Corre éste género, la misma suerte, de dos emblemáticos casos, opuestos por sus contenidos y cronologías, pero que los une la bárbara actuación de quienes sellaron su destino. Uno es el de “Pedro, El Breve”, a quien se le adjudicó la autoría de aquella exquisita obra “El Decreto de Carmona” de tan brillante ejecución, pero que hoy en día goza del prestigio del anonimato, pues los intelectuales firmantes de su manifiesto se autojuran que jamás lo hicieron, depositándola en el limbo de la amnesia. El otro es el de “La Ley de Tierras”, obra de factura popular a la que intentaron acortarle la vida, quemándola en las hogueras del fascismo, augurando el límite de la existencia de novedosisimos géneros literarios, sin tomar en cuenta que las obras populares tienen la duración que el mismo, le adjudique.
Duró lo que dura, en términos literarios, un peo en un chinchorro. El genero murió antes que subdesarrollara sus artes u oficios (por aquello de lo genuinamente latinoamericano y caribeño) y la cosa la decidió otra corte, La Suprema de Justicia que aun cuando en lo real mágico, o falso positivo, no maneja la pena de muerte en su sistema de justicia, si podría considerar el exterminio de lo humano y sus expresiones, como daños colaterales. Es decir, el género ha muerto por sentencia Superior, aunque esta no lo haya valorado en su dimensión literaria.
A los Cuentos de Computadoras se le pronosticaban por lo menos dos décadas de holgada existencia, los que la inhabilitación a la Senadora Piedad Córdoba, procuraran dejar fuera de combate. Riesgos no calculados abren la posibilidad de dejar sin efecto procesos judiciales derivados del ejercicio de este género, atendiendo literalmente la decisión de la Real Corte Suprema de Justicia de Colombia.
Sin embargo, así como pudiésemos hablar de idiomas muertos, inorgánicos, también pudiese ser valedero, dedicar algunos malos vocablos a los personajes que fungen como protagonistas de estos relatos. Son macabros por su excelencia, obscuros y tenebrosos del gusto de su máximo exponente. Extraídos de las altas esferas del mundillo del lumpen mundial. Su pestilencia les antecede, los desguases y las fosas comunes le siguen los pasos. Uno de los mas famosos es el protagonista de “La Matanza de Sucumbíos”. El tronco de malandro que abandera la fuerza élite que penetra al campamento guerrillero. Intoxicado, eufórico, gritando “¡Déle bala, déle bala!” “¡No se dejen matar chimbamente!” “¡El chivuo que veníamos a buscar ya lo tenemos muñeco!”. All igual que aquel que aparece en una foto, necrófago, encima del cadáver del capo Pablo Escobar Gaviria, después de su abatimiento.
Desenmascarado los evidentes plagios y manipulaciones tecnológicas, La Corte, no tuvo más que contradecir a semejantes autores, exponiéndolos al escarnio público. La gente dice (The people say), que la sentencia incluye una frase memorable como aquella que otro tribunal pronunciara: “Preñados de buena voluntad”. Ésta, que no a sido corroborada con ninguna fuente, emulando aquella, añade: “Los que no leen, aunque los asista el derecho, no deben escribir”.
Para el colorín colorado, es menester decir, que su doliente mayor apelará, y tiene a su favor, a los movimientos alternativos que abogan o impulsan los “Derechos de genero” por lo cual, el pequeño fascista tiene que paradójicamente, buscar alianzas estratégicas con las mujeres, homosexuales, heterosexuales, bisexuales, lesbianas, etcétera. Menuda tarea para un militante de la diplomacia machista de carácter global.
¡Patria, Socialismo o muerte! ¡Venceremos!
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