Quizás todos los ciudadanos quieren contar con mejores ciudades donde habitar y desarrollar su existencialidad, pero también es cierto que hay muchos personajes que no han terminado de evolucionar humanamente y mantienen actitudes propias de los animales, es decir, que no tienen la capacidad de razonar sobre los aspectos de la estética, la higiene y la organización adecuada del entorno medioambiental. Es allí donde nos atrevemos a asegurar la existencia de los Cochimonos Citadinos, los cuales son seres parlantes y con aspecto humano pero con la conducta propia de un espécimen muy extraño que proviene del cruce de cochinos con monos. Este tipo de bichos, debido a la carga genética porcina que poseen, adoran vivir en medio de la inmundicia y el desorden, ellos serían extremadamente felices si toda la ciudad fuese un muladar, pues allí estarían a sus anchas para hurgar y revolverse entre la mugre. La otra característica conductual se refiere al comportamiento simiesco cuando se alimentan, pues van dejando el rastro y todo lo que sobra lo tiran, exactamente igual a los macacos. Esto es muy común cuando precisamente comen Cambures, el alimento predilecto de los monos, las coberturas de las frutas van directamente al suelo, con la desgracia que algún ciudadano desprevenido las pise y consecuentemente, por un resbalón, su humanidad termina aparatosamente sentada en el pavimento y al lograr llegar a casa deba consumir analgésicos así como aplicarse ungüentos y pomadas que calmen el porrazo, en el sitio que prefiero dejar a imaginación del lector.
Dado que las frutas tienen distintas temporadas de producción, mayor desgracia se genera en la ciudad cuando abundan Ciruelas, Mamones y Mandarinas; el volumen de pepas y conchas es similar a las de casquillos de balas en un campo guerra o cancha de de tiro, incluso la cuestión se torna muy desesperante y colérica, porque los muchachos traviesos, y uno que otro adulto inmaduro, utilizan las pepas como proyectiles de tiro contra los ciudadanos desprevenidos, a quienes les manchan sus prendas de vestir. Resultando que en estos casos las culpables suelen ser las desinformadas madres de los autores de la maldad, quienes por consecuencia del momento de rabia afloran mentadas en los labios de las víctimas.
Realmente estos comentarios nuestros tienen su carga de humor pero si revisamos la realidad del presente nos daremos cuenta que nada es inventado, ni estamos jugando con la imaginación, estamos dibujando con palabras un asunto que nos afecta a todos por igual. Incluso a los propios culpables de los hechos, quienes son tan terrícolas como los que deseamos un entorno más hermoso, pulcro y organizado, por lo cual tratamos de no tener las conductas de los Cochinos ni de los Monos, aún cuando científicamente nos parecemos en un 98 % a éstos últimos.
La conducta de los cochimonos es efectivamente una desgracia para la población, pues además de las propias acciones de estos seres, también resulta que sus descendientes asimilan sus modelos y consecuencialmente los carajitos van considerando como normal, común y corriente lanzar desperdicios dondequiera o practicar tiro con pepas, utilizando como blanco a los ciudadanos de la calle.
Lamentablemente nuestras actuales generaciones van buscando parecerse a los modelos y estereotipos que muestran las comedias importadas o la basura televisiva nacional, de allí se expande la moda de no asearse, vestirse como un espantapájaros, raparse y tatuarse al estilo de las bandas de delincuentes centroamericanos, colocarse colgantes metálicos en todo el cuerpo y andar barriendo el suelo con lo que sería el ruedo de los pantalones. Esa es la expresión cultural que comienza a imperar y lamentablemente para el esnobismo da nota una chica con la cabeza calva y ropa raída como un chico con cabellera de largas clinejas malolientes y llenas de piojos, vestido con una batola parecida al trapo de limpiarse un mecánico.
Es posible que por decir estas cosas se no tilde de viejos conservadores, amargados y anacrónicos pero nosotros fuimos formados con una cultura que viene viajando en el tiempo y se mantiene muy cargada de valores humanos, llena además del aprecio por la higiene, la estética y la organización. En consecuencia estamos muy convencidos que siempre será mejor y más aceptable la modesta conducta de colocar los desechos en el lugar de la basura y no la de cargar la mugre encima o regándola por el sendero que transitamos.
(Biruaca, 13/04/2011)