El sarao se realizó en la Quinta de Bolívar. Invitados: altos funcionarios, particulares y el batallón Granaderos. Los dulces y bizcochos, hechos por las mismas manos de Manuela, serían degustados por aquellos asistentes. En medio de la rumba construyeron un muñeco de trapo con un letrero que decía: “Francisco de Paula Santander, muere por traidor”. “Lo colocaron contra una de las paredes de la quinta, dando la espalda a la concurrencia”. Un presbítero, reverendo religioso, se acerco al mismo e hizo como si le recibía la confesión. Acto seguido el batallón Granaderos dispararon sus armas.
Los invitados aplaudieron hasta rabiar. De esa manera se ajusticiaba, simbólicamente, a quien incluso intento asesinar al Libertador. Este episodio sería dirigido por Manuela Sáenz. El general Córdoba se fue con el chisme al Libertador, quien le respondió: “ciertamente conozco también, y más que nadie, las locuras que hacen mis amigos…y en cuánto a la amable loca, ¿qué quiere usted que yo le diga? Usted la conoce de tiempo atrás…”. El tiempo me justificará, afirmaría Manuela.
El 25 de septiembre de 1828 “doce ciudadanos, unidos a veinticinco soldados, al mando del comandante Carujo, (fueron) destinados, a las doce de la noche, a forzar la entrada del palacio y a coger vivo o muerto a Bolívar”. El relato de Manuela Sáenz sobre aquella terrible noche al general O’Leary, 25 años después, en misiva desde Paita, el 10 de agosto de 1850, muestra el temple de una mujer extraordinaria.
Tal como la llamó Bolívar esa misma noche, dijo: “Tu eres la Libertadora del Libertador”. Una casaca de imbéciles han querido reducirla a mera amante. Simón Bolívar el 16 de marzo de 1827 en carta a Soublette le dice: “Ya no pudiendo soportar más la pérfida ingratitud de Santander, le he escrito hoy…no quiero responderle ni darle el título de amigo…”.
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