El maestro y sus luchas. ¿El pasado vuelve? El maestro lucha o mendiga

Llevo varios días editando mis trabajos, ensayos, novelas, crónicas, cuentos y artículos. Estos últimos entre la prensa regional de Oriente, me refiero a diarios como "El Tiempo", "Diario de Oriente", "El Anaquense", "El Norte" y El Metropolitano", desde la década del 70 del siglo pasado, hasta que opté por los medios digitales, pasan de miles. Esto sin contar los 2875 que he publicado hasta hoy, desde el 2007 en Aporrea y en páginas como "Apicalternativa. La Decana", de México, el diario caraqueño VEA, la página Costa del Sol, Fm" de Güiria y hasta "Ensartaos", de mi amigo José Sant Roz y "Rebelión"; estas dos últimas dejaron de publicarme por razones que sólo ellos bien conocen.

En ese revisar hallé este trabajo que repongo, publicado en "Diario de Oriente" de Barcelona, el 03 de febrero de 1978, lo que significa que va cumplir dentro de unos días, 45 años. Esto explica al lector algunas cosas extrañas que pudiera hallar en él como lo de, "Un trabajador especializado, y el maestro lo es en alto grado, carpintero, albañil e incluso policía gana más que un educador que presta sus servicios hasta nivel primario".

También cuando digo "Un trabajador de este segundo grupo recibe por concepto de aguinaldos una cantidad que supera tanto al maestro como al profesor. Si sabemos que un empleado de empresa petrolera o instituto autónomo recibe por concepto de utilidades una cantidad hasta tres y cuatro veces superior a un educador de cualquier nivel, podemos formarnos una idea del concepto que de este se tiene en los medios oficiales, a pesar de los discursos cursis y lugares comunes".

Son reclamos de aquella época. Es decir, no tienen nada que ver con la realidad de ahora, cuando los trabajadores todos están sujetos a salarios y privaciones entonces inimaginables.

Lo que importa es dejar constancia como estas luchas y privaciones del docente, como parte de la masa trabajadora, viene del pasado y su título, "El maestro lucha o mendiga", es inherente a los trabajadores todos y en cualquier instante de la vida.

Luchar por el salario es un derecho y hasta una obligación de los trabajadores todos y, si quienes manejan el aparato estatal, están llenos de buena fe y hasta se consideran que forman parte de quienes tenemos esta obligación por la subsistencia y el cambio, deben entenderlo así y hasta asumir el asunto de manera consecuente.

No es extraño, dadas las características de la coyuntura venezolana, desde el año 2000 hasta hoy, donde factores políticos han pretendido subvertir el orden constitucional, hasta llegar a crear un gobierno interino, haya quienes pretendan manejar las luchas de los educadores y los trabajadores todos, para sus fines. Pero esto no puede servir de causa para que el sector oficial, por lo dispuesto en las leyes y su propio discurso, según el cual, lucha por unas mejores relaciones dentro del modelo, dicho así con fundamento y realismo, valore las protestas por el salario, en sí mismas, como contrarrevolucionarias y también opuestas al orden constitucional.

La frase "el maestro lucha o mendiga", escrita en 1978, en los tiempos de la IV República, es inherente a la obligación de los trabajadores, según el discurso de los partidarios del cambio de sociedad, universo dentro del cual se incluyen quienes gobiernan. Pues como suelo decirlo, en viejo lenguaje de los militantes revolucionarios, la lucha por el cambio es incesante, no puede detenerse y estando en una sociedad capitalista – en lo que no podemos caernos a mentiras, la lucha por el salario, no lo es sólo por unas mejores condiciones de vida, que bien nos merecemos, sino que es "bujía fundamental del movimiento".

Por lo que abajo se dice, acerca del comportamiento del Estado, quienes a este manejan y Fedecámaras, uno pudiera hallar similitudes y hasta comportamientos similares con lo que ahora sucede. "Un pasado que vuelve", como dice el viejo tango argentino.

También es esto una muestra o intento de enseñar a las nuevas generaciones que esas luchas magisteriales por el salario y alcanzar la contratación colectiva, son de vieja data; no nacieron ahora. Porque en el capitalismo, esas luchas ha sido y seguirán siendo permanentes.

No es pertinente ver a quienes dicen luchar por un cambio cualitativo, una sociedad justa repetir los mismos errores del pasado.

El párrafo inicial hace alusión a las recientes "festividades" por "el día del educador", entonces "día del maestro".

El maestro lucha o mendiga

Pasó la hora de los discursos grandilocuentes, las promesas y los reconocimientos formales, como quien saluda la bandera. El gobernante olvidó ya, que dijo en una de esas sesiones oficiales , para engañar incautos, "el maestro y la educación constituyen pilares fundamentales del desarrollo", mientras reiteraba el estereotipo, colocando una triste medalla en el pecho exhausto de un maestro que ha escuchado a infinitos funcionarios expresar esas cosas. "Nuestro progreso y desarrollo cuenta con el maestro como elemento determinante, pues la educación es instrumento vital para alcanzar los objetivos que nos harán un pueblo grande"; así se expresó tan enfática como superficialmente el diputado oficialista, el mismo que votó contra el derecho a contratar de los trabajadores de la enseñanza. Pero ese lugar común había que repetirlo para estar en la onda y para que los maestros crean.

Después de esta ráfaga desproporcionada de palabras vacías y promesas sin fundamento, conviene analizar pacientemente la situación actual del educador para extraer algunas conclusiones fundamentales.

Pareciera, según el criterio oficial y el que se empecina en perpetuar Fedecámaras a través de los medios que manipula, que el maestro debe ser algo como un Quijote, un estrafalario personaje que dentro de una sociedad cuyos valores inherentes al grupo dominante - Fedecámaras y sus socios políticos, apuntan a la obtención del beneficio máximo, se sacrifique en función de concepciones abstractas. Se espera que el maestro trabaje más allá de lo debido, se autoforme, aporte de su propio peculio, más de lo que ya hace, para adquirir material didáctico, y encima de ello no aspire a mejores ingresos, "en aras de su noble tarea", como gustan decir los farsantes y demagogos, mientras ellos cargan a los costos de producción y descuentan del Impuesto Sobre la Renta hasta la limosna que dieron a la viejita de la esquina.

Un trabajador de la enseñanza de media, con título de educación superior, universitario o egresado de un pedagógico, que trabaja 40 horas docentes a la semana, lo que implica un promedio real de 48 o 50 horas dentro del mismo lapso, si le agregamos el tiempo que dedica en su hogar a otras actividades relacionadas con el trabajo de enseñar, gana menos que un empleado medio de una empresa petrolera o instituto autónomo, quienes también dependen del Estado, con un nivel académico o educativo muy por debajo del primero.

Un trabajador de este segundo grupo recibe por concepto de aguinaldos una cantidad que supera tanto al maestro como al profesor. Si sabemos que un empleado de empresa petrolera o instituto autónomo recibe por concepto de utilidades una cantidad hasta tres y cuatro veces superior a un educador de cualquier nivel, podemos formarnos una idea del concepto que de este se tiene en los medios oficiales, a pesar de los discursos cursis y lugares comunes.

Todo ese desproporcionado tratamiento se deriva del concepto mercantilista que priva en los grupos dominantes y del oficialismo, según el cual, la educación no es rentable y como tal, "es un servicio público" cuyo peso sobre el gasto oficial es excesivo y conviene descargar. Esto explica al instructivo 35, que niega a los educadores el derecho a huelga y contratación y la tendencia oficial a violar el principio de la gratuidad de la enseñanza.

El oficialismo y los grupos dominantes admiten como lógico y saludable que para estimular la inversión y la producción es conveniente permitir márgenes de beneficios apreciables; aceptan que los profesionales liberales, al ritmo de la inflación aumenten sus tarifas; pues bien ¿por qué no aceptar en el mismo tono, que para estimular la labor educativa, es procedente mejorar periódicamente el salario del maestro? ¿Por qué se tiende a coaccionar al maestro con expresiones ofensivas cuando se niega a ser recompensado con frases huecas y de compromiso, pronunciadas en actos oficiales?

Quien no admite estas consideraciones parte de la falsa idea que el educador debe comportarse como un Quijote medieval o un cruzado, noble y abnegado, en una sociedad que está simbolizada en el ave de rapiña.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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