Ante la arremetida fascista en Bolivia para destruir su institucionalidad democrática, por parte de los sectores racistas y de la derecha más radical del país, en perfecta sintonía con las directrices del imperialismo yanqui a través de su embajada en La Paz, el presidente Evo Morales declaró “persona non grata” a su titular Philip Goldberg y le concedió setenta y dos horas de plazo para que abandonara el país. El presidente Hugo Chávez, en un gesto de solidaridad revolucionaria, que lo enaltece, tomó la decisión de hacer lo propio con el embajador en Caracas, Patrick Duddy.
Como es del conocimiento general, el gobierno de Bolivia confronta una feroz arremetida fascista de la más rancia oligarquía criolla, cuyo objetivo es su derrocamiento y la balcanización del país, todo ello bajo la directa instigación y el respaldo financiero y táctico del gobierno de Washington y esto ocurre, por paradójico que parezca, luego que en el referéndum revocatorio de mandato realizado el pasado mes de agosto, el Presidente Evo Morales obtuviera el más resonante triunfo con casi el 70% de los votos de su pueblo y se convirtiera así en el único gobernante democrático del Continente en haber logrado, históricamente, tamaña victoria. Recordemos que Morales fue electo en diciembre de 2005 con el 53% de los votos.
Esta decisión de nuestro Comandante Hugo Chávez es trascendental y se inscribe en las páginas de esta nueva historia que ya estamos escribiendo, como expresión de una conducta necesaria e indispensable en este tránsito de los pueblos latinoamericanos por conquistar para siempre sus derechos de libertad y autodeterminación, así como el sueño de los héroes de la patria: la integración de nuestros pueblos para la construcción de la patria grande y digna que nos merecemos, sin tutelas de ninguna índole. Constituye, por ahora y así lo creemos, en una pequeña contribución que la Revolución Bolivariana le concede a un pueblo hermano, sometido hoy a la más bárbara agresión fascista que hayamos podido ver en los últimos treinta años en nuestro Continente.
La Venezuela de la esperanza, la Venezuela que avanza hacia estadios donde la justicia social no sea una quimera, sino una realidad viva y palpable ante los ojos del mundo todo, tiene que tener como norte invariable la solidaridad militante e irrestricta con sus hermanos latinoamericanos y caribeños que andan por los mismos caminos y senderos buscando iguales objetivos: la paz, la felicidad y el engrandecimiento de nuestros pueblos en el marco de la igualdad, la solidaridad y la mayor justicia social posible.