Estas ideas no van dirigidas a ese grupo de “enfermos” y “psicóticos” que están en las universidades como policías buscando atrapar algún fraude o acción de plagio de estudiantes o docentes. Esos grupos miserables, representación viva de la inquisición en tiempos modernos, no merecen ser considerados académicos, menos aún referencia intelectual alguna de la cual se pueda extraer algo. Son unos bastardos y morirán envenenados con su propia hiel de excremento.
Estas ideas van dirigidas a los investigadores y estudiantes que buscan construir un discurso científico valiéndose del mayor número de contenido y aproximaciones teóricas que al respecto se puedan encontrar en las diversas fuentes de información modernas. Antes que nada se tiene que considerar, cuando hay que internarse en la red, qué criterio de búsqueda de información queremos extraer. Hay buscadores novedosos, pero sin duda, en quienes usan una plataforma en español, el Google sigue siendo una opción recurrente por la confiabilidad de sus búsquedas que representan alrededor de un 80% de la posible información que del tema se pueda encontrar, ese día de búsqueda, en la red.
A todas estas, para hacer la búsqueda más expedita y directa, los expertos sugieren que se coloquen frases cortas (tipo variable o categoría) y éstas estén entre comillas (“ ”), augurando dar con muchas páginas afines al tema en estudio. También es válido colocar la frase específica que uno aspira dilucidar, pero eso sí no olvidar colocarla entre comillas. Al dar con las fuentes y direcciones que nos arroje el buscador, hay que hacer un proceso de identificación, selección y clasificación de la información que nos interesa. Sugiero que copien la dirección completa como la presenta el buscador y vayan construyendo un anexo que identifique esta dirección con los temas que usted relacionó los contenidos encontrados. Este anexo tiene que, en lo posible, detallar día y hora, importante para poder argumentar algo en el momento que estos “enfermos académicos” infieran dudas de la originalidad de su aporte.
Por otro lado, los contenidos encontrados “no deben ser copiados, cortados y pegados”; nunca, recuerden. ¡Nunca copien, corten o peguen! Impriman el contenido que les interesa y transcríbanlo de nuevo en un archivo limpio de Word. Esto asegura que no haya hipervínculos secretos que pongan en duda algún aspecto del contenido trabajado. Claro está, usted va a citar pero resulta que una palabrita con hipervínculo se mete en el texto que usted está construyendo y se relaciona, casi de inmediato, con otras palabras afines al contenido que relaciona ese hipervínculo, generando que su texto aparezca viciado y cuando estos “enfermos académicos” pasan su trabajo por un programa informático de categorización, muy usual en la investigación cualitativa, especialmente el análisis del discurso, detecta que más de un párrafo o cuerpo literario de su trabajo está relacionado con cual o tal página de la web. Situación que genera duda y por ende un aviso el cual, cuando hay sobrada mala intención, sirve de excusa para que se nos tilde de que hemos cometido plagio.
A todas estas, las acusaciones de plagio, en el noventa porciento de los casos, son falsas. Y lo peor es que el acusado de plagio está en indefensión ante las autoridades que se muestran con probidad para determinar esa acusación. Por ello, hay que tomar mecanismos de prevención y en lo posible de defensa. El día que se acuse a una de estas “bestias académicas” de difamación e injuria y paguen su absurda acusación (yo optaría por la pena máxima para quien valiéndose de su rango académico acuse infundadamente), ese día podemos hablar de equidad y justicia en nuestras universidades.
Por último, no den a consideración de jurado alguno o de persona, sus trabajos científicos en digital; todo ha de entregarse en formato impreso, eso evita que se le haga una mala jugada al texto. Por otro lado, traten de no soltar un avance de sus ideas por algún portal de la web, puede ser manipulado y por ende se le puede atribuir condición de plagio, claro está, eso se puede debatir y comprobar lo contrario, pero el sólo hecho de que se dude del trabajo realizado por uno, ya es un grave antecedente al historial académico de un investigador. Eviten darle motivos a esas personas mal intencionadas, cuídense de esos demonios inquisidores.
¿Por qué les digo todo esto? Porque he vivido en carne propia esa experiencia; los que me conocen saben que soy un escritor; pero no un escritor de hace unos meses atrás; un escritos de más de veinte años de producción activa, primero en diarios de circulación regional y nacional, y en formato digital desde 1991, cuando las computadoras eran artefactos difíciles de utilizar. Con todo ese peso, y con siete obras publicadas en el género ensayo, un grupo de mercenarios de una institución de educación superior, me hizo una persecución atroz. Encontraron, como último recurso, unas ideas mías que había tomado y copiado otro autor, y trataron de vender la idea que había plagiado sus ideas. Demostré que eso no era así y que el material en cuestión, que se había publicado por el autor presentado por ellos en el 2005, yo lo había publicado en 1999, y era parte de una serie de tres ensayos acerca del tema de la globalización y la educación. Lo más tétrico del asunto es que ellos tan sólo expresaron que “por ahora” no habían dado con un fraude. Se mantuvo la duda. Mi actuación ha sido seguir creando, continuar formando a mis estudiantes y dejándole a Dios la justicia. Esos fariseos académicos no merecen que le demos importancia, son bajos, ínfimos, bazofia en una sociedad que tiene la necesidad de excluirlos y señalarlos.
*.-ramonazocar@yahoo.com