Conozco el hambre. He convivido con ella. El hambre dosificada, la que te obliga a morir lentamente en un mar de pesadillas sin verle el rostro a tu verdugo. La que te hace aullar de desesperación. La he visto pavonearse a la víspera, viene como el carcelero a darle una ronda a su propio cautiverio cuando el sol se pone. La vi enseñorearse con saña en los depósitos de olvidados en la costa norte colombiana, en la ciénaga, en la sierra. Tiene cara y temperatura de muerte. Siembra tanta desesperanza que doblega y envilece. El hambre verdadera, la física, la que cuando la padeces no hay bocado alguno disponible, en cientos de kilómetros a la redonda. Pero también templa el carácter y lo ennoblece cuando descubres como combatirla, y donde la combates, florece un inmenso caudal de humanidad.
“Es lamentable que quienes se erigen como defensores de los hambrientos del mundo jamás hayan padecido un día de hambre” Estaba escrito al margen de una pagina en uno de los cuadernos del bachiller Gabriel. Gabriel estudió la secundaria en uno de esos campos de concentración. Yo le dibuje al Che en la portada de ese cuaderno. No lo volví a ver jamás, pero supe que sobrevivió. Se hizo marino mercante y que ha estado conviviendo con los hambrientos en África. Él sabe como defenderlos.
La primera vez que oí hablar de huelga de hambre, por allá por los años setenta, era aun un niño, y me pareció una expresión absurda ¿Quién puede infligirse tal horror? Luego la entendí como una forma de lucha pacifica, que quienes la practican persiguen en primer término, sensibilizar a la masa que toma las decisiones en una sociedad para crear las condiciones de presión ante un adversario legitimo, o moral, o que se le considera con las suficientes dotes morales como para doblegarlo con tal acción (por lo general resulta ser El Estado). Es decir, quienes recurren a una forma de lucha con tal grado de moralidad como lo es la huelga de hambre, reconocen en el adversario, su igual y su protector, poniendo en sus manos la vida misma. No son enemigos los que median en ello, pues no se pondría la decisión de la muerte en manos del enemigo. En otras palabras, los combatientes en una guerra no pretenderían vencer al enemigo con una acción de este tipo.
Pero así como a quienes denuncia Gabriel en su cuaderno de estudiante, acusándolos de banalizadores de la lucha contra el hambre, convirtiéndola en la filantropía institucionalizada, detrás de la cual se esconden despreciables negocios, así se ha banalizado también, esta huelga, unos por ignorancia y otros con absoluta conciencia, al grado de catalogar entre los huelguistas de hambre mas connotados de la historia, a decir de Wikipedia, a Antonio Ledezma, incluso por encima de Bobby Sands, quien falleció tras sesenta y seis días de inanición en una heroica lucha. El solo mencionarlo en la misma lista es una afrenta.
Ya no soy un niño, pero algo de él me hace rebelde ante las huelgas de hambre. Entiende que sin moral, esta huelga se parece mucho a los adornos del fascismo. El viejo que mora en mi, acepta esta y otras formas de lucha. La de los estudiantes contrarrevolucionarios, finalizó en medio de la nocturnidad y de actos y actitudes que rayan en lo ridículo por lo mediático. Ahora otros se han sumado con la misma capacidad simuladora y efectista, nada menos y nada mas que crucificándose, sin entender que un acto de crucifixión, que debe practicar la valentía de los verdaderos cristianos, exige atravesarse las muñecas con clavos de hierro.
En contraposición a la política del hambre impuesta por el fascismo imperial, con la cual pretenden hacer chillar de dolor a los pueblos del mundo, la revolución bolivariana ha impactado a los venezolanos con la política de plena soberanía alimentaria.
A veces nosotros los chavistas, deseamos que los contrarrevolucionarios, sobre todo su juventud, logren mostrar en sus actos, algún rasgo de ética combativa para ir reconociéndolos, y legitimarlos en el tablero de la batalla, para por fin, tener un interlocutor ante el cual validar la victoria. Sabemos que el real enemigo está en el norte y al cual no habría que darle ni tregua ni cuartel, y si las circunstancias nos obliga a vencer a los adversarios internos, es necesario, que tengan la talla moral de tales, porque al fin y al cabo , son bolivarianos por nacionalidad, como lo somos nosotros.
¡Patria, socialismo o muerte!
¡Venceremos!
miltongomezburgos@yahoo.es