Entre Cúcuta y el occidente de Venezuela, existe la frontera comercial
más activa de Sudamérica. Ese intenso intercambio, ese vínculo cultural
en todas las actividades, es un canal abierto al traslado del conflicto
que desde siempre existe en Colombia.
Pero además, uno y otro lado de la frontera han servido para
alentar acciones que desestabilizan o derriban gobiernos. Cipriano
Castro preparó allá la invasión que lo condujo a la toma del poder
político. Y en contrapartida, Castro alentó el levantamiento de los
caudillos liberales que en Colombia protagonizaron la guerra de “Los Mil
días”. Triunfaron en la batalla de “Peralonso”, pero, fueron derrotados
en la batalla de “Palo Negro”, por cuanto Castro, envuelto en la guerra
contra el bloqueo de las potencias europeas a los puertos venezolanos,
no envío a tiempo armas y pertrechos.
La frontera es el empalme de actividades de todo tipo. Es la
cultura en todas sus expresiones. La cultura entendida, como, todo acto
realizado por el hombre. Recuerdo que en el intento de creación del
frente guerrilleo de La Azulita (1961), las experiencias las recibíamos
de los frentes de guerrillas liberales que no entregaron las armas
cuando el acuerdo de paz de Casanare firmado entre Rojas Pinilla
(general Duarte Blum) y Guadalupe Salcedo. Acuerdo de paz que condujo al
asesinato de los dirigentes guerrilleros, igual a como había ocurrido
con Galán y la rebelión comunera del Socorro (1781), por la traición del
mediador y firmante, arzobispo Caballero y Góngora. En América no hay
crimen ni traición a los pueblos donde el catolicismo no tenga las manos
metidas.
Es la eterna historia de las luchas sociales, aquí, en Europa y
en todas partes: acuerdos de paz y violación, incumplimiento de los
acuerdos por los amos del poder político, la oligarquía, la jerarquía
católica, que culmina en el asesinato de dirigentes y la represión de
las mayorías nacionales. Oligarquía y jerarquía católica, aliadas y
siempre enfrentadas a las luchas populares. Política criminal, herencia
de la Colonia (La Inquisición), que cobra el primer magnicidio con el
Mariscal Antonio José de Sucre, en la selva de Berruecos.
En la época de la Colonia, como la Iglesia era dueña de todo,
negó la sepultura de Sucre en sus cementerios y la viuda hubo de
esconder el cadáver en sitio secreto para preservarlo del odio que la
prédica contra el héroe se inculcaba desde el púlpito. Luego, cuando la
independencia es un hecho irreversible y sus protagonistas pasan a ser
próceres y héroes, la jerarquía católica decidió llevar los restos
inmortales de Sucre a la catedral de Quito. ¿Cuándo el pueblo
ecuatoriano corregirá tamaña infamia y construye un Panteón Nacional
donde los restos del Mariscal Sucre sean honrados como se merece? O
cumplir su deseo:
Voluntad manifiesta del Gran Mariscal:
-“Que mis huesos vivan dentro del Pichincha”,
Que por siempre moren junto a rocas ígneas,
Y marquen del mundo línea equinoccial,
Lámpara telúrica, en donde se junten...
Llamaradas de héroe y lavas de volcán
El asesinato ha sido y
es el instrumento de la oligarquía colombiana para pretender dirimir
los conflictos políticos que alimentan la interminable guerra civil. A
cada acuerdo de paz, le sucede el asesinato a mansalva de los dirigentes
que entregan las armas para participar en la actividad cívica de la
política. Pero, la rebelión, como el ave Fénix, surge de las cenizas y
de nuevo “incendia la pradera”.
Una y otra vez, desde la Colonia y durante los años de vida
republicana, en Colombia se cierra un conflicto, pero, de seguidas, se
abre otro, que en la práctica es la reanudación o continuación del
anterior por cuanto las causas que lo crean permanecen, son las mismas
que alimentan todos los conflictos sociales: exclusión e injusta
distribución de la riqueza.
Ocurrió con Galán y la rebelión comunera. Ocurrió con el general
Rafael Uribe Uribe, luego de la firma del tratado de paz que pone fin a
la Guerra de los Mil días (batallas de Peralonso y Palo Negro), esta
última, el mayor enfrentamiento militar habido en Sudamérica por la
cantidad de combatientes y por los 17 días de duración (10 al 26 de mayo
de 1900). En el campo de batalla, mientras unos dormían, otros
combatían, día y noche hasta la extenuación y derrota del bando liberal.
El machete era el arma que prevalecía, por cuanto los fusiles y
pertrechos de Cipriano Castro, no llegaron.
Paralela a esta guerra estaba el enfrentamiento con los Estados
Unidos que interfería en Panamá y auspiciaba la guerra contra Colombia.
Para poner fin a las dos guerras, se firmaron dos tratados. Ambos con
final trágico: Uno, trajo el asesinato del general Rafael Uribe Uribe; y
el otro, la separación del departamento de Panamá, entidad
político/territorial de Colombia.
Viene un breve período de paz, aparente (1900 a 1948), hasta el 9
de abril, cuando ocurre el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, y se
produce el “gran chispazo que incendió de nuevo la pradera”, para
decirlo con palabras de Mao Tse Tung, y transcurridos sesenta años, toda
Colombia arde y las llamas de su fuego interior, se esparcen hacia los
países vecinos. El gobierno oligárquico, incapaz de apagar el incendio,
pretende que los gobiernos de los países vecinos rompan la NEUTRALIDAD
observada durante años.
Con el asesinato de Gaitán, las muchedumbres liberales
enardecidas, descargan su odio contra la iglesia católica en Bogotá,
ciudades y pueblos de toda Colombia. Surgen las guerrillas liberales.
Entre sus comandantes figura Guadalupe Salcedo Unda, un joven campesino
de los Llanos Orientales, hijo de un ganadero venezolano y una indígena
de la región. Se levantó en armas contra la situación de oprobio que se
vivía en Colombia en la década de los años cincuenta. Con apenas 25
años, Guadalupe Salcedo, en 1949 se convirtió en el “Capitán”, -como lo
llamaban - de miles de llaneros que exigían el fin de la violencia en
sus tierras. Según el comandante guerrillero Franco Isaza, la cifra de
combatientes en todos los frentes, era de 80.000. Ante el temor de su
avance a Bogotá, se produce el llamado “golpe de opinión” del general
Gustavo Rojas Pinilla, en junio de 1953, aupado por la oligarquía tanto
liberal como conservadora, que derroca el régimen conservador de
Laureano Gómez, (Urdaneta Arbeláez estaba encargado de la presidencia).
Sin importarle la traición contra su propia gente en armas, el partido
liberal se une al sector conservador de Ospina Pérez y la jerarquía
católica, y respaldan el cuartelazo de Rojas Pinilla. De inmediato se
abren las puertas de un acuerdo de paz con las guerrillas liberales.
El 22 de julio de 1953, las guerrillas liberales ponen fin a sus
operaciones militares y dejan atrás dos grandes Leyes que habían
promulgado: Una, adelantar actividades de planificación de la producción
en las zonas liberadas donde actuaban los frentes guerrilleros. Y otra,
la constitución de un Estado independiente, de facto, en el Llano.
Un año después, el 13 de junio de 1954, Rojas Pinilla declara la
amnistía para todos los delitos políticos cometidos antes del 1º de
enero de 1954. Miles de guerrilleros liberales entregan sus fusiles tras
la firma del acuerdo de paz.
Guadalupe Salcedo, sin ver cumplidas las ofertas de paz y de
desarrollo para la región y su gente, se refugia en su finca
“Guariamena”, en Orocué. Tres años más tarde, cae la dictadura de Rojas,
Pinilla, y el 6 de junio de 1957, Guadalupe, es asesinado en Bogotá,
junto a otro excombatiente, José Bruno Aldana. Fueron acribillados una
vez salieron con las manos en alto del restaurant o bar donde se
encontraban en actitud pacífica.
Por falta de ideología revolucionaria, todo ese poder de las
mayorías nacionales, concentrado en las guerrillas liberales, se
desvaneció en la nada, trajo el resurgir del conflicto que perdura y
amenaza la estabilidad de los países vecinos por la injerencia del
gobierno de los Estados Unidos y sus bases militares..
Ha transcurrido, sesenta años de lucha guerrillera, en pos de la
paz. Cada presidente de la República habido en ese tiempo, trae en su
agenda la posibilidad de conversaciones de paz. Y en ese falso
propósito, se dan hechos como el nacimiento de la Unión Patriótica,
formada por combatientes de las FARC que dejan las armas para participar
en la actividad cívica de la política. Pero, cada nuevo mecanismo de
paz que se intenta, desemboca en el asesinato, esta vez, de los
candidatos presidenciales, senadores, diputados, alcaldes, munícipes y
activistas de la Unión Patriótica. Se calcula en 5000 la cifra de
asesinados por la policía, las fuerzas militares y paramilitares.
En busca de ese mismo camino de paz, se crea la zona de
distensión, El Caguán, con la participación de varios países y
organizaciones internacionales (ONU), como facilitadores del
acercamiento entre las partes. El simple hecho de ir, una y otra vez, a
la mesa de diálogo, constituye la aquiescencia de la guerrilla como
fuerza beligerante, que cumple con los requisitos establecidos por la
Convención de Ginebra como instrumento de lucha política del sector
oprimido y excluido de la sociedad.
Con el cierre de la zona de distensión del Caguán, se posterga
por enésima vez, la posibilidad de paz, para, de nuevo darle continuidad
a la guerra, al holocausto del pueblo colombiano. La oligarquía y la
jerarquía católica son enemigos de la paz, por cuanto ella significa
aceptar las demandas económicas, sociales y políticas de las mayorías
nacionales.
Luego del Caguán, viene la reanudación de la guerra con los
hechos más atroces, más violentos de masacres y genocidio. La
reaparición de los “chulavitas” de la época de Ospina Pérez y Laureano
Gómez, ahora con el nombre de paramilitares, entrenados por la CIA,
uniformados y armados por el ejército, financiados por el narcotráfico y
respaldados por el gobierno delincuente de Álvaro Uribe Vélez. Las
masacres y asesinatos que realizaban los policías y militares, la
llamada “guerra sucia”, le queda como encargo a los paramilitares, cuyo
objetivo principal está dirigido a destruir la base social de la
guerrilla ante la imposibilidad de derrotarla en el enfrentamiento
armado. Paramilitares entrenados por la CIA - igual que Alqaeda - para
ejecutar la barbarie en el grado máximo de crueldad (moto sierra),
“falsos positivos” de Juan Manuel Santos (asesinatos, colocación de
bombas para atribuírselas a la guerrilla), desapariciones, terror y
muerte que hace del territorio colombiano una gran fosa común. Se cumple
la frase de Voltaire.
“La civilización no suprime la barbarie, la perfecciona”.
Hubo cuadrillas de exguerrilleros que no se acogieron al acuerdo de paz
de Rojas Pinilla, carecían de ideología revolucionaria – se
transformaron en bandoleros - Sangre Negra, Efraín González - a
diferencia de los grupos que en el occidente colombiano formaron las
“Repúblicas Independientes ”(Marquetalia, Guayabero, Rio Chiquito, El
Pato), y que en 1964, con Manuel Marulanda y Jacobo Arenas, fundan las
FARC.
Sesenta años de lucha guerrillera en pro de la paz, recibe como
respuesta la negativa permanente de la oligarquía a hablar de paz. ¿Cómo
entender que el gobierno, cuyo objetivo fundamental es la paz, niega
toda posibilidad de acercamiento, de entendimiento para ponerle fin al
conflicto y a las causas que lo originan, las cuales, luego de sesenta
años, no sólo están vigentes, se agudizan día a día? ¿Cómo entender que
el gobierno oligarca y la jerarquía católica, se nieguen a recibir los
prisioneros de guerra que las FARC ofrecen poner en libertad? ¿Por qué
el gobierno oligarca se niega a la libertad de los soldados y oficiales
que van a la guerra en defensa de los intereses de la oligarquía y la
jerarquía católica, y son hechos prisioneros en acciones militares?
¡Increíble! ¡Insólito! ¡Inaudito!
Ante la negación absoluta de la oligarquía y la jerarquía
católica a hablar de Paz, las FARC y el ELN, mantienen la propuesta, no
cejan en su empeño: Raúl Reyes muere en gestiones de paz; el Mono Jojoy
muere en la lucha por la paz; y su más eximio exponente, el comandante
Alfonso Cano, muere en aras de alcanzar la paz. De otra parte el ELN
busca acercamientos y mesas de diálogo en países vecinos (Cuba,
Venezuela). Diferentes organizaciones sociales mantienen la campaña por
el intercambio de prisioneros y la necesidad de la paz. La comunidad
internacional aboga por la paz. En la propia asamblea de fundación de la
CELAC, surgió la propuesta de facilitar acercamientos para la paz que,
Juan Manuel Santos, de inmediato y en forma tajante ¡rechazo! Ante
todas estas acciones y gestiones, el gobierno oligarca y la jerarquía
católica, mantienen, imponen su intransigente negativa al diálogo ¿Por
qué?
A esos intentos y gestiones - desde la Rebelión Comunera del
Socorro a la Asociación de colombianos por la Paz - la oligarquía y la
jerarquía católica, responde con guerra y más guerra, genocidios,
masacres, bombardeo de zonas campesinas, bombardeo del territorio de
países vecinos (Sucumbíos, Ecuador), acompañados de acusaciones,
señalamientos, contra los gobiernos de los países vecinos, como si estos
fueran los culpables del conflicto interno colombiano. Todo ello crea
inestabilidad en las zonas de frontera. El gobierno oligarca, junto a la
jerarquía católica, pretende que los países vecinos renuncien a la
política de NEUTRALIDAD asumida por los gobiernos habidos durante los
últimos sesenta años. Pretenden que los países vecinos se inmiscuyan en
el conflicto interno, como lo hace el gobierno de Estados Unidos, que no
participa en ninguna gestión de paz, sino, todo lo contrario, financia
la guerra, aporta las armas y las técnicas militares de su sofisticado
arsenal guerrerista.
Ante la permanente derrota, que los frentes guerrilleros le
infligen a las fuerzas policiales y militares, incapaces de derrotar la
lucha del pueblo colombiano, el gobierno oligarca con la anuencia de la
jerarquía católica llega al extremo de entregar la soberanía nacional a
un ejército extranjero y permitir la instalación de bases militares en
territorio colombiano. La impudicia, cinismo y traición a la patria de
estos gobiernos no tiene nombre.
Nunca la jerarquía católica ha denunciado la entrega de la
soberanía de Colombia a una potencia extranjera. Nunca la jerarquía
católica ha denunciado la presencia de bases militares y soldados de
Estados Unidos en territorio colombiano. ¿Cuál será el concepto de
Patria y de Soberanía que en sus colegios y escuelas católicas les
forjan a los niños y a la juventud colombiana?
Es desde los púlpitos, los confesionarios y las sacristías,
donde se incuba el odio contra el reclamo de las mayorías nacionales y
se ordena el asesinato de sus dirigentes. La muerte de Gaitán se gestó
en las arengas políticas de los “oradores sagrados”, desde los púlpitos.
Ocurrió contra la Rebelión Comunera (1781). Ocurrió contra la lucha de
independencia (1810). Y ocurre en la lucha actual del pueblo colombiano
por su soberanía, por la inclusión y por la equitativa distribución de
la riqueza, fruto de su trabajo.
“La política guerrerista del gobierno de los Estados Unidos, cosecha el odio de los pueblos del mundo.”