élla estaba llorando
de dolor y de rabia
y con papel maché, turas y manos
tiernas
Juró devolverle a la patria
a todos los hijos que le mataron en Cantaura
juró devolverle a la patria
a todos los hijos que le mataron en
Cantaura
Algunos dicen de Zobeyda que está loca
pero qué hermosa la locura de Zobeyda
siente tanto amor por los seres humanos
que con ternura humaniza sus muñecas
siente tanto amor por los seres humanos
que con ternura humaniza sus muñecas”
Estos versos son parte
de la canción que el padre cantor Alí Primera le dedicó
a Zobeyda Candelaria Jiménez, La Muñequera, quien ha dedicado su vida
a despertar conciencias y sueños con sus trapos humanizados; con las
muñecas que cobran vida y espantan tristezas a quien las toca y a quien
es capaz de fabricarlas.
Zobeyda es Premio Nacional
de la Cultura 2006; Patrimonio Cultural de Nación y su casa de muñecas,
reconocido como Museo por la Unesco. Pero Zobeyda no es todas esas cosas
nada más. Esta mujer es para la cultura venezolana un Patrimonio
Emocional.
Su trabajo dirigido fundamentalmente
a los niños y niñas, es complementado con la creación literaria porque
la poesía acompaña a sus muñecas. Ilustradora de libros; esperanzadora
de los presos a los cuales por años ha visitado y convidado a fabricar
muñecas en diferentes cárceles del país, Soseída además ha sido
reconocida internacionalmente como en la extinta Unión Soviética;
en países como México, Cuba, donde compartió con el poeta Nicolás
Guillén, al cual le unió una gran amistad. Zobeyda es la portadora
de la llave de la casa del poeta, que cada año abre para dar inicio
al evento que lo recuerda.
Pero ello parece ser
desconocido por quienes adoptaron la medida de rescindir su contrato
firmado con la Misión Cultura, por cierto, iniciativa de la Revolución
inspirada en la labor de Zobeyda, eterna trabajadora cultural.
Hace poco, una carta
firmada por la coordinadora de Recursos Humanos de la Misión
Cultura (adscrita al Ministerio del Poder Popular para la Cultura) llegó
a las manos milagrosas de Zobeyda. Una misiva de cuatro líneas, en
las cuales le manifestaban con la frialdad de cualquier oficina
de personal de cualquier empresa privada, la culminación de su contrato.
La relación con la Fundación Misión Cultura, más que laboral es
simbólica, pues nada ni nadie puede pagar todo cuanto Zobeyda ha hecho
en su vida por la revolución y por la vida misma.
Esperemos que haya sido
por ignorancia, por no saber quien es Zobeyda Candelaria Jiménez,
la causa de esta medida burocrática que asume a la gente como un número
de cédula más y no una de esas acciones que le vienen bien a los infiltrados
en la Revolución.
Zobeyda no es funcionaria pública, nunca lo ha sido. Es desde siempre trabajadora, que en lugar de estar encerrada en una cápsula burocrática, aún con sus 68 años recorre el país llevando sus muñecas e impregnando a todos con su capacidad para trascender las miserias humanas; denunciando con su arte los desaparecidos, las torturas, las injusticias; declarando que los sueños son posibles, que hay que humanizar la vida a como dé lugar. Por ello estamos convencidos de que no es Zobeyda quien necesita a la Misión Cultura, es la misión y muchos y muchas dentro de ella, quienes necesitan de Zobeyda. Sepan todos que ¡a Zobeyda no la despide nadie!