El presente título no pretende emular ninguna pose intelectual al estilo de los grandes teóricos del arte, que ya lo han dicho todo, pero sí es nuestro discreto aporte como trabajadores culturales, aunque en nuestro entorno referencial se nos tilde más en la gracia del Negrito del Batey, tampoco eludimos tal consideración de la guasa popular; pero… de que aquí, en este país, están pasando vainas interesantes, ¡están pasando!, y no es pura coba ni trasnochada impostura política, porque hay quienes conocen verdaderamente nuestra labor y aunque seamos una sola golondrina haciendo el verano no vamos a renunciar a nuestro vuelo, y en su momento , por mera susceptibilidad endógena, decir lo que nos corresponde.
En tal sentido, si no como respuesta, nuestra verdadera motivación es respaldar, desde nuestra cercana y distante circunstancia, lo expuesto por Arturo Gómez-Pocaterra en ¿Por qué los artistas “revolucionarios” estamos arruinados?, publicado en las páginas de Aporrea el pasado 19 de abril , ya que tan pintoresco panorama nos parece verdaderamente familiar. Nada más desolador para la escuálida oferta cultural actual -casi como si en términos de merchandising habláramos-, El Grito de Edward Munch sin exagerar puede reflejarlo, tal tramado de gabinetes (“salas pequeñas o estudios para recibir o descansar”: según diccionarios europeos) de enrarecida y polvorienta factura nacional y regional, que algún buen resemantizador, no mamador de gallo, “Guabinete” bautizó, artificio Frankestiano engendrado en vetustos laboratorios del CONAC, y que ahora, revestido de nuevos blasones (ignoramos a cuál polisémico poeta de medio pelo, debemos y deberemos estar perennemente agradecidos de tanta retórica y renacimiento neobarroco del sigloXXI) espantando como cualquier resuscitado del gabinete del Dr. Caligari con el rimbombante nombre del ministerio del poder popular para el acto cultural, sin ánimo de parodiar al gran José Ignacio.
La utopía no es exclusiva de nadie, en ella nos encontramos embarcados todos los que andamos en nuestra querida, contaminada y única nave espacial, como reza el predicador de Dossier; tirios y troyanos, proletarios y burgueses y su escala de lacayos en el orden dominante de la lucha de clases, bacalao que unívocamente sólo se ha querido endilgar a Marx; no creo que las consecuencias de cualquier desastre natural, desde los inducidos por el proyecto HAARP hasta el reciente tsunami de Japón y las radiaciones de la planta nuclear de Fukushima –déjá vu de Hiroshima y Nagasaki-; así como en otro tenor, las bombas inteligentes de la aviación aliada de la celestina OTAN contra Libia, no discriminan condición social ni bando alguno, cuando en este largo réquiem del capitalismo imperialista desembocamos a la locura total del sálvese quien pueda.
Venezuela es de todos, reza el slogan institucional, pero la cosa es petrolera y por ahí marcha la procesión, entre tanto caudal de cultura popular, ignorado y pospuesto, las mayor de las veces por ceguera, manipulación y parco apoyo institucional, con tanto farsante y badulaque -ventosas del burocratismo más desvergonzado- en nombre de la revolución, dilapidando el mayor flujo de recursos materiales nunca habido en nuestra historia, para instrumentar al lado de cultores y comunidades, en este amplio espectro de la cultura popular, la transformación de nuestro pueblo hacia la mayor suma de felicidad posible; lo que es igual al logro de su independencia definitiva, que a considerables años de históricas luchas sociales no ha sido posible alcanzar. Por lo cual, amigo Arturo, sin ser pájaro de mal agüero creo que de nuevo los trabajadores culturales , “que tanto es una raya más para un tigre”, este próximo 1º de mayo, la piedra de Sísifo volveremos a cargar, mientras que aquellos -camisas rojas, máscaras de tragedia o comedia ad hoc e incluida hidratación, seguirán llevando la misma corona de flores con factura incluida a nombre de su Guabinete, pero cerciorándose de que el héroe de la patria esté bien petrificado en su pedestal; que nada nos quite el sueño, estos no son tiempos para dormir, siempre hay que pisar talón. fredy.araque@gmail.com