El tema parece muy trillado pero creo que el alcance de sus consecuencias mucha gente no lo sospecha. La oposición asesina y lacaya cuenta con tres líderes muy fuertes y tenebrosos que son sus guías, su acimut, su faro lánguido, su fuego fatuo, en fin, su abismo. Son llevados como reses al matadero por ese trío de sombras mentales que los sumergen en el pantano de la inconsciencia social y del apego a la sin razón.
Enfrentarse a ellos no es tarea fácil si no preguntémosle a las mujeres y niños de Irak, de Afganistán, a las víctimas del horrendo Pnemer Rojo de Yemen, a los encadenados a la radiactividad endémica de Japón y Vietnam; preguntémosle al alcalde Jorge Rodríguez como se sufre por el asesinato de un padre, a las familias de miles de desaparecidos desde el gobierno dictatorial de Rómulo Betancourt, como pasaron sus siguientes navidades después de saber la desaparición de sus seres queridos.
Preguntémosle a las familias de los campesinos asesinados por los ganaderos latifundistas y de las víctimas de los que murieron calcinados por gasolina cuando el sabotaje petrolero del 2002. Preguntémosle a las familias de Luis Tascón, de William Lara, de Guillermo García Ponce qué se siente al ver de cerca al monstruo del sarcasmo y la mórbida alegría de los opositores que se alegran con esas muertes. Preguntemos a la familia del trabajador de la Ferrominera que murió quemado por un sabotaje eléctrico ocurrido hace pocas horas. Si después de escuchar o imaginarnos esos testimonios todavía nos quedan dudas del tipo de psiquis que tienen la mayoría de los escuálidos opositores, entonces no hemos comprendido cual es el mayor líder de esa gentuza: El odio visceral. Ese es su líder bandera.
Ese líder poderoso va acompañado de otros dos: El clasismo y el egoísmo. Ellos odian a la clase pobre y trabajadora, a los negros e indígenas, a la gente del sencillo hablar y el modesto vestir. Se creen los únicos con derecho a disfrutar de las riquezas de nuestro país y de hacer con ellas lo que les dé la gana, incluyendo entregarlas al imperio sanguinolento yanqui. No tienen patria pues su dios y su demonio es el vil dinero venerado en el altar macabro de la explotación y el negrerismo moderno. Eso es a lo que nos enfrentaremos el venidero 26-S, que no nos queden dudas. Los dráculas acechan. Las hienas adecopeyanas esperan. “La inocencia no mata al pueblo pero tampoco lo salva”. La conciencia debe ser activada. No subestimemos a esos “líderes” de la muerte segura.
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