Ahora que el ex-Presidente Carlos Andrés Pérez calló para siempre, creo necesario hacer un somero recuento de lo que ha sido su vida, cuando ya enfermo y demasiado mayor pretendía repetir el milagro golpista de 1945 que tanto desfiguró la historia de Venezuela. No es más que la verdad, y si ésta duele ¿que otra cosa podría decir diferente?.
De su nacimiento, hace algunos años, un hacendado de la frontera con Colombia que creo que se llamaba José Antonio Rodríguez, en una entrevista al extinto diario "El Globo", pretendía demostrar que el ya ido hombre "que sí camina" había nacido, según la partida de nacimiento (documento inexistente en la Colombia de los años 20) "en el caserío" de la población colombiana de Herrán. Quienes le conocieron en su infancia, juraron haberlo visto jugando en las calles de la hoy rejuvenecida Chinácota, lo que dió origen al célebre chiste del cambio del Golfo de Venezuela, por el pueblo donde nació Carlos Andrés Pérez. No está muy claro que hubiese sido un alumno brillante en su pobre escuela primaria, ni en el liceo, pero supuestamente estudió abogacía, sin concluir sus estudios.
En realidad, su primer "rol estelar" lo juega siendo el "policía" de aquel hombre tan funesto para la Historia de Venezuela, como lo fuera Rómulo Betancourt de quien aprendió su servilismo a los intereses foráneos y su intolerancia frente a otras ideas políticas y que tan horrendos recuerdos dejara en nuestra historia. No reaparecería sino en 1972, cuando o bien por el olvidadizo pueblo engañado por la propaganda electoral o las trampas cuartorrepublicanas llega a la Presidencia, después de hacerse célebre "brincador de charcos" y "repartidor de abrazos" entre ancianas y niños pobres, a los que después miraría como "gallina que mira sal". Blanca Rodríguez, su esposa, se presentó como la señora ejemplar que acompañaba a su marido en las buenas y malas horas de la política, más por conveniencia de su futuro y decorativo cargo de Primera Dama que por otra razón, puesto que Carlos Andrés Pérez, al igual que otros "especialistas" en formar familias paralelas, convivía con una señora de oscuro origen llamada Cecilia Matos, de quien se dice que fue "culturizada" por un "bien amado discípulo" de Pérez: Diego Arria.
Llegó, con él, la era de la equívoca Gran y Saudita Venezuela, en la cual era posible viajar a Miami, para traer desde paquetes de papel higiénico hasta los corotos tecnológicos de moda. Sin embargo, se le negaba al pueblo la realidad de los presos políticos de entonces y las violaciones numerosas a la autonomía universitaria que tanto le duelen a los "líderes" de la Mesa de la Ultraderecha apátrida y prepagada. Conocimos con Don CAP, el verdadero significado de la palabra "inflación", pues aun cuando implantó el Precio de Venta al Público, que la Revolución Bolivariana se niega en devolvernos, los precios subían cada tres o cuatro meses, según los caprichos de los "abnegados empresarios" que luchan por el Pueblo, pero desde Fedecámaras.
Es verdad que "nacionalizó" la Industria Petrolera y la del Hierro, pero, a cambio de pagar jugosas indemnizaciones a las compañías extranjeras. Nacionalizó a la antigua Cadena Venezolana de Televisión, pero a la Televisora Nacional la dejó languidecer en una crisis que concluyó con el último gobierno de Rafael Caldera. Pero, Don CAP aunque tenía aquel arranque "nacionalizador", negaba los avances tecnológicos: mientras una nación pobre como República Dominicana tenia televisión en colores desde 1969, gracias al impulso de los empresarios del ramo de ese país, Caldera y Pérez lo negaron sin dar una razón siquiera. ¿Acaso el estado iba a gastar demasiado dinero, si descuidaba a sus televisoras?. Pero no temió gastar ese dinero para regalar un barco a una nación sin salida al mar como Bolivia, ni para derrocharlo o para sumarlo a su patrimonio. Cuando Don CAP abandona la presidencia, lo hace por la puerta trasera de la historia, con minúsculas. Pero o la trampa electoral y la desmemoria lo devolvieron a la Presidencia 10 años después, con una ceremonia fastuosa que pasó a la historia como "La Coronación de la Reina".
Llegaron, entonces, la privatización y el neoliberalismo salvaje, porque ya no había el dinero de antes y tenían que seguirse a como diera lugar las "mágicas recetas" de los "alumnos" adoctrinados por el Fondo Monetario Internacional. Y una de las consecuencias fue la privatización de una empresa tan vital como CANTV que generaría mucho tiempo después aquella reducción de personal, de la cual fuí y sigo siendo víctima, como tantas otras personas. ¿Y se me pide que sea imparcial respecto al difunto?. Si la "receta" no era del agrado de la gente, la respuesta más inmediata vino del funesto general Ítalo del Valle Alliegro, uno de los "perros fieles" de este hombre soberbio que ya solo saludaba a la gente de su entorno.
En esa ocasión, el Pueblo despertó y reaccionó en la forma violenta en los hechos del 27 de Febrero. Dos intentos de golpe de estado precipitarían su caída y uno de ellos, el que elevó a la popularidad a un oficial entonces desconocido: nuestro actual Presidente. Y Don CAP se convirtió en el primer presidente destituido, más por venganzas políticas, que por sus delitos acumulados. Luego, pretendería justificarse con aquel discurso, posiblemente escrito por uno de sus edecanes, con su retórica tartamudeante y vacía que más parecía un bolero de despecho cantado en una cantina vacía y que el músico Alonso Toro bautizó con el nombre de "No me perdonan". Pero antes de irse, causó tales destrozos en el Palacio de MIraflores, que "extrañamente" jamás le fueron cobrados de su cuantioso patrimonio, tan diferente al de sus padres y hermanos fallecidos en la miseria.
Aunque estuvo preso, no lo fue tanto como si lo están los peores dictadores sureños a causa de un incapaz Ministerio Público y de los jueces venales de siempre, al estilo de María de Lourdes Afiuni. Y como siempre sucede con personajes de esta clase, se llevó su dinero malhabido y su ni tan flamante pareja, Doña Cecilia, a la tierra del "nunca jamás" de Miami. No sería sino con la llegada del hombre que pretendió derrocarlo, a la Presidencia, que el "hombre que sí camina" comenzó a instigar y a vomitar su odio hacia su antagonista. No podía aceptar que se le rechazara y que sus tiempos mejores se habían ido definitivamente. Tanto odio mal disimulado lo llevó quizá a padecer un problema de salud tan notorio, que su antiguo aspecto era cosa del pasado. Sin embargo, una vez más, nuestro incapaz Ministerio Público, lo dejó allí, tranquilo y se fue, en su tarde final, del modo en que se va aquel que es "aliado de la muerte", sin pagar sus muertos, ni sus montañas de deudas insolubles con la Historia y, claro, sin que todo un Pueblo le llore como sí se hizo con el "viejo" Don Néstor Kirchner.
Ahora que ha callado para siempre y sabiéndose lo que de él ahora sabemos, imagino que no podrá descansar jamás en la Paz esperando ver libre "del comunismo del Teniente Coronel" al País al que solo quiso para sus negros propósitos. No se me pida piedad con el recuerdo de este caballero que a diferencia del Noble General, nunca bien ponderado, Don Isaías Medina Angarita, hizo llorar a mujeres y hombres por las desapariciones forzadas de sus seres queridos, ejecutadas con una maestría tan cubana por el dueto macabro de Orlando Bosch y Luis Posada Carriles y sus "alumnos" como el diabólico Henry López Sisco.
Que la Historia lo sepulte, pero que su proceder y el de seres de su misma naturaleza no sea olvidado para que podamos decir con justicia: ¡QUE NO VUELVAN JAMÁS!.
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