La Ley Habilitante y la Ley Resorte están plenamente justificadas. La ley “antisaltatalanquera” es un exabrupto. Es una expresión de la degradación de la política. Refleja, en cierta medida, la descomposición ética de la sociedad y es una afrenta a quienes aún creemos, quizás ingenuamente, en los valores y los principios, como marco de referencia de la vida y de nuestras acciones. Es admitir que valores eternos como la dignidad, el honor, la integridad, el respeto hacia uno mismo y hacia los demás, o la honestidad han pasado a un segundo plano. Una ley no podrá nunca reemplazar los principios. Es digna la actitud del PCV cuando señala que no son “mecanismos administrativos”, los que deben sancionar al diputado que defraude su compromiso, sino sanciones como la “expulsión del partido”. La solución no puede ser crear una norma que evite el “fraude a los electores que votaron por un candidato que, después, termina en la acera de enfrente”. ¡No! ¡El daño moral sería mayor que la solución!
Toda gran expresión política es producto de ideales. Allí está la Revolución Cubana para recordárnoslo SIEMPRE y nuestra Revolución Bolivariana sigue sus pasos… ¡Pero, ay, con cuántas contradicciones en el plano ético! Cuando una ley o una norma burocrática reemplazan a los valores, hay algo que no está funcionando bien. Cuando los dogmatismos, el mayor cáncer de los procesos revolucionarios y de la construcción socialista, se apoderan de la realidad y de la práctica política, hay algo que no está funcionando bien. Entonces, hay que hacer un alto en el camino, reflexionar y luchar por enderezar el rumbo. La hermosa Revolución Cubana no ha estado exenta de errores y contradicciones, pero su gran fortaleza ha sido su capacidad de “mirarse a sí misma”. Fidel, en su profundo concepto de revolución, que todos deberíamos conocer, señala: “Revolución es no mentir jamás”… y no mentirse jamás. Siempre existirán los burócratas que elaboran normas absurdas y estúpidas, pero debe también existir SIEMPRE la suficiente reserva moral para hacerle frente. ¡Y para no tener miedo a decir la verdad!
Allí está Ismael García. Es la expresión más profunda, de la mayor desvergüenza e impudicia posibles. Allí está Globovisión que le da un espacio estelar en su programación y la oposición que lo acoge en sus brazos. ¿Nos tienen acaso que preocupar esas deserciones? ¡Algunos, las hemos celebrado! Más bien deberíamos “mirar hacia adentro” y preguntarnos: ¿por qué una persona de esa pobre condición moral, voceador de oficio, no político, llegó a estar en las filas revolucionarias y a ocupar altos cargos de dirección?
Los valores y los principios no pueden hipotecarse a nuestros errores, porque el error sería aún mayor. Si tenemos miedo que el día de mañana perdamos la mayoría, en la correlación de fuerzas de la AN, es porque algo hemos estado haciendo mal, en la selección de nuestros diputados. Muy posiblemente no fueron, entonces, los méritos revolucionarios los que privaron… Asumamos nuestros errores, no cometamos un error mayor, y reflexionemos para no hacerlos de nuevo, no salgamos a vender el sofá…Sobretodo no enajenemos los principios. De hacerlo, el daño a la revolución sería inmenso.
(*) Clase Media Revolucionaria
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