Manuel C. Martínez M. *
21/06/2010 15:10
Desmenuzando ese “prefacio”: por Historia allí debe entenderse los pasos y las vicisitudes por la que pasó el país cuya economía se pretenda clonar. Por dolores del parto se infiere dejar que el desarrollo y muerte del sistema saliente cumpla sus propias fases antes de forzar el nacimiento de algún otro modo frustrante y abortivo.
Bien, salvedad hecha de los populistas o demagogos, la realidad más objetiva que podamos ver nos dice que los países rezagados, o que sencillamente “perdieron el autobús”, a los cuales aquellos les etiquetan con los epítetos más faramalleros, como estos: que si “países subdesarrollados”, que si “en vías de desarrollo”(el epíteto más “negrero” o “ mojonérico”), que si del “Tercer mundo” (como si hubiera más de uno), salvedad hecha de esos vivianes de la Cosa Pública, decimos, muchos observadores más eclécticos y menos interesados en el billete del Erario Público, consideran que el desarrollo alcanzado por los pioneros del Industrialismo Burgués no tiene más límite que el que le imponga su propia dinámica.
Pretender alcanzarlos o igualarlos es pedir que un amateur le gane a un profesional, que un “peso pluma” noquee a un peso pesado”, cosas así. Es imposible salir del hueco del atraso industrial sin que los p. ya industrializados conserven su distancia. Esto significa que el desarrollismo industrial a estas alturas es relativo.
Y así fue cómo lo intuyó y expuso el padre de la Economía Política Científica, Carlos Marx, ob. cit., mismo lugar. Cualquier conato de desarrollo industrial del presente en países ex colonias, y ex protectorados, sólo sirve en última instancia para alimentar y completar el desarrollo industrial de los países punteros. Esto no ameritaría discusión, ya que esos países preindustrializados no darán tregua a su desarrollo. Por ejemplo, las protestas belicosas y cruentas se traducen en ganancias económicas de los mercaderes correspondientes, de quienes comercian con esas morbosas mercancías.
En Venezuela, por ejemplo, el Estado toma a préstamo créditos con fines industriales, según la conseja proburguesa keynesianista. O deja de cancelarle oportunamente a sus acreedores medianos y pendejos (profesores universitarios y jubilados), por ejemplo. Luego, si es que lo hace, invierte ese dinero en obras cuya contrata corre a cargo de empresarios burgueses, y atribuye los atrasos de la obra o su mala calidad a chanchullos y corrupción de gente contraria al gobierno.
Esas obras terminan costando más de una “bola”, puesto que se facturan a precio de oro y su utilidad se mide en metales febles. Tales obras y edificaciones deben repararse al coste de otra “bola” de billetes, con nuevos préstamos, y así ocurriría hasta que la historia y el desarrollo del país prestamista llegue a su fin.
Fijémonos en que cuando un rico invita a un pobre a su casa para una Gran Fiesta, no le quepa la menor duda de que lo hace para ponerlo en ridículo. Si i usted decide asistir, lo hará con “una buena pinta” acorde con la formalidad del caso, para lo cual agotará sus pequeños ahorros o se endeudará por largo rato. Y si opta por llevar su percha de pobre, no quepa duda de que allí fungirá de hazmerreír.
Mutatis mutandis, así les pasa a estos países rezagados que son invitados a participar en campeonatos de futbol, países que no han pasado de ser buenos jugadores de las sucias e insalubres “Bolas Criollas”. En algunos deportes han brillado algunos individuos, pero no el país como un todo.
Ahí está Honduras, ahí está Corea, etc., ahí estaría Venezuela si hubiera resultado clasificada para ir a ese matadero de países pendejos. Ocurre que tal invitación es para agrandar el mercado de la fanaticada mundial, ya que como empresa capitalista requiere tragarse hasta el último de los mortales en espectáculos como ese y como otros no menos gananciosos para la transnacionalizada red mercantil del deporte rentado. Que esa copa recaiga en un país rezagado, sería una rareza o un triunfo muy sospechoso.
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* Economista marmac@cantv.net