Tal vez no lo cuidamos lo suficiente

Willian Lara: ejemplo de lealtad en tiempos de traición

“La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”

José Martí 

Éramos todos nuevos. En el año 2000 Willian Lara, periodista, diputado, constituyente, llanero de esos que mientan “veguero”, se estrenaba como primer Presidente de la Asamblea Nacional donde había que hacerlo todo desde cero. Un cambio histórico, estructural, nada de maquillajes pues la revolución era y sigue siendo eso. Una revolución. Cambiar del sistema bicameral al unicameral suponía nuevos procedimientos para el proceso de formación de las leyes, también una nueva forma de hacer contraloría, un nuevo diputado, un nuevo hombre, una nueva mujer. Willian asumió ese reto con toda la reciedumbre que siempre le caracterizó, inflexible pero justo, incorruptible, fanático de la excelencia y defensor de la legalidad pero sobre todo leal al presidente Chávez y a la revolución. Le tocó “poner en orden” una estructura maltrecha, corrupta y anquilosada, llena de vicios y de algo que bautizó como “la fuerza de la costumbre”, usual modus operandi de la cuarta república, por lo cual se hacían o no se hacían las cosas. Willian, en esa transición del diarismo al periodismo institucional,  pasó de ser mi fuente y mi “datero” político de ese desaparecido Congreso Nacional, a mi jefe en la Asamblea Nacional. La tarea fundamental: hacer una página web, también un periódico, un programa de radio y luego vendría un canal de TV, cuyas ideas primarias quedaron esbozadas en un proyecto. Así nacieron el portal www.asambleanacional.gob.ve, el periódico “Quórum” y el programa de radio “En Cámara Plena”, producidos por los periodistas de la Asamblea Nacional. 

El periodista, el diputado

Por encima de todo siempre fue un periodista, interesado en lo  medios, en las nuevas tecnologías, incansable lector, maniático de la buena dicción y de la buena prosa.

En la Constituyente lo recordamos como un diputado proactivo, de brillantes intervenciones en esos debates inolvidables que nos regalaron a la postre la mejor Constitución del mundo, junto a Isaías Rodríguez, Iris Varela y tantos otros… 

Lealtad a toda prueba

El 11 de abril de 2002, pese a su delicado estado de salud, convaleciente de una operación riesgosa, se mantuvo al frente de la Asamblea Nacional y sorteó con inteligencia los saltos de talanqueras que todos vimos. Cuando el Presidente Chávez volvió al poder, también manejó con astucia política el “recule” de muchos a quienes trató con la humildad del victorioso, disfrutando a veces del miedo que se les veía en el semblante. Willian nunca dudó del regreso del Presidente, nunca retrocedió, nunca sus convicciones se debilitaron por aquellos eventos y eso se convirtió en fortaleza para quienes estuvimos en la Asamblea Nacional en esos días aciagos.

Pero siempre tuvo en su horizonte al Guárico, la tierra que lo vio nacer, donde vivió su infancia y juventud. Antes de lograr esa meta pasó por el Ministerio de Información y Comunicación, donde volvimos a encontrarnos.

El Willian político, el Willian periodista, el Willian gerente ahora, trabajaba las 24 horas del día. Siempre decía, muerto de la risa: “Gano menos y trabajo más”. En esos días supe que los Ministros de Chávez no descansan, no duermen, se alimentan mal pero siempre están disponibles, prestos y frescos como una lechuga…En los despachos siempre hay un cuarto con una cama que nadie usa. Esa cama Willian la tenía casi de archivo. Full de libros, carpetas, puntos de cuenta, miles de papelitos que debíamos organizar por casos, por fechas. No se podía botar nada. No se podía mover nada porque él sabía dónde había dejado cada cosa. El despacho del Ministro era un campo de batalla desde donde libramos muchas junto a Teresa Maniglia, el Chino, Amelia Bustillos, Zaida Rauseo, José Blanco.

Por ejemplo, el repunte de los medios comunitarios, el nacimiento de Tves, la guerra mediática que significó el vencimiento de la concesión de RCTV. Impulsó la revista Chimborazo, dirigida por nuestra amada y hoy desaparecida Stefanía Mosca, quien con un excelente equipo produjo una de las mejores publicaciones, de altísima calidad en su presentación y contenidos. “Chimborazo” lamentablemente fue eliminada en los sucesivos cambios ministeriales.

Trató de darle un vuelco a la Fundación Premio Nacional de Periodismo a la cual asumió como un espacio de formación permanente ideológica y profesional de los periodistas, legado que ahora está cumpliendo la camarada Elena Salcedo. Decía Willian que “eso (la fundación) sólo se activa para entregar un premio, debería estar funcionando todo el año con cursos, charlas, conferencias”. Con Willian se inauguró en el MinCI la sistematización de los discursos del Presidente Chávez, pues él decía que eran fuente de conocimiento.

Asumió errores y aciertos de un Ministerio relativamente nuevo, responsable directo de la política comunicacional del Gobierno, siempre blanco de críticas tanto del colectivo como del propio Presidente Chávez. Trató de ser un asesor del Presidente y buscó que ese despacho más que un ente burocrático, fuese un sitio para la discusión, las ideas. Por eso también inició reuniones con los directores y directoras de los medios públicos con el objeto de dar respuesta a los ataques de la canalla, y estableció enlace semanal con las direcciones de prensa del resto de Ministerios, a la saga de una coherencia en el mensaje.

En cada gira presidencial, Willian perdía la noción de los horarios y llamaba a cada quien a las 3 o 4 de la mañana. Ya era una costumbre esperar esa llamada y oír al otro lado “Alóalóaló…¿ya me botaron?”…Y luego de todas las instrucciones y de casi una hora hablando decía: “disculpa, ¿qué hora es allá?” y cuando le respondíamos decía: “¿Te desperté?¡Qué dirá tu marido!”

Cumplía años el mismo día que el Presidente y siempre decía que además de eso habían muchas otras coincidencias con el Jefe del Estado.

Su nombre también era fuente de chistes, pues en la cédula aparecía Willian, así con “n” pero todo el mundo le decía “William”. Además, la computadora nunca reconocía la palabra y tercamente la cambiaba por la otra. Un día le pregunté de dónde era ese nombre. “Mi madre era una mujer muy pobre y humilde. Cuando me presentaron en la prefectura el registrador no sabía escribir bien y lo puso como le sonó: Willian”. Recuerdo que en un viaje hacia el Oriente vi un local llamado “Panadería Willian”. Tomé la foto y se la regalé.

De una sencillez extrema, acostumbraba andar sin escoltas y prefería las altas velocidades pues siempre andaba apurado. Acaso eso habrá sido una de las causas de esta absurda muerte: es inaudito que un gobernador anduviera por las carreteras del Guárico, una región donde persisten hostilidades políticas contra la revolución,  prácticamente solo. No tuvo la suficiente ayuda. Tal vez no lo cuidamos lo suficiente…

Muchos otros detalles pudiese narrar en esta improvisada semblanza del amigo, cuyo sueño, no sin antes vencer muchos obstáculos, al fin pudo realizar: la gobernación de Guárico. La última vez me dijo: “Vente pa‘ Guárico, ¡vamos a hacer la revolución!”. En eso lo acompañé pero desde otras trincheras.

Por último, Willian fue una verdadera escuela para quienes tuvimos el privilegio de trabajar con él: como periodista militante de la ética; como político militante de la lealtad: como revolucionario militante del sacrificio con tal de no perder los objetivos”.

En tu honor, Willian, amigo, te regalo una frase de José Martí que resume, en esencia, lo que fuiste:

"La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida."

luisana.colomine@gmail.com



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Luisana Colomine

Profesora de géneros periodísticos y periodismo de investigación en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Comunista.

 @LuisanaC16

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