La primera reacción de muchos ante la reunión de Santos con Capriles tiende a los análisis apresurados y pasionales. Nosotros casi siempre tratamos de no apurarnos y de apelar a la razón. Es decir, aplicar la máxima de actuar con el corazón ardiendo y la mente fría. Lo primero que debemos decir es que, en circunstancias normales, no habría ningún problema en que un Jefe de Estado se reuniera con un opositor de otro país, sobre todo si hay comunión ideológica entre ambos, como es el caso de Santos y Capriles. De hecho, tanto Chávez como Maduro lo han hecho, un ejemplo de ello son las reuniones de ambos con Rigoberta Menchú, quien es una líder opositora de Guatemala. El problema en este caso es el momento y la circunstancia. Capriles no es un simple opositor, es alguien que desconoce tanto la legitimidad de nuestro Presidente como a las instituciones del Estado venezolano, además de que está siendo investigado por provocar homicidios.
De todas formas, como se ve claramente, sobre lo que se trató en la reunión solo es Capriles quien ha informado, y lo ha hecho con su estilo ladino, engañoso. Dice haber hablado de los temas de los cuales viene hablando: que si las auditorías, que si las limitaciones democráticas en Venezuela, que si el incumplimiento de unos supuestos acuerdos con Unasur, que si la falta de equilibrio institucional, que si los presuntos ataques a los medios. Además dijo haber mostrado interés por asuntos referidos a las relaciones bilaterales. Pero por ninguna parte aparece que Santos le haya respondido nada ni aprobado nada. La información del ex candidato antichavista quiere dar la impresión de que Santos estuvo de acuerdo con toda estas denuncias, pero esto a todas luces no es así. Lo que se deduce es que Santos solo escuchó la perorata, y seguro que por allí vendrán las explicaciones del presidente colombiano, una vez que su canciller, María Angela Holguín declaró que El presidente de la República, Juan Manuel Santos, desde que inició su Gobierno, decidió tratar los asuntos con el Gobierno de Venezuela de una manera directa y sin micrófonos.
La reacción de nuestro Gobierno era necesaria, dados el momento y la circunstancia, como hemos dicho, pero no debería pasar de allí. Sería un error, según nuestra opinión, renunciar a nuestro papel en el diálogo de paz en Colombia. Lo que queremos decir, y vamos a explicarlo, es que no debemos ahogarnos en un vaso de agua, sobre todo cuando el mismo está envenenado por nuestro principal enemigo histórico. Para nosotros, esto último es el quid de la cuestión, y lo explicaremos.
El miércoles pasado el compatriota Miguel Angel Pérez Pirela propuso la etiqueta #UribemandaaSantos. Esto se llama disparar al blanco equivocado. Son públicas y notorias las profundas diferencias actuales entre Alvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Uribe se siente traicionado por su ex ministro de Defensa, no solo por el viraje que le ha dado a los planes del ex mandatario contra las guerrillas, el diálogo de paz primeramente, sino también porque Santos ha promovido soterradamente las acciones penales contra funcionarios del gobierno de Uribe. Es una relación tensa, que excluye que Santos esté recibiendo órdenes de Uribe. Ojalá fuera solo eso. El asunto es mucho más grave.
Las dos claves de la reunión de Santos con Capriles hay que ubicarlas en la reciente cumbre de la Alianza del Pacífico, que convocó a mandatarios de derecha del continente, y que es una respuesta al ALBA promovida por el imperialismo, y en la visita que hace solo unos días realizó el vicepresidente yanqui, Joe Biden, a Colombia.
En la cumbre de la Alianza no dejaron lugar a dudas las declaraciones de varios presidentes, en el sentido de la orientación política. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, dijo la que la Alianza del Pacífico es el nuevo motor económico y de desarrollo de América Latina y el Caribe. Esto la enfrenta claramente al Mercosur.
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, dijo que los miembros de la Alianza comparten una visión en favor de la vigencia del Estado de derecho y de la democracia, y de creer que con libre comercio podemos encontrar mayor competitividad para nuestros pueblos.
La presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, cuyo país se está integrando oficialmente a la Alianza del Pacífico, dijo: Ya basta de ideologías, ya basta de consignas, ya basta de buscar chivos expiatorios. Tenemos que asumir con responsabilidad las tareas que aún tenemos pendientes en materia de desarrollo.
¿Chivos expiatorios? Sin duda que Chinchilla se refiere a las denuncias de Chávez y otros dirigentes latinoamericanos de orientación progresista contra las oligarquías y el imperialismo.
Andrés Oppenheimer, agente yanqui y columnista de los pasquines mayameros The Miami Herald y El Nuevo Herald, escribió recientemente: El año pasado, los cuatro países miembros de la Alianza del Pacífico tuvieron un índice de crecimiento combinado de 5 por ciento, mientras que los países del Mercosur crecieron a una tasa promedio del 2,9 por ciento, según la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL)Lo que es más, en medio de una desaceleración general del comercio global, el comercio entre los países de la Alianza del Pacífico creció 1,3 por ciento el año pasado, mientras que el comercio entre los miembros del Mercosur cayó un 9,4 por ciento, según la CEPAL.
La promoción de la Alianza del Pacífico y su clara orientación de competencia económica y política con el Mercosur es uno de los movimientos políticos más relevantes del imperialismo en los últimos años, con miras a torpedear los avances de la integración latinoamericana y fomentar la división entre nuestros países. Es en esto último donde reside el quid de la cuestión de la reunión Santos-Capriles.
La otra clave es la reciente visita del vicepresidente gringo Joe Biden a Colombia. Nosotros pensamos que fue allí donde se cocinó el guiso final de la reunión de Santos con el capo fascista criollo. Santos y Biden abundaron en mutuas carantoñas. El presidente colombiano dijo que Biden Es un viejo amigo de Colombia y nos conoce bien. Y el vice yanqui replicó Están lejos los días en que el mensaje de Estados Unidos para Colombia era: ¿Qué podemos hacer por ustedes?. Hoy es: ¿Qué podemos hacer con ustedes?. Todo parece indicar que la reunión de Santos con Capriles, que en principio no estaba anunciada, fue una concesión de Santos a una solicitud de Joe Biden, dentro de la máxima siempre aplicada por el imperialismo de divide y vencerás.
Ahora bien, hay que entender, para actuar frente a este hecho, que la contradicción principal de la actual época histórica es entre el imperialismo, por un lado, y los países y pueblos oprimidos por el otro. Uno de los grandes aciertos de Chávez fue haber comprendido esta realidad y actuado en consecuencia. Por eso llamó a Santos su nuevo mejor amigo, por eso en su momento trató de mantener buenas relaciones con Uribe, por eso medió entre Lobo y Zelaya, por eso promovió el diálogo de paz en Colombia. Su gran pasión fue la integración de América Latina, el gran sueño bolivariano, y su obra en ese sentido es palpable.
No es casual que el Programa de la Patria 2013-2019 esté encabezado por un objetivo histórico que se corresponde con la comprensión del carácter de la mencionada contradicción principal, cuando plantea Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: La Independencia Nacional, el cual siempre vinculó estrechamente con el cuarto objetivo: Contribuir al desarrollo de una nueva geopolítica internacional en la cual tome cuerpo un mundo multicéntrico y pluripolar que permita lograr el equilibrio del universo y garantizar la paz planetaria
Con la reunión Santos-Capriles, el imperialismo montó una provocación divisionista de alto calibre. En aras de dar prioridad al principal objetivo histórico estratégico de la época, debemos evitar morder el peine. Sería muy lamentable que un personaje transitorio de la historia política del continente, como Henrique Capriles, fuese el instrumento imperial para cumplir el objetivo de perturbar definitivamente las relaciones colombo-venezolanas. En ese sentido debemos medir cada paso, no vaya a ser que destruyamos con los pies lo que Chávez hizo con las manos.