El movimiento
ecológico realiza acciones positivas y necesarias, pero, al mismo tiempo,
alberga posiciones enormemente simplistas. Entre ellas se encuentra
la propuesta del “crecimiento cero”, la idea de que la energía
nuclear es la “más limpia” de todas y la consigna nuevamente lanzada
durante el circo ecológica de Cancún: “O todos juntos nos salvamos
o todos juntos nos morimos”.
La demanda de la moratoria del crecimiento económico abstrae, por lo general, de aspectos fundamentales del problema, como son: el crecimiento cero demográfico; la especificación de los paises dónde se implementaría la medida (¿aquellos que tienen $50.000 de ingreso per capita, como Estados Unidos, o los que tienen $300, como Haití y Honduras?); el modelo económico que con crecimiento cero lograría dar empleo formal a los des- y subempleados (más del 50%) del mundo subdesarrollado; la acumulación del poder político-militar necesario para imponer esa meta a las clases dominantes actuales.
Entre otras ideas
erróneas está la de que la energía nuclear es la “más limpia”
de todas --de hecho es la más letal de todas-- y, sobre
todo, la consigna “O todos juntos nos salvamos o todos juntos nos
morimos”, lanzada nuevamente durante la farsa climática de Cancún.
Tal afirmación niega la ley que rige la evolución de los sistemas
biológicos en el Planeta Azul desde hace 3.6 mil millones de años.
Su primera formulación rigurosa es mérito de Charles Darwin y establece
que la posibilidad de sobrevivencia de individuos y especies depende
de su capacidad de adaptación a los cambios del entorno. Esa ley, conocida
en inglés como survival of the fittest, ha sido verificada innumerables
veces desde el inicio de la vida y ningún científico serio duda de
su validez para la absoluta mayoría de las transformaciones que
ocurren en el entorno natural del ser humano.
Esta ley rige
también las consecuencias para las especies que se derivan de las tendencias
climáticas que estamos experimentando. Su significado real para esos
fenómenos es absolutamente claro. Si el nivel de los mares aumenta,
digamos dos metros, no nos vamos a ahogar todos, sino “solo” aquellos
que no tienen el poder para ocupar o conquistar zonas más elevadas
de su hábitat actual.
Los tres tipos
de poder necesarios para conquistar esos nuevos entornos, son el militar,
el demográfico y el científico-técnico. Poder militar hoy día es
sinónimo de armas nucleares y, en segundo lugar, de potencial demográfico.
El poder científico-técnico, como en el mito del Arca de Noé, se
refiere a la tecnología disponible para la adaptación a las nuevas
circunstancias, por ejemplo, la capacidad de desarrollar plantas transgénicas
que sólo consumen el 30% del agua que necesitan actualmente, o de disponer
de antibióticos para parar una epidemia de cólera.
La guerra por
los limitados recursos del Planeta, que Darwin vinculó con intuición
genial con la genética de los sistemas biológicos, determina el pensamiento
de las elites en las sociedades de clase. Washington, por ejemplo, ha
realizado estudios sobre las consecuencias agrícolas que tendrá para
Estados Unidos un aumento de la temperatura media mundial. Uno de los
resultados es que la perdida de áreas cultivables sería esencialmente
cero. Debido a la gran extensión del país, las tierras cultivables
que se perderían en ciertas zonas por la creciente sequía, se recuperarían
en regiones pantanosas y montañosas. Este efecto se reforzaría con
el desarrollo de nuevas plantas transgénicas. Pequeños países, en
cambio, no tendrían ninguno de los dos mecanismos y quedarían indefensos
ante el impacto climatológico.
Cuando hace
alrededor de 7000 años el derretimiento de los glaciares en Europa
del Norte inundó el Mar Negro, dando origen a la leyenda del
Arca de Noé, se calcula que alrededor de 140.000 personas fueron desplazadas
de sus hábitats. La escasa densidad demográfica de esa época permitió
sus migraciones hacia nuevas tierras. Hoy día, esas migraciones se
decidirían por el poder militar, demográfico y científico en lo que
la bioética llama the quest for the optimum environment
-- el conflicto por el entorno óptimo.