En unas cartas abiertas que dispara a repetición como un pasatiempo un poco sospechoso, el señor Padilla vitupera la Embajada de Venezuela en Francia (Ver http://www.aporrea.org/venezuelaexterior/a38237.html). Pareciera que ella tiene todos los vicios. Es cierto que nadie es perfecto, sin embargo, lo que conozco de esa misión —en tanto que Francés solidario del Proceso Bolivariano— no corresponde a la imagen pésima que dibuja el epistolario. Cuando el Embajador fue requerido por la situación difícil que atraviesa Venezuela y que tuvo que corregir la imagen sucia que los medios de comunicación franceses dieron (por ejemplo del “compromiso” de un dirigente del gobierno con la ultraderecha francesa, o del caso de RCTV, o de las acusaciones de Reporters sans Frontières…, para no citar sino los últimos acontecimientos) él dio la cara y supo desarrollar las acciones pertinentes contrarrestando esas calumnias.
En la carta del señor Padilla hay, me parece, muchas mayúsculas, muchos gritos ofuscados, muchos adjetivos grandilocuentes, pero pocos hechos. ¿Cuales son los crímenes? … Se festejó el día de la Independencia el cuatro de julio. Basta esto para hacer del Embajador un aliado de Bush. Que yo sepa, las celebraciones oficiales al pie de la estatua de Bolívar en Paris tuvieron lugar el 5 de julio, si se quiere ofrecer una muestra de sentido patrio. Además, no hay que mezclar todo : el 4 de julio es día de la independencia del pueblo norteamericano, nos es el del cumpleaños de Bush.
¿Que más? Conocemos, gracias a la indiscreción del señor Padilla el sueldo del Embajador. Me imagino que el gobierno venezolano no necesita los buenos oficios de este señor para juzgar cuánto debe pagar por el trabajo de sus representantes en el exterior. Me imagino además que su gobierno no les pide que alquilen locales con sus sueldos.
Pareciera que el delito mayor fue el de invitar a un grupo barinés a dar un concierto en la noche del 5 de julio para prologar las festividades. Padilla se escandaliza del precio de entrada de 10 € que cobró la asociación FRAVEN (France-Venezuela), copartícipe del evento, para retribuir a los artistas, mientras que la Embajada se encargaba de los gastos de la estadía de los nueve barineses. Cierto que el hecho es muy ”sospechoso” como dice Padilla. Todos estamos imaginando que el pobre Embajador organiza conciertos pagos para mejorar su sueldo que, ahora sabemos, es de miseria.
Quizás, aquí se aclara un poco el porqué de tanto veneno. El señor Padilla confiesa él mismo que él es un artista de gran talento. Añade que la Embajada quedó sorda a sus propuestas (¿de financiamento?). ¿Acaso no habrá resentimiento en el aire? ¿No será que el imprescindible talento de Padilla no ha sido reconocido? A partir de este “artisticidio” imaginario, todos los símbolos patrios no bastan para que él exprese su indignación egocéntrica. La Revolución, la Madre Patria, Simón Bolívar, la Independencia y porqué no José Gregorio Hernández, no pueden esconder el fondo de su pensamiento: la Embajada es un cajero automático a su disposición, como se quería hacer de ella precisamente durante la IV República que él señor Padilla pretende criticar pero que en el fondo añora.
La Revolución democrática de Venezuela no está —¡Ojala!— al servicio de compadres vestidos de rojo.
Como lo dice el señor Padilla al citar Ortega y Gasset : « la solución de un problema falso es un error absoluto ».
En la espera de su tercer disparo,
Atentamente,
François MIGEOT
Escritor
migeot-alvarado@wanadoo.fr