Hace apenas unas semanas, la solidaridad entre jóvenes egipcios y policías de Wisconsin, o entre trabajadores libios y empleados públicos de Ohio, habría parecido increíble.
El levantamiento de Túnez fue provocado por el suicidio de un joven llamado Mohamed Bouazizi, egresado universitario de 26 años, que no podía encontrar trabajo en su profesión. Mientras vendía frutas y verduras en el mercado, en repetidas oportunidades fue víctima de maltrato por parte de las autoridades tunecinas que en un momento le terminaron confiscando la carretilla. Completamente frustrado se prendió fuego, chispa que encendió las protestas que se convirtieron en una ola revolucionaria en Medio Oriente y el Norte de África. Durante décadas, la gente de la región ha vivido bajo dictaduras –muchas de las cuales reciben ayuda militar de Estados Unidos-, ha sufrido violaciones de los derechos humanos, además de tener bajos ingresos, altas tasas de desempleo y prácticamente ninguna libertad de expresión. Todo esto mientras las élites amasaban fortunas.
En los conflictos que vemos hoy en Wisconsin y Ohio hay un trasfondo semejante. La “Gran Recesión” de 2008, según el economista Dean Baker, ingresó en su trigésimo séptimo mes sin señales de mejoría. En un documento reciente, Baker dice que debido a la crisis financiera “muchos políticos argumentan que es necesario reducir drásticamente las generosas jubilaciones del sector público, y a ser posible, no cumplir con las obligaciones de jubilaciones ya asumidas. Gran parte del déficit en el sistema de jubilaciones se debe a la caída de la bolsa de valores en los años 2007-2009”.
En otras palabras, los mercachifles de Wall Street que vendían las complejas acciones respaldadas por hipotecas que provocaron el colapso financiero, son quienes causaron el déficit en las pensiones. El periodista ganador del premio Pulitzer David Cay Johnston dijo recientemente: “El empleado estatal promedio de Wisconsin gana 24.500 dólares al año. No se trata de una gran jubilación; el 15 por ciento del dinero destinado a esta jubilación anualmente es lo que se paga a Wall Street por administrarlo. Es realmente un porcentaje demasiado alto para pagar a Wall Street por administrar el dinero”.
Entonces, mientras la banca de inversión recorta un enorme porcentaje de los fondos de jubilaciones, se sataniza a los trabajadores y se les pide que hagan sacrificios. Los que provocaron el problema, en cambio, luego obtuvieron rescates generosos, ahora reciben altísimos salarios y bonificaciones y nadie les pide responsabilidades. Si rastreamos el origen del dinero, resulta que la campaña de Walker fue financiada por los tristemente célebres hermanos Koch, grandes patrocinadores de las organizaciones que forman el movimiento conservador Tea Party. Además donaron un millón de dólares a la Asociación de Gobernadores Republicanos, que otorgó un apoyo significativo a la campaña de Walker. Entonces, ¿acaso resulta sorprendente que Walker apoye a las empresas al otorgarles exenciones impositivas y que haya lanzando una gran campaña contra los empleados del sector público sindicados?
Uno de los sindicatos que Walter y Kasich en Ohio tienen en la mira es la Federación Estadounidense de Empleados Estatales, de Condados y Municipales (AFSCME, por sus siglas en inglés). El sindicato se fundó en 1932, en medio de la Gran Depresión, en Madison. Tiene 1,6 millones de afiliados, entre los que hay enfermeros, personal penitenciario, personal de guarderías, técnicos de emergencias médicas y trabajadores de la salud. Vale la pena recordar, en este Mes de la Historia Negra, que la lucha de los trabajadores de la salud del local Nº 1733 de AFSCME hizo que Martin Luther King Jr. fuera a Memphis, Tennessee, en abril de 1968. Como me dijo el Reverendo Jesse Jackson cuando marchaba junto a los estudiantes y sus profesores sindicados en Madison el martes pasado: “El último acto del Dr. King sobre la tierra, su viaje a Memphis, Tennessee, fue por el derecho de los trabajadores a negociar convenios colectivos de trabajo y el derecho al descuento de la cuota sindical de su salario. No es posible beneficiar a los ricos, mientras se deja a los pobres sin nada”.
Los trabajadores de Egipto, formando una coalición extraordinaria con los jóvenes, tuvieron un papel decisivo en el derrocamiento del régimen de ese país. En las calles de Madison, bajo la cúpula del Capitolio, se está produciendo otra muestra de solidaridad. Los trabajadores de Wisconsin hicieron concesiones en sus salarios y jubilaciones, pero no renunciarán al derecho a negociar convenios colectivos de trabajo. En este momento sería inteligente que Walker negociara. No es una buena época para los tiranos.
(*) Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.