Quienes ya hemos vivido suficiente para recordar y hacemos uso de la memoria como herramienta para comparar y testimoniar acontecimientos vividos de la historia reciente, podemos afirmar a plena conciencia que jamás habíamos visto tanta dedicación, pasión y orgullo colectivo, como el despertado y demostrado por la selección nacional de futbol en el campeonato de la Copa América 2011, nuestra gloriosa Vinotinto, con cuyo destacado desempeño quedó definitivamente evidenciado el avance deportivo internacional de Venezuela.
Como universitarios que debemos estar contextualizados con el momento y acontecimientos, máxime los que involucran de manera tan directa a la Patria, nos unimos al festejo popular, a la alegría de todas y todos que sin distingo de clase, edad, credo o género, e incluso quienes no éramos fanáticos del futbol o quienes ni siquiera se interesaban por el deporte, pero que colectivamente hemos venido tomando conciencia de las múltiples dimensiones del “buen vivir”, considerándolo ya como parte de nuestros derechos y no como privilegio de pocos, tal es el caso del deporte, la recreación, la cultura, la salud y la educación, entre otros.
Más allá de los resultados coyunturales y el consecuente posicionamiento en el ámbito futbolístico, compartidos con el significativo avance logrado en la mayoría de las disciplinas deportivas y las diversas manifestaciones culturales, nuestra reflexión se orienta a contextualizar las causas estructurales de los mismos, pues no son obra y gracia de la casualidad, la buena suerte o el descuido de los otros países, sino el resultado de diversos factores cuidadosamente planificados y desarrollados en el marco de las profundas transformaciones que vive nuestro país en los últimos años.
En consecuencia es evidente que no se trata de un hecho aislado y por nuestra modesta experiencia como deportista y atleta durante gran parte de nuestra vida, podemos testimoniar que algunos aspectos “supra casualidad” son determinantes en esos logros. Veamos sólo tres de ellos:
En primer lugar, las condiciones físicas para la alta competencia no se logran de un día para otro e implica muchas cosas además de ejercitarnos físicamente, para lo cual se requiere de buena alimentación, adecuado descanso, óptima salud y gran balance físico-psicológico, lo que sólo se logra cuando nos concentramos en esa preparación integral, bajo la tranquilidad y condiciones que nos otorga nuestro bienestar personal y familiar. Es decir, hacerse atleta de alta competencia (aficionado o profesional), envuelve un cúmulo de factores directamente vinculados al individuo que, además del sacrificio personal, requiere del apoyo familiar e institucional tanto en lo afectivo-emocional como en lo material-financiero, ya que amerita del “roce competitivo” mediante la participación constante y organizada en múltiples eventos previos y preparatorios a la competencia-meta, lo que permite familiarizarse con el hecho mismo de competir y a los diversos escenarios físicos, climatológicos y culturales posibles. Eso es ampliamente costoso y agotador.
En segundo lugar: cuando se trata de los llamados “deportes de conjunto”, el equipo debe funcionar como una maquinaria milimétricamente ajustada y óptimamente lubricada para que opere en pos del objetivo-meta colectivo, lo que constituye una de las mayores dificultades, habida cuenta que se requiere de mucha madurez y sensatez en los integrantes del grupo para deponer las actitudes individualistas, los intereses particulares y las ansias de protagonismo personal presentes en cada uno de nosotros y nosotras, asumiendo corresponsabilidad, compromiso y el planteamiento del triunfo como objetivo superior, en el entendido que el mismo no se logrará con una sola posición, sino en la relación simbiótica en que se convierte el equipo antes, durante y después de la competencia. De tal forma que es necesario que cada cual internalice su función propia en pro del colectivo, sin minimizarla, pero tampoco sobrevalorándola por encima del aporte de los compañeros. Eso implica disciplina y visión compartida.
En tercer lugar pero no menos importante: el equipo o atleta no se hace ni participa solo, aun tratándose de los deportes individuales, pues detrás de los competidores hay todo un sistema que articula a directivos, entrenadores, médicos, dietistas, masajistas, logística y seguridad, entre otros, sin cuyo aporte efectivo y eficiente el triunfo sería imposible o sumamente difícil, por cuanto desempeñan un papel fundamental en el diseño de las estrategias de competencia, atención al atleta y suministros, que garantizan el óptimo desempeño para alcanzar los logros planteados. Eso representa acción sistémica y sentido de pertenencia.
Ese ejemplo de tesón, disciplina y sentido de pertenencia como nuestra Vinotinto, son necesarios dignos de emular en la transformación universitaria. De manera que nuestro reto ha de ser integrar esfuerzos por la Universidad Vinotinto…
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