Caso Palmer o como la dignidad agiganta

De la geopolítica burguesa puntofijista a la era de Chávez.

 Socialcristianos, socialdemócratas y demás derechistas del ala radical, a finales de la década del cincuenta y umbrales del sesenta, cubrieron sus desnudeces o disimularon sus indignidades, con una palabra compuesta que vendieron a la ingenuidad pública como tesis llena de sabiduría, astucia y hasta sutileza. A Gonzalo Barrios, tenido como especialista en dormir culebras, hablando mucho, pero sin decir nada, pese eso, le encantaba enjuagarse la boca con sólo aquel bendito y sacrosanto termino de “geopolítica”.

 Aparte de otras connotaciones que el vocablo tenga, como la de ciencia, personajes como José “Pepe” Figueres, de Costa Rica, Raúl Haya de la Torre, de Perú, Rómulo Betancourt, el ya nombrado Barrios y unos cuantos más, ante los antecedentes del comportamiento gringo frente a los gobiernos latinoamericanos, sobre todo después de la segunda guerra mundial, se acogieron a la palabra para justificar sus comportamientos. Según ellos, como estábamos en el área de influencia norteamericana, en aquel vil repartimiento, para “progresar, crecer” y hasta subsistir, no había otra alternativa que someternos a los dictámenes, imposiciones y hasta humillaciones de Washington. La palabra escogida para justificar como con dignidad ante la gente, sobre todo la juventud estudiada,  fue esa. Que no era otra cosa que admitir como válida la idea que éramos - y estábamos destinados y condenados a ello- el patio trasero de Estados Unidos.

 El asunto tomó mayor auge, cuando los muchachos que bajaron de la “Sierra Maestra”, dirigidos por Fidel Castro, habiendo derrotado a Batista, empezaron por aplicar medidas más que todo en base al interés popular y contra los grandes terratenientes gringos y cubanos que monopolizaban la propiedad de la tierra en un pequeño país eminentemente agrario.

 Las agresiones del Departamento de Estado y el capital norteamericano contra Cuba y sus revolucionarios, por demás conocidas, aumentaron el miedo de la dirigencia socialcristiana y socialdemócrata en América Latina, especialmente en Venezuela.

 A raíz de las llegadas de Fidel y Betancourt a los gobiernos de sus respectivos países, el primero visitó al segundo en 1959. En aquella época se comentó en la prensa venezolana que el líder de la revolución cubana, previendo las presiones que se le sobrevendrían, propuso al venezolano formar un frente común y estratégico para defenderse y subsistir con dignidad.

 Pero el plan de Betancourt era otro. Para parte de la derecha venezolana y el capital ya imbricado y asociado al gringo, Betancourt era un peligro y contra él, sin razón ni motivo verdaderos, se agitaba un trapo rojo; se le señalaba como comunista. La amistad suya, estrecha y comprometida con Nelson Rockefeller, entonces el gran magnate norteamericano y las garantías que éste ofrecía de la fidelidad de aquel a la política gringa, no eran suficientes.

 Por eso, prontamente Betancourt, quien al inicio fue asediado por la derecha misma, recordemos los intentos de golpe militar, entre ellos el de Castro León y el hostigamiento de Rafael Leónidas Trujillo, alias “Chapita”, dictador dominicano, usado y alentado por la CIA para esos fines específicos, dio demostraciones que su viejo salto de talanquera era verdadero, reprimiendo con crueldad toda protesta popular. La consigna de “disparar primero y averiguar después”, que en gran medida influyó para el repliegue guerrillero o defensa armada, fue la señal lanzaba por Betancourt a quienes de él dudaban. Los defensores de Betancourt, que hoy incluye gente de la vieja izquierda, justifican el sadismo represivo de éste, diciendo que se defendía de los intentos de la izquierda de destituirle por la vía del alzamiento popular y para ello hablan de la lucha guerrillera y levantamientos militares de Carúpano y Puerto Cabello.

 Tal afirmación es absolutamente falsa. Basta con recordar, que quienes eran entonces compañeros suyos y luego, formaron el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), antes de los acontecimientos ya mencionados, fueron víctimas de acciones represivas sin discriminación alguna, sólo por protestar contra sus políticas anti populares y contrarias a los trabajadores todos, como brutal devaluación del signo monetario que, por décadas había permanecido duro, y la llamada “Ley del hambre”, que entre otras cosas impuso criminal y drástica disminución del salario para darle entrada a nuevos capitales.

 En este continente, quienes fueron dignos y asumieron con vehemencia, como es debido, la idea de la soberanía, fueron derrocados, salvo Castro, a quien le han hecho de todo. El último de ellos es José Manuel Zelaya. Otros, a quienes no nombraré por no herir susceptibilidades, aún viniendo del movimiento popular y antiimperialista, están paralizados por el miedo y hacen y dicen morisquetas para pasar agachados o evitar les regañen.

 Por todo esto, Chávez, el humilde hombre de Sabaneta, el zambo, el arañero, se muestra como un gigante verdadero. Se ha atrevido a mirar a quienes se creen amos y señores a la cara y hasta en forma retadora. Ha actuado con absoluto apego a su deber y obligación de hacer reconocer que la soberanía no es una simple palabra escrita en tinta que puede diluirse. Ha dado muestras inocultables y nada dudosas de valentía, orgullo nacional y latinoamericano.

 Lo de Larry Palmer, no es sólo un hecho poco o nada peculiar en la historia de América Latina, sino que pese a la opinión que pueda tenerse sobre el actual presidente venezolano, merece un aplauso porque ha puesto nuestras relaciones con el país del norte en otro nivel, nunca antes conocido.

 El retroceso de última hora de Washington, nada extraño, sabiendo las presiones de los republicanos, no cambia lo que hemos escrito.

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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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