Las calles de nuestro país y de manera especial sus paredes, han sido testigos del devenir y acontecer político. En tiempos de la cuarta república, con sobrada razón, fueron testimonio de la expresión de protesta de los diversos sectores populares que no encontraban espacios en los controlados medios de comunicación social existentes. ¿Cuál emisora, televisión o periódico permitía a los sectores populares manifestar su protesta u opinión sobre los problemas que los quejaban? ¿Por dónde y ante quién denunciar? ¿Quién oía?
Las marchas y las paredes recogían el descontento de un pueblo ahogado por quienes hoy se quejan de falta de libertad de expresión.(¿?). La propaganda artesanal y clandestina recogió toda la creatividad para rechazar la represión y las medidas económicas que golpearon de manera brutal la economía familiar.
Indudablemente que Venezuela está cambiando y ocurre en democracia. Si en algún momento los colores, las consignas y los logos de los partidos dominantes se convirtieron en símbolos de perseguidores y represores, eso es cuestión de un oprobioso pasado y punto pendiente de la justicia. En cuatro décadas del puntofijismo no hubo “pan, tierra y libertad”, tal como lo ofrecían las consignas adecas. ¿Chávez recibió o no un país hipotecado, con pobreza de casi un 80 por ciento, sin soberanía, entregado a las transnacionales del petróleo? ¿Era dirigida o no la política venezolana desde los Estados Unidos? ¿Quién decidía las elecciones y el destino del país?
Hoy el Presidente Chávez, con una incuestionable solvencia moral, una obra gubernamental a la vista y con un apoyo popular que nuevamente lo llevará a la presidencia en el 2012, es referencia de un discurso de amplitud y unidad nacional para construir un nuevo país, en el marco del proyecto establecido en la Constitución Nacional Bolivariana.
El mismo Presidente es también puntual en el llamado que hace a los militantes del PSUV y demás factores de la Revolución, exhortándolos a entregarse más y más a la construcción de la Venezuela Socialista. Sin sectarismos, sin clientelismo, sin corruptelas, sin demagogias, sin falsas poses y sin el enrojecimiento exagerado y abusivo. Así será, compañero Presidente: ¡Viviremos y venceremos!
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