Un día después del 26 de septiembre Venezuela amanecerá vestida electoralmente de otra manera. Con la victoria Nº 14 del chavismo en 11 años y 16 pruebas electorales consecutivas, habrá que registrar un hecho que ya dábamos por superado. Las 22 fuerzas escuálidas de la oposición habrán ganado un espacio institucional que podría ir de 50 a 70 diputados, que será casi igual a la cantidad que perderán las fuerzas chavistas en una Asamblea Nacional de 165 curules.
Con este probable resultado, lo que antes era difuso y mediático para ellos, será un poder parlamentario, con representación popular y autoridad de Estado, dentro y fuera del país. Este es el punto de partida de lo nuevo, en un escenario latinoamericano con avances electorales de la derecha en 5 países y militarización creciente desde EEUU.
Nada será como hasta ahora dentro del país, y sus efectos podrían incidir en el curso de la nueva geopolítica que Venezuela viene armando con América del sur mediante el eje Caracas-Buenos Aires-Brasilia y UNASUR como instrumento. En Centroamérica, las islas caribeñas y los países andinos, con el ALBA y PetroCaribe, así como Irán, Rusia, India, el mundo árabe, son actores clave del nuevo puzzle internacional, en eso que llaman la pluripolaridad del sistema mundial de Estados.
El 21 de septiembre el Presidente venezolano Hugo Chávez declaró en el Estado Zulia esta frase premonitoria: “nos estamos jugando el destino de la revolución bolivariana”, y algunos habrán pensado que se trataba de otra hipérbole en su conocida prosapia impetuosa.
Es que aún consciente de que el gobierno podría obtener una mayoría calificada de unos 100 a 110 diputados (el peor escenario habla de 85-90 legisladores), la dinámica política siguiente será de abierto desafío a su gobernabilidad. El parlamento se convertirá en trinchera para desquiciar el equilibrio institucional y social, como fue para muchos países en situación similar desde la República de Weimar en 1923.
Para comprenderlo equiparemos estos anuncios. Moisés Naim, el venezolano que dirige la revista del Departamento de Estado Foreign Affairs, aconsejó el 18 de septiembre en New York, que “”las fuerzas democráticas venezolanas tienen poco margen, pero sí una gran oportunidad de ser alternativa después de una década de conducta errática”. Otro experto de la derecha muy de derecha venezolana, J. J. Rendón, asesor de los triunfos de Uribe, de Lobo y Manuel Santos, actual consejero de la oposición en Venezuela, advirtió el 14 de septiembre en su página web Rendon&Asociado que “Ganar muchos diputados es importante, pero más importante será que asuman una estrategia de acumulación y transición hacia el año 2012”.
En Argentina, la diputada conservadora Elisa Carrió espera el mejor momento para elevar un proyecto de Resolución que anule la decisión parlamentaria que aceptó al Estado bolivariano en el Mercosur en 2006. El Senador del partido UNACE del Paraguay avanzó un poquito más y señaló en abcColor el 15 de septiembre, “Para que vamos a votar el ingreso de Venezuela si más pronto que tarde el Sr. Chávez saldrá del poder”.
En cambio el político venezolano Osvaldo Álvarez Paz apuntó al blanco de estas inclinaciones: “Aquí nos estamos jugando el todo por el todo, la Asamblea Nacional deberá ser el trampolín democrático para echar a este hombre del coroto en dos años”. Como se dice en Venezuela, más claro no canta un gallo.
De las 234 leyes sancionadas entre 2001 y 2010, unas 40 afectan con gravedad el poder de la burguesía en el país. La oposición quiere modificar, enmendar, corregir, empeorar y pervertir, y si puede, derogar, las leyes que modificaron la propiedad de la tierra y habilitan a lo mismo en la industria y el comercio, así como evitar que el actual control obrero se convierta en ley. Quieren derogar la Ley de los Consejos de Poder Comunal, o las que impusieron controles a la Bolsa y la banca. La Ley de Medios, y las leyes que revirtieron todos los recursos mineros y la electricidad al Estado, también la Ley Orgánica de Educación, la de gratuidad en salud y asistencia social, que obliga al pago de pensiones con el total del salario nacional, o aquella que modificó la doctrina y educación militar incluyendo el socialismo en sus programas, que además pauta las milicias populares, las Reservas y los simulacros de defensa militar junto con la población.
Otro propósito inexorable es torpedear los más de 800 Tratados, Convenios, Protocolos y Acuerdos, mediante los cuales Venezuela impulsa su proyecto de desarrollo económico endógeno y la multi polaridad anti imperialista. Morales Solá lo entendió bien cuando dijo en una columna, “Esos acuerdos sólo sirven al destemplado proyecto bolivariano en Venezuela y alimentan más kirchnerismo en Argentina”.
Será muy cuesta arriba para la oposición, once años después y con tantos avances sociales y éxitos electorales acumulados. El gobierno mantendrá la mayoría, aunque estará obligada a negociar, pero el movimiento social bolivariano no permitirá retrocesos legislativos en sus conquistas. Este será, entonces, un punto de inflexión en el destino de la revolución.
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Publicado en diario TIEMPO, Buenos Aires 26 de septiembre 2010.