averiguar la verdad e intentando permanecer leal,
…a este impulso originario, susceptible de poder ser
compartido aún por lectores ideológicamente
separados
por un abismo de las ideas de quien escribe…
JOSÉ
SANT ROZ
Ya nació el
libro del profesor José Sant Roz: “El Procónsul Rómulo Betancourt.
Memorias de la degeneración de un país” (Caracas, bajo el
sello editorial Monte Ávila Latinoamericana, mayo 2010). El texto como
tal se imprime en Guarenas, lugar de muchas andanzas del personaje en
estudio: ¿será casualidad? Por otra parte, es un libro que viene a
llenar un vacío importante que ha existido para la comprensión real
de lo que fue la “democracia representativa”.
El autor, Sant
Roz, ya nos había enterado de situaciones importantes en el ámbito
de la historia nacional; tus trabajos “Bolívar y Chávez” (2003)
y “Bolívar y Santander”, dan plena demostración de que la historia
no ha sido contada como es. Confieso que como preocupado por el acontecer
histórico nacional, siempre me dejé estigmatizar por personajes como
Manuel Caballero y Guillermo Morón; gente a la cual tu no te puedes
acercar porque te tragan con su soberbia; son sólo ellos los portadores
de una verdad, pero no tienen la decencia de guardársela, sino que
la imponen. Gente como Sant Roz, que si es como escribe sé que no le
va mucho eso, deberían ser los gestores de esa academia que necesita
nuestro pueblo y no el disfraz, apátrida de quienes arropados en las
banderas de “sus verdades” desprestigian la verdad que ha vivido
el pueblo.
El libro “El
Procónsul…”, de 747 páginas, con anexos de imágenes, y 94 referencias
bibliográficas consultadas, sin incluir las entrevistas a personalidades
que vivieron esa historia, se convierte en un referente de autoridad
para profundizar el peso específico que significó Rómulo Betancourt.
No porque Betancourt fuera un “mal hombre”, sino porque representó
la “cola” de esa bestia creada por la oligarquía a partir de 1830.
Él hizo lo que tenía que hacer: escribió un libro, “Venezuela,
política y petróleo”, en el cual se muestra tal cual es…
Tocando a fondo lo anterior, valga citar el juicioso análisis que al respecto hace Sant Roz: “Venezuela, política y petróleo parece escrita por alguien que no se siente venezolano, que ve los acontecimientos de lejos, como si no le incumbiesen mucho. Va diseccionando, como un médico patólogo, frío e indiferente, que practica la autopsia al cadáver de una república desahuciada ya en 1830. En casi todas sus referencias utiliza libros, archivos y artículos de prensa norteamericanos, como si con este aval sus argumentos ganasen altura y distinción.” (p.XVI)
Rómulo Betancourt
(1908-1981), el que todos conocemos, fue un político venezolano, presidente
de la República (1945-1948; 1959-1964); según nos cuenta Sant Roz,
nació en Guatire, estado Miranda, un 22 de febrero de 1908; se graduó
de abogado y en 1928 participó en las manifestaciones universitarias
llevadas a cabo contra el presidente Juan Vicente Gómez; este hecho
causó su exilió en la isla antillana de Curazao, un aparte acerca
de este punto lo trata con pertinencia Sant Roz, pero no lo nombro para
que lean el libro.
A todas estas,
Betancourt llega en 1930 a Costa Rica y con esa llegada se entusiasma
por las ideas de izquierda y por el Poder Soviético, ingresando al
Partido Comunista; participó junto a otros exiliados venezolanos en
la fundación de la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI);
en 1936 hizo lo propio con el Movimiento de Organización Venezolana
(ORVE), el cual se transformó en el Partido Democrático Nacional (PDN),
que actuó siempre en la clandestinidad debido hasta 1941. Aunque en
1937 regresó a Venezuela, volvió en 1939 al exilio, junto a otros
miembros de la llamada generación del 28. (Rómulo Gallegos, Raúl
Leoni, Luís Beltrán Prieto Figueroa, Gonzalo Barrios y Andrés Eloy
Blanco); el 11 de mayo de 1941, funda el partido socialdemócrata Acción
Democrática (AD); entra en la vida política de lleno y alcanza lazos
significativos con la oficialidad inconforme de la época, haciendo
posible el 18 de octubre de 1945, donde se derrota al para entonces
presidente Isaías Medina Angarita; se formó una Junta Revolucionaria
de Gobierno presidida por Betancourt, aprobando durante su mandato,
en 1947, una nueva Constitución. Se promovió asimismo la elección
de Rómulo Gallegos, quien accedió a la presidencia de la República
el 15 de febrero de 1948 y sucedió así a la Junta. Volvió a exiliarse
en enero de 1949, después del golpe de Estado que había derrocado
a Gallegos 1948; regresó tras la caída de Marcos Pérez Jiménez,
1958; gobierna una Junta Cívico-Militar, y se llama a elecciones, donde
alcanza llegar a la Presidencia; en 1961 una nueva Constitución consagra
los deseos del llamado “padre de la democracia”; trabaja para hacer
posible la alternatividad en el poder y el 11 de marzo de 1964, le sucede
Raúl Leoni. Para ese tiempo, según “y que su despertar”,
se vuelve anticomunista; retirado de la intencionalidad de llegar al
poder, vivió algunos años en Suiza, regresando a Venezuela en
1973, para intentar ser candidato a la presidencia de la República
por su propio partido, pero sucedió “algo raro” y Carlos Andrés
Pérez es el seleccionado, situación bien abordada por Sant Roz y que
abrirá “concha” en los grupos soñadores oligarcas; fallece el
28 de septiembre de 1981, en Nueva York, ciudad que sin duda le acobijaba
más su Guatire natal.
El libro de
Sant Roz se inicia haciendo alusión a la infancia y juventud del hombre
de la pipa; abarca cinco partes, haciendo énfasis en los hechos del
18 de octubre del 45, sus exilios, sus acciones políticas y el reposo
del caudillo, que para Sant Roz significa el auto-aislamiento, físico
y anímico, de un guerrero que renunciaba a todo por “la falta de
valor para enfrentar a su ex ministro (Carlos Andrés Pérez), (optando)
por sacarle el cuerpo a su gestión, porque se estaba exponiendo peligrosamente
a que fuera señalado también de delincuente…” (p.716)
Finalmente,
“El Procónsul…”, quien se quiso crear una imagen propia, siempre
terminó por parecerse a quienes atacaba o traicionaba: “…no fueron
meras casualidades las coincidencias que se dieron entre Pérez Jiménez
y Betancourt para derrocar a Isaías Medina Angarita, sino la confluencia
de dos personalidades muy afines en sus ambiciones políticas y morales.
Dos personalidades imbuidas de un mismo modelo materialista, tecnocrático,
sensualista y liberal”. (p.727) Por esta, y por muchas razones más,
hay que leer estas reflexiones sustentadas de un guariqueño que se
fue a Mérida y que desde el trono de las montañas andinas, tiene la
sapiencia de ayudarnos a describir, explicar y comprender la verdad
que ha vivido el pueblo.