En la reciente Cumbre Presidencial de Mar del Plata se hizo patente la existencia de una “falla geológica” que ha dividido en dos bloques al continente americano. Por un lado, el MERCOSUR y Venezuela (habría que añadir a Cuba, aunque no fue invitada a la Cumbre), intentando conformar un contrapoder hemisférico para hacer frente a las pretensiones anexionistas de los Estados Unidos implícitas en su propuesta del ALCA. Por el otro, la gran potencia del Norte y Canadá, acompañados por los “siete enanitos” en que se han convertido Fox, Toledo, Torrijos y otros tantos gobernantes de la América Latina y El Caribe.
En efecto, todo parece apuntar a una consolidación acelerada del Bloque Regional de Poder Sudamericano, impulsado por los liderazgos con fuerte arraigo popular de Chávez, Lula, Kirchner y Vásquez, a los que pudiera sumarse Evo Morales si logra conquistar la presidencia de Bolivia.
Esta encrucijada histórica obliga a nuestros pueblos y sus dirigentes a debatir y poner en claro el modelo energético, tecnológico y productivo sobre el que habrá de edificarse la integración de la América del Sur, para ofrecer soluciones perdurables a los acuciantes problemas como la pobreza, la desnutrición, el desempleo, las deficiencias educativas y sanitarias, la violencia, la discriminación racial y sexual, la dependencia tecnológica y la devastación de la naturaleza que aquejan a la región.
Es de sobras conocido que los planes de ajuste neoliberales implementados en el continente desde la década de los ochenta, consiguieron su cometido de poner en manos de un puñado de corporaciones transnacionales la casi totalidad de la producción energética, la agricultura, la minería, el equipamiento tecnológico, la industria manufacturera y los servicios públicos de nuestras economías. Fue así como a la vuelta de unos años, el descalabro social, ambiental y cultural provocado por este saqueo generalizado, se convirtió en el principal detonante de las movilizaciones de masas y la radicalización política que hoy estremecen a las naciones andinas y amazónicas. De ahí que la difusión continental del sentimiento antiimperialista que anima a la Revolución Bolivariana y la beligerancia del Bloque Sudamericano de Poder en Mar del Plata, puedan considerarse expresiones genuinas de la voluntad popular de construir alternativas políticas y económicas a los desmanes provocados por el neoliberalismo.
Pero la integración no será una tarea fácil; pues el control transnacional de la actividad económica iniciado en los ochenta, todavía sigue en pie en la mayoría de las naciones de América del Sur. Y el modelo energético, tecnológico y productivo impuesto por el capital globalizado se mantiene incólume, como lo demuestran el monopolio ejercido por la Repsol española sobre la industria austral de los hidrocarburos; la exportación de reactores nucleares argentinos para la producción de electricidad con “ventajas competitivas” como aceptar de vuelta en Buenos Aires la basura radioactiva generada por los países compradores; y la extensión indiscriminada de los monocultivos de soya transgénica, patentada por Monsanto, con sus secuelas de destrucción de los suelos por el uso intensivo de agrotóxicos y la quiebra de los pequeños y medianos productores del campo en Brasil y la Argentina.
Estos son sólo algunos ejemplos de “avances” tecnológicos y económicos promovidos por el capitalismo salvaje, con gravísimos impactos sociales y ecológicos a todas luces incompatibles con el modelo de desarrollo endógeno defendido por la Revolución Bolivariana. De ahí la necesidad de debatir abiertamente dentro de Venezuela y con nuestros socios del Caribe y el MERCOSUR, los términos y condiciones en que deberá concretarse la integración sudamericana, a fin de que la cooperación y el intercambio beneficien efectivamente a nuestros pueblos y no a los capitales transnacionales de siempre.
Ahora que Kirchner y Chávez se preparan para suscribir, en los próximos días, nuevos convenios binacionales en materia de energía, es propicia la ocasión para que públicamente (del mismo modo como se hizo público el debate sostenido por los presidentes en Mar del Plata) todos los sudamericanos conozcamos y evaluemos la pertinencia social, económica y ambiental de las estrategias de integración destinadas a consolidar la unidad y la felicidad de nuestros pueblos.
Gustavo Fernández Colón