Escualino, Quintino y el diálogo (¡muy bueno!)

ESCUALINO, QUINTINO Y EL DIÁLOGO

- ¡Entonces, Escualino! ¿Dialogamos?

- ¡No, Quintino! ¡Negociamos!

- ¿Cuál es la diferencia, Escualino?

- Que, cada vez que dialogamos, usted me marea, Quintino. Como se las da de
leguleyo, siempre está sacando a relucir esa. ¡bendita Constitución
Bolivariana!, que ya me tiene enfermo. ¡Nada como la Constitución del '61!

- Escualino, ¿usted cree que la Constitución del '61 era mejor que "la
Bolivariana"?

- Quintino, yo no sé si era mejor, o peor; pero como la mayoría no sabía
siquiera que existía, no ocasionaba tantos problemas como la de ahora.
Cualquier pendejo que uno se encuentra por la calle pretende dárselas de
"doctor en leyes" y, como si uno fuera un demonio, le sacuden "el librito
azul" en la cara, para ver si uno desaparece. ¡La que tiene que desaparecer
es esa #$&* Constitución Bolivariana, para que el país vuelva a la
tranquilidad! No hay como aquellos días de la Cuarta República en los que
ignorar las leyes no era una vergüenza para nadie; ni los pat'enelsuelo se
entrometían en los asuntos del gobierno.

- Pero, ¿quién lo entiende a usted, Escualino? Me está pidiendo que
negociemos y ello requiere el establecimiento previo de reglas que rijan la
discusión; de lo contrario, se corre el riesgo de entablar conversaciones
que nunca culminarían en un acuerdo que beneficie a ambas partes y caeríamos
en lo que supuestamente pretende evitar: ¡un diálogo interminable! ¿O es eso
lo que realmente quiere?

- ¡Ve! ¡Ve! ¡Ve! Que con usted no se puede, Quintino. ¡Ya comenzó con su
palabrería! ¡A mí que me importan las reglas, lo que quiero es ganar de
cualquier manera! Nosotros estábamos acostumbrados a ganar juegos que ni
siquiera jugábamos, y llegaron ustedes y cambiaron el reglamento: ¡ahora
cómo nos cuesta ganar alguno de vez en cuando!

- Escualino, el reglamento se modificó porque así lo quiso la mayoría que
nunca ganaba un juego porque ustedes siempre tenían los árbitros a su favor.
¡Cualquiera se cansa de perderlas todas! Esa es la cuestión que deben
entender: cambiaron los tiempos, cambiaron las reglas, cambiaron los
jugadores, cambiaron algunos árbitros; pero los que se niegan a cambiar son
ustedes que no aceptan que ya no controlan los jugadores, ni que las cosas
deben hacerse sólo como a ustedes les conviene.

-Quintino, ¿tú crees que es muy fácil haber tenido el poder para escoger el
ganador antes de cada competencia y resignarse a perderlo de la noche a la
mañana?

- ¡No! ¡No es fácil, Escualino! Eso lo entiende cualquiera; tampoco ustedes
se han resignado.

-¡Por fin estamos de acuerdo en algo, Quintino! ¡Ni nos hemos resignado, ni
nos resignaremos! ¡Agotaremos cualquier recurso para salir del "director
técnico" de su equipo, porque sin él podemos cambiar nuevamente el
reglamento y continuar ganando todos los partidos.

-¡Ese es el problema de ustedes, Escualino! Están tan obcecados con el
director técnico nuestro y creen que si salen de él, de cualquier manera,
recuperan las posiciones en la "tabla de ganadores"; pero olvidan que el
equipo está dispuesto a defenderlo en todos los terrenos. En el muy remoto
caso de que deje de dirigirnos, nos ha enseñado en donde reside la
potencialidad del equipo para ganar todos los juegos: ¡en conocer, respetar
y aplicar el reglamento! ¡En reconocer sus propias capacidades y el valor
del trabajo en grupo! Eso no cambiará nunca; ni cuando a él se le venza el
contrato.

-¡Ciegos están ustedes que no ven más allá de la punta de la nariz,
Quintino! Olvidan que el equipo pertenece a una liga y es ella la que
determina las normas globales. Ella no va a permitir que cada equipo haga
lo que le de la gana; además, contamos con su total e irrestricto apoyo para
recuperar uno de los equipos que más dinero le han producido: era muy
rentable perdiendo; pero ganando no produce beneficios.

- Ni a ellos ni a ustedes, Escualino,  que eran los encargados de arreglar
los juegos para que siempre los ganaran los visitantes. De eso estamos
conscientes y pronto tendremos nuestra propia federación. ¡Aunque "la liga"
cuente con todos los narradores para desvirtuar lo que ocurre en la cancha!
¿No ha notado que ahora acuden más espectadores extranjeros a ver los
juegos? Fue que les comenzó a parecer sospechoso el cambio de estilo en la
narración. Vienen; observan la nueva forma en que juega el equipo; se
admiran del cambio; le preguntan al director técnico como lo logró y le
solicitan copia del nuevo reglamento.

-¡Eso es lo que ustedes están creyendo, Quintino! Los visitantes
extranjeros vienen a corroborar lo que los narradores nuestros les repiten
continuamente y ellos ya lo creen que es así. Nosotros contamos con todos
los recursos publicitarios, junto con los expertos que terminarán
convenciendo a los jugadores de su equipo que es necesario salir de su
"director técnico" para que recuperen su anterior condición económica. Es
verdad que no ganaban ningún partido; pero tampoco les faltaba nada y no
tenían que preocuparse por aprenderse ese ridículo reglamento: ¡nosotros
pensábamos por ellos! Siempre les hicimos creer que todo estaba bien así,
hasta que llegaron ustedes y les metieron en la cabeza esas ridículas ideas
de que pueden participar en la selección de la mejor estrategia para jugar.
¡Dios no le da cacho a los burros!

-¡Ni nadie cría toros de lidia mansos. Escualino! CaDa cosa tiene un lugar
en la naturaleza y no se puede ocultar esa verdad. Si un equipo ha nacido
para ser campeón, lo será; aunque traten de evitarlo. Si un padre le repite
continuamente a sus hijos diciéndole que son tontos, ellos corren el riesgo
de crecer creyendo que es verdad, hasta que descubren sus propias
capacidades y un día cualquiera sorprenden al padre con una acción que no
esperaba de ellos. Lo mismo les ocurrió a ustedes al pensar que todos los
jugadores creerían que no existían otras opciones de juego, sólo porque
ustedes lo callaban; pero se comenzaron a preguntar porque otros equipos
iguales a ellos llegaban al campeonato mundial y descubrieron que les
estaban ocultando otras formas de jugar. Todo ello lo lograron a través de
los mismos medios que hoy en día ustedes utilizan para hacerles creer que
este director técnico no les conviene y que el equipo sólo ha ganado por
casualidad. Fue su abandono el que permitió que un día, cuando el equipo
creía que ya no volvería a ganar ningún partido, les propusiera correr el
riesgo de cambiar el estilo para convertirse en ganadores. A ustedes les es
más difícil asimilar el cambio porque significó la pérdida de los
privilegios y el beneficio económico que estaba implícito en el hecho de
mantenerlo como un eterno perdedor.

-¡La pelea por el control del equipo y la cancha no ha terminado, Quintino!
Así que no canten victoria, porque nosotros tenemos unas cuantas cartas en
la manga.

-¡Claro! Como algunos asistentes del director técnico que trabajan en
contra de la estrategia que él ha planteado, Escualino! Conocemos los
infiltrados; pero, por el bien del equipo, no podemos prescindir de ellos ni
suspender el campeonato. ¡Por ahora! Sería seguirles el juego a ustedes,
para que aleguen que las nuevas reglas son discriminatorias; aunque callen
la verdad de que las anteriores siempre fueron ambiguas. Es obvio que el
objetivo final es quebrarnos para que rematemos el estadio y ustedes puedan
participar como socios en la compra.

-¡No ve, Quintino, que con usted no se puede conversar! ¡No pierde una!
¡Después no diga que es uno el que no quiere dialogar! ¡Aquí no hay más nada
de que hablar! ¡Si quiere que continuemos conferenciando, modifiquen primero
el reglamento para  asegurarnos de que ganaremos el próximo juego!



Luis E. Rangel M.

Mérida, 18 de noviembre


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Luis E. Rangel M.


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