo de sus propósitos de igualdad social que reclamaba para el pueblo.
Hasta este gobierno está en mora con la difusión que merece la historia de este prócer nacional, con todo que el Presidente Chávez ha sido el Presidente de la República quien más ha hablado y ha hecho referencia de la vida revolucionaria del General en Jefe del Ejercito Federal y del Pueblo Soberano. Uno de los más grandes reconocimiento dado fue la creación de la “Universidad de los Llanos Ezequiel Zamora”. Sin embargo, desde su creación en 1975 hasta ahora que estuvo como Rector Jaime Carrillo que cambió la vinculación universidad/pueblo, ese centro de estudio no engranó ni la profusión de los que significó Zamora ni vincularon directamente la formación educativa con las masas populares, tal como este lo deseaba.
Desde la UNT proponemos que se le dé especial énfasis en todos los niveles de la formación educativa, a la vida de Ezequiel Zamora y se publiquen las obras e investigaciones como las del Profesor Federico Brito Figueroa y de otros, en donde verazmente se destaca la actuación de este General de pueblos libres y en donde queda al descubierto qué papel de traición y oprobio terminaron haciendo muchos de los próceres de la independencia, a los cuales hasta se les brinda mayor reconocimiento que a Zamora.
Somos de los que creemos que seguimos en los tiempos en donde Zamora actuó. Luchar por el derecho a la tierra, el derecho al trabajo, ha tener un país soberano, para disfrutar las más grandes libertades democráticas y vivir con justicia social. Pero, como en ese tiempo, también abundan en este proceso revolucionario como el de 1859/1863, los Guzmán Blanco, los Falcón y los otros tantos traidores, capaces de traicionar a cualquier para imponer la capitulación a los eternos enemigos del pueblo trabajador y firmar como entonces se hizo el “ Pacto o Tratado de Coche”. No obstante, estamos como Zamora, “ojos de águila” y avizor.
La traición que nos persigue.
El 10 de enero de 1860 los judas de Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco, coronaron la pérfida acción de mandar a asesinar a Ezequiel Zamora. Cuando este de forma traicionera cayó en San Carlos, recibía también un tiro mortal y en la cara las aspiraciones de las masas campesinas, esclavas, artesanales y de pequeños propietarios, que desde los mismos días de 1830, cuando la separación de la Gran Colombia, estuvieron alzadas en contra de los terratenientes, de los generales entreguistas y de las mismas clases sociales que usurpaban con la Corona española el poder desde la colonia.
Los sectores empobrecidos no dejaron de reclamar los derechos que el triunfo de la independencia nacional liderada por Bolívar no les pudo resolver. En 1846 y 1848 se llevan adelante extraordinarias insurrecciones campesinas y de esclavos que estremecieron el férreo poder de los terratenientes y godos, bajo el grito de “¡Viva la libertad, tierra y hombres libres!”. Desde allí se destacó Zamora, se le reconoció como oficial del ejecito y se produjeron los hechos de disolver el Congreso y posteriormente el gobierno de Monaga declara la abolición de la esclavitud.
La revolución campesina, la cual se enarbolaba como la Guerra Federal, la truncan un mes después de la histórica victoria de la Batalla de Santa Inés de diciembre de 1859. Entre las tareas no resueltas por la revolución de 1810/1821, estaba y sigue estando, el reclamo agrario y antilatifundista, a la vez que agregaba nuevas exigencias.
Para las masas que llevaron adelante la insurrección de febrero de 1859 y para Zamora que las conducía y para sus compañeros e ideólogos de mayor confianza (el inglés José Branford, los franceses Carlos Enrique Morton, Napoleón Avril, así como José Ignacio Charquet, Francisco J. Iriarte, Antolino Álvarez y otros nombres que se escapan), la guerra de la “feberación”, como decía la plebe y los esclavos recién liberados, se proponían también resolver el problema democrático, pero fundamentalmente la situación de desigualdad social.
La gran consigna expresada en medio de los campos de batallas en los llanos, de Coro, Yaracuy y Barquisimeto, así el de las proclamas editadas en una imprenta en la Victoria y que se repartían en los territorios liberados, era el de la “igualación social”. En una carta de Zamora del 12 de diciembre de 1859, dos días después de la Batalla de Santa Inés, escribía: “No habrá pobres ni ricos, ni esclavos ni dueños, ni poderosos ni desdeñados, sino hermanos que sin descender la frente se tratan de bis a bis, de quien a quien”.
Esa opinión demuestra que el “jefe del pueblo soberano”, interpretaba la aspiración general de las masas. De esa manera se denotaba el aprendizaje y el grado de conciencia política que este había adquirido en una década a la que le había dedicado tiempos en la guerra de guerrilla y como militar de carrera. Esto le llevaba a plantear consignas que superaban a las vacías que años atrás impuso a los Liberales, el “Cabeza de Quincalla” de Antonio Leocadio Guzmán de “Nuevos hombres, Alternabilidad Republicana” y bajaba a tierra sus juveniles sueños de fantasear a Tiberio Graco y El Espartaco.
En su formación influyeron ese grupo de luchadores internacionalistas que le acompañaron en la guerra y en la clandestinidad hasta el último día de su vida en enero 1860. Morton, Avril y Branfordt le traducían los manifiestos y los textos de los socialistas utópicos y revolucionarios franceses e ingleses de Saint Simon, Lerox, Owen y Luis Augusto Blanqui. Los socialistas revolucionarios e internacionalistas de hoy, a 145 años de su asesinato impune, tenemos que enarbolar la lucha que en sus últimos días Zamora proclamó y reclamar castigo político de quienes lo asesinaron, le silenciaron, pusieron en su ataúd a otro cadáver y declararon a su valerosa madre loca.
Venezuela vive un proceso que se reclama bolivariano y zamorano pero desde la dirección de este, salen comportamientos de muchos lideres que nada tienen que ver con los postulados de esos inigualables lideres. Cuando tienen que expropiar la tierra, en lo primero que piensan es la indemnización del terrateniente y no en la injusticia que mantuvo por siglo esa propiedad. Ellos son los guzmanes y Falcón de esta época. Estos mismos son los que cuando se plantea la participación y la democracia, de inmediato quieren imponer sus criterios e intereses particulares.
Eso son los mismos elementos que tiemblan cuando se plantea que cese la impunidad y se castigue a los saboteadores, traidores y golpistas; que haya cogestión en las empresas y sobre todo, cuando escuchan: Todo el poder para los trabajadores y el pueblo.
Stalin Pérez Borges es Coordinador Nacional de la Unión Nacional de Trabajadores UNT y miembro de Opción de Izquierda Revolucionaria OIR.
Venezuela, 10 de enero 2005