Nueva amenaza militar

Para el 1/12/04 se activará en Colombia el Comando Conjunto del Norte, una formación militar convencional, con 50.000 efectivos, 40.000 del ejército, 10.000 de la Fuerza Naval del Caribe y dos comandos aéreos de la FAC. Tendrá jurisdicción sobre 8 departamentos del país vecino, con presencia en las fronteras de Panamá y Venezuela. Dos lecturas puede tener esta información: 1) la oficial, suministrada por el Comandante de las Fuerzas Militares colombianas, Gral. Carlos A. Ospina, quien señala que tendrá una misión contrainsurgencia, incluyendo el resguardo de las fronteras con los dos países; y, 2) la oficiosa, derivada de la postura colombo-americana en la reciente Conferencia de Ministros de Defensa de Quito, que coloca la cuestión neogranadina como un problema de seguridad hemisférica. La primera interpretación, no encaja en el cuadro estratégico mundial signado por la voluntad de Washington de consolidar su función imperial en el sistema internacional, y menos puede considerarse como una estrategia válida para el enfrentamiento de fuerzas irregulares. Con respecto a lo último, la experiencia histórica muestra que en los pocos casos donde ha sido posible derrotar militarmente a una guerrilla, la acción ha sido realizada con fuerzas ligeras que adoptan las misma tácticas de los inconvencionales. Empero, tanto los colombianos como los norteamericanos han insistido en usar la masa, en maniobras destinadas al control del espacio, tal como ocurre hoy en Irak repitiendo a Vietnam, cuando la acción atípica se desarrolla en la dimensión tiempo y en el ámbito psicológico. Por lo tanto, hay que otorgarle el beneficio de la duda y pensar que podría ser auténtica la declaración oficial.

No obstante es más creíble la versión oficiosa. Primero, por la dependencia del anacrónico sistema político colombiano del apoyo externo. Sin los recursos foráneos sería difícil mantener una estructura de poder que ha sostenido el orden social colonial hasta el presente. Se impondría, o una negociación explícita entre las fuerzas modernizadoras y las conservadoras, o un triunfo militar en el marco de la actual guerra civil, que en todo caso cambiaría la esencia del sistema. Y así, hay que pensar como Maquiavelo: cuando el Príncipe depende del apoyo externo, el poder real descansa en quien suministra el sostén, en este caso los EEUU. Por ello, hay que especular en segundo lugar, que este hecho responde a la idea de conducir operaciones convencionales, en el marco de la regionalización del conflicto, dentro de la praxis del “balance de ultramar”. Una estrategia, también de origen maquiavélico, donde el enemigo de tu enemigo es tu amigo, que usa los diferendos históricos colombo-venezolanos, para contrarrestar la autonomía relativa lograda por el Estado venezolano, especialmente a partir de la “revolución restauradora” a principios del siglo XX. De allí que este hecho concreta una amenaza actual más difusa, relacionada con la probabilidad de una intervención norteamericana en Venezuela, como un objetivo estratégico dentro del pensamiento monroniano de impedir la presencia de centros de poder, regionales o externos, en lo que se ha considerado como la retaguardia – el patio trasero – de la metrópolis imperial.


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Alberto Müller Rojas


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