Expertos de la oposición han criticado la gira presidencial que ha conducido al Jefe de Estado a España, Libia, Rusia e Irán, y culminará en Qatar, calificándola de anacrónica por su contenido “ideológico” (léase político / estratégico). La contrastan – admitiendo que en la actualidad esa diplomacia directa entre jefes de estado y de gobierno ha venido substituyendo la tradicional – con las realizadas por muchos de sus homólogos que en las suyas enfatizan las cuestiones económicas. Tratan esta materia como si ella fuese equivalente a la geometría fractal – al estudio de las formas geométricas naturales – y no a una construcción artificial con variados enfoques teóricos, muchos de ellos contradictorios. Sin lugar a dudas, hoy la economía, como antaño las religiones, quiere imponer sus diferentes concepciones como dogmas, generando el mismo fanatismo, muchas veces criminal, originado por aquellas en el pasado. Sus cultores no perciben que en su pretensión científica son posiblemente la rama de las ciencias de la conducta más atrasada por su limitada capacidad explicativa y su más restringida potencialidad prospectiva. La razón de esta obsesión por lo económico es sencilla: el fondo instintivo, propio del cerebro del saurio, que esta detrás de las actitudes conservadoras. El imperio de los instintos de conservación y territorialidad. No del pensamiento derechista que no existe. El pensamiento es una actividad intelectual, único del hombre, dado el desarrollo de la corteza cerebral, destinado a resolver problemas, no a crearlos. Y el problema fundamental de la humanidad es la cuestión de la guerra y de la paz. Ella ha sido el centro de la política y es la cuestión por resolverse.
Y posiblemente los miembros concientes de las actuales generaciones – los que usan la corteza cerebral – no tienen un tema más preocupante que el planteado por el dilema guerra y paz. El sociosistema de hoy no tiene una amenaza mayor para su supervivencia que la voluntad de hacer válido el aforismo leninista, sostenido por la potencia dominante, que “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. La cuestión de la escasez es un asunto prácticamente resuelto, no por los economistas, sino por los físicos, químicos y biólogos que han desarrollado los conocimientos y las técnicas para optimizar la producción. El problema es la distribución, y este no lo resuelve el mercado, lo soluciona la política. De manera que es válida una diplomacia que busque frenar el belicismo, intentando crear la resistencia apropiada que impida que el hombre común siga siendo la base de una estructura jerarquizada que en su cúspide tenga, no a los elegidos de dios como en el pasado, sino a los seleccionados por las fuerzas depredadoras del mercado. En ese contexto, la gira presidencial tiene un alto contenido humano, que indudablemente produce el rechazo de los conservadores con sus actitudes instintivas, aunque no sea la expresión de un pacifismo ingenuo. La afirmación romana, “si quieres paz prepárate para la guerra” sigue siendo una propuesta válida en un mundo todavía regido por mentes primitivas.
alberto_muller2003@yahoo.com
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