Dedico esta reflexión de año viejo y año nuevo a quienes en todo el territorio venezolano no hacen otra cosa sino proclamar que ¡¡¡vivimos bajo una dictadura!!!, o ¡¡¡vamos hacia una dictadura!!!, lo afirman con tan poco tino en su especificidad declarativa, que muchas veces o mejor diré, prácticamente todas las veces, en la intervención opinativa se contradicen afirmando que este es un comunismo y al mismo tiempo les brota la desesperación opositora a ultranza, cuando sin medir las palabras exclaman, “no me queda la menor duda que vamos hacia un comunismo”. Al más famoso, tristemente famoso… por su importancia como personaje público, a quien se le chispotearon como “chavo con sotana” estas sesudas interpretaciones de la política nacional, fue al inefable ciudadano que ocupa la jefatura de la agrupación que se comporta como mini partido político de generales sin tropa, al Cardenal Arzobispo de Caracas integrante de la Conferencia Episcopal con “P” de politicoide. Como se lo han dicho tantas y tantas veces a estos novatos de la politiquería, pero veteranos de las metidas de boca…, no superan el guión del imperio, repitiendo las ramosallupadas, julitoborgeadas, capriladas raroskianas, matacurazos y fedecamarazos inconsistentes, solo válidos para declaraciones ramplonas por televisión, prensa y radio, apoyando una juventud “manitas blancas” que como tropa de lanza al ristre, se adornan con groserías de toda índole en manifestaciones provocadoras y sin permiso legal. Summa cum fraude en política utilizan los puntapiés como argumento de extremidad animal, especializados en echar vaina cada Diciembre, junto a viejos y antañonas…, viudos y viudas de la sindicalocracia adecopeyana cuarto republicana. ¿Cuál dictadura?, la que utiliza el dinero del petróleo para atender refugiados de las inundaciones en lugares seguros y con logística suficiente, para que no se mueran de hambre como antes de la revolución bolivariana y socialista. Cabría recordar que no les daban como ahora albergue humanitario y eficaz, no se preocupaban por su educación, diversión, preparación a los adultos para evitarles el ocio irresponsable, amén de la esperanza cierta de no quedar abandonados a su suerte y sin vivienda, luego de perderlo todo a consecuencia de las lluvias. Para no extenderme en momentos de regocijo espiritual y festivo de la despedida del 2010 y la llegada del 2011, sólo me queda desearles como parte de la gente de buena voluntad, un dichoso, venturoso y patriótico AÑO NUEVO, dejando sentado que no otra cosa más allá de rumores, habladurías y odio reconcentrado, se puede esperar de quienes defienden mafias bancarias e inmobiliarias, latifundistas y sicarios, asesinos candidateados a diputados, o especuladores y ladrones prófugos.
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