“Nuestras vidas son los ríos,
que van a dar a la mar,
que es el morir”
Jorge Manrique
Esa parte de la copla de Jorge Manrique a la muerte de su padre, aprendida en mi escuela secundaria, que fue muy buena, en el Liceo Antonio José de Sucre de Cumaná, dejó al mismo tiempo en mi impregnada la idea que los ríos buscan la mar. Además, desde niño, cada instante de mi vida vi al Manzanares transcurrir hacia el mar. Nunca le vi devolverse. Aunque mi madre, testigo del terremoto de 1929, dice haberlo visto en eso. Fue un terremoto quien aquello pudo haber provocado, en el mirar de mi madre, por un instante, aquel fenómeno y hasta espejismo, para decirlo de manera figurada. Pero también aprendí en esa misma escuela que ese buscar la mar es porque el río viene bajando; supe de una cosa que llaman “Ley de Gravedad”, que es verdadera, fatal, no como la de la “Oferta y la demanda”, que obliga a los ríos tener esa conducta. No es culpa de ningún mortal en este mundo que el Orinoco se llene del caudal de los ríos tributarios, hasta en exceso como ahora y en su viaje hacia el mar, por rebozarse, parte de las aguas tomen rumbos a otros espacios y hasta invadan pueblos, por “culpa de la “Ley de Gravedad”. Si habría que buscar un culpable, pudiera hallarse entre los hombres que han gobernado y gobiernan, que no construyen sistemas de contención, distribución y defensa, sobre todo acá abajo..
Pero luego, más tarde, en la misma escuela de juventud supe de la bendición de Dios a Venezuela, que le bajan baja agua desde las altas cordilleras del occidente, pasan por las nuestras, llegan al pie de monte andino nuestro y se explayan por las sabanas y los ríos. Y la Cordillera de la Costa nuestra, también le aporta por eso mismo, inmensos caudales de agua.
Barcelona, la ciudad donde ahora vivo, recibe agua de allá arriba, del Turimiquire, entre Sucre y Monagas. Digo recibe por decir algo, pues llevamos más de quince días casi sin ese líquido por culpa de los gobiernos, incluyendo este “bolivariano”, que no han podido construir una red apropiada para surtir a estas ciudades. No es pues por culpa de la naturaleza esta escasez en Barcelona, el agua sobra y viene de allá arriba, no desde abajo como Caracas, lo que resulta muy costoso subirla, pero el sistema distributivo oriental tiene como 50 años de atraso. Las montañas y la gravedad ayudan pero el hombre entorpece.
Dije lo anterior y ahora digo lo otro. Sobre Uribe, Santos y la oligarquía colombiana tengo exactamente la misma opinión que vierte el discurso del gobierno a cada instante. De manera que lo que diré de aquí en adelante nadie puede banalizarlo diciendo que viene de alguien que a aquellos apoya. No. Les tengo en un muy mal concepto, tanto como les creo aliados de las políticas invasoras y contrarias al interés de los pueblos de nuestra América. Hasta de su propio pueblo, el colombiano.
Pero la política bolivariana no se hace con discursos cursis, politiqueros, subliminales, mentiras, ironías baratas, con prejuicios y hasta xenofobia. Porque esos procederes pueden herir la susceptibilidad de los pueblos hermanos. Una cosa son aquellos personajes y clases nombradas y otra el pueblo colombiano. Por eso el discurso debe ser cuidadoso, nada de hacer alusiones o pronunciar palabras subliminales que pueden volverse un boomerang.
Hoy, en televisión, en un programa emergente, donde comparecieron la señora Delcy Rodríguez y el ministro Reverol, motivado al estado de alerta en las zonas cercanas a los grandes ríos, particularmente el Orinoco, especialmente en los alrededores de Ciudad Bolívar y buena parte del Estado Delta Amacuro, la primera dijo en tres oportunidades que eso era causado - se puede constatar en el video - una frase más o menos parecida a esta, “por las aguas que vienen de Colombia”. Si, lo dijo y lo repitió.
Aparte de la Copla del gran poeta español del “Siglo de Oro”, que se me quedó grabada, haberme criado en un espacio donde el río y el mar se besan y haber comprobado que aquel venía de arriba, estudié varios semestres de geografía, estuve en la política por muchos años y ahora intento ser analista solamente. Y justamente acabo de responder un doble cuestionario, en buena medida, acerca de la que debería ser la política bolivariana con respecto a nuestra América. Por estas cosas, me llamó poderosamente la atención que la señora Rodríguez pusiese empeño en repetir eso de “por el agua que nos llega de Colombia”. Menos mal que alguien, creo que el gobernador de Delta Amacuro, no sé si por casualidad o por intentar minimizar lo dicho y repetido, dijo “pero también nos llegan peces en abundancia”. ¿A qué viene esa expresión de la vicepresidenta? ¿Qué significado tiene? ¿Esa repetida alusión a Colombia no pudiera ser una torpeza sobre todo pronunciada por alguien que además de vicepresidenta fue Cancillera? ¿Acaso lo hizo como una planificada alusión subliminal? ¿Eso ayuda la política de integración bolivariana que debe, en primer término, ser con los pueblos? ¿Fue sólo una inocente torpeza? ¿Por qué se repite? ¿Se golpea con eso a Santos, Uribe y la “godarria” colombiana?
Es inapropiada esa expresión de la vicepresidente desde cualquier punto de vista, particularmente desde el relativo a la diplomacia, la geografía y los principios bolivarianos. Lo que ella dijo y se empeñó en repetirlo, tal como están las cosas, pudiera generar la idea que así como de allá mandaron unos drones e intentaron un magnicidio, ahora nos mandan agua, como quien coge un tobo y trasiega el agua de su patio para el del vecino inundarlo.
No señora vicepresidenta. Eso no debe decirse de esa manera, porque esa agua estrictamente hablando, técnicamente hablando, viene de las montañas que por allá se levantan y del pie de monte andino nuestro. Así como las del Turimiquire, en oriente, en gran volumen y fuerza corren hacia las partes bajas. Y por eso, debemos darle gracias a la naturaleza, nuestra privilegiada posición geográfica y latitudinal que alguna desventaja también debe tener.
Esa expresión suya y repetida, en medio del escenario político actual es anti diplomática y hasta si se quiere anti bolivariana. Pudiera usted, por hacer política de baja factura, herir al pueblo colombiano, como acusándolo de trasegar el agua de su patio para el nuestro. No fue una expresión repetida nada inteligente ni aguda, sino de muy mal gusto.
Que esas montañas estén allá, buena parte de ellas en Colombia y más acá nuestro piedemonte que surte de gua el inmenso territorio nacional, especialmente la región llanera, es una bendición de Dios. Que el caudal sobrepase lo normal y nosotros no tengamos una estructura adecuada para conducir esas aguas y evitar las desgracias que esos eventos ocasionan es asunto de nuestra absoluta incumbencia.
La política bolivariana pasa por adecentar el discurso, hacerlo acorde con las circunstancias y sobre todo mantener las mejores relaciones con los gobiernos, pero por encima de estos con los pueblos. Esos discursos politiqueros, subliminales y que presumen de inteligente, pudieran hacer mucho daño. Ese discurso suyo pudiera voltearlo el gobierno colombiano fácilmente en contra nuestra.