Si bien oficialmente el “patrón oro” desapareció, en los hechos sigue tan vigente como lo está el sistema capitalista al que le sirve tan eficazmente como antes.
En entregas anteriores quisimos dar cuenta de la insustentabililidad del juego de la ofertademanda para explicar y determinar precios, y ahora lo haremos con el caso concreto del precio del oro, para ratificarle su utilidad como depósito de valor per se, como dinero mundial para las operaciones intercapitalistas[2], con su sobrevalor nominal en poder de la banca internacional.
Ya sabemos que los valores de uso naturales son asimilados a mercancías; para ello basta añadirles un valor de cambio soportado por el trabajo que haya costado su prospección, descubrimiento[3], extracción, recolección, su pesca, su caza, su almacenamiento, caleta y estiba, conservación, transporte y hasta su fabricación en el caso de las llamadas materias primas.
El caso es que, históricamente, el oro asumió la función monetaria por razones físicas: maleabilidad y ductilidad máximas frente al resto de los metales, pero hoy, más que antes, la fulana escasez monopólica[4] lo convierte transitoriamente en un valor de uso con alto valor de cambio especulativo (en las exclusivas manos de la banca internacional, se entiende). Un valor que no suele subir y bajar en armonía con los rendimientos de la minería involucrada ni con nuevos hallazgos porque, hasta donde sabemos, este planeta y sus recursos son ya harto conocidos en calidad y cantidad desde los tiempos mismos del afamado y excelente “espía” internacional, el acreditado científico Alejandro Humboldt. Sus oscilaciones de precio arrojan un valor de mercado sujeto a la conveniencia unilateral del poder financiero internacional, el mismo que suele fijar unos precios para el oro que están ampliamente lejos de corresponderse con su valor intrínseco, como lo poseen todas las demás mercancías frente a las que funge como dinero o equivalente universal. Cuando decimos que una onza de oro vale, digamos, 1.500 dólares, es porque esa onza es el precio de ese puñado de dólares.
Ocurre que la puja competitiva entre demandantes y oferentes de esta mercancía no pasa de ser una pantomima financiera guionada, emprendida, dirigida y financiada por los más poderosos capitalistas internacionales. Estos no sólo han monopolizado las disponibilidades de los más importantes medios de producción desparramados por el mundo, sino también el propio medio de compra, de pago y de depósito de valor que representa el oro.
Por eso dejó de funcionar el patrón monetario metálico, y por eso, ante semejante y descarado ventajismo comercial, más allá de todas las consideraciones de explotación de asalariados, la humanidad in sólidum, el concierto de los países de la ONU, bien podría solicitar, aunque reciba vetos, y decidir sobre la declaratoria de Patrimonio Comunal de la Humanidad a todas las reservas de conocidas y por conocerse, a fin de que tengan acceso a él todos los países en función de sus correspondientes PTB.
La demanda del oro bancario ofrece una conducta atípica, y en el mercado aurífero de lingotes bancarios, cuando sube de precio no lo hace para que haya una baja en su demanda, sino para retirar mayor cantidad de dólares inorgánicos que son la causa de desajustes entre la oferta y demanda del resto de las mercancía de mayor demanda en el mercado internacional. Desajustes monetarios causados por la emisión de dinero inorgánico a discreción en volúmenes suficientes para el costeo de gastos militares y otros gastos extrasociales que no guardan ninguna relación directa con la satisfacción de las necesidades populares normales de sus propios ciudadanos.
Porque esas aberrantes alzas especulativas del valor artificial de oro sólo busca la recuperación parcial y periódica de los excedentes de moneda fiduciaria que tan irresponsable e imperialistamente ha venido lanzando al mercado los EE UU; unos incontrolables e inauditables volúmenes de circulante en dólares inorgánicos.
Groso modo, la ONU expropiaría el oro de la banca a un precio razonable, y de allí en adelante los países comprarían la cantidad de metal precioso que vayan necesitando de acuerdo con su poder adquisitivo, su PTB, y pagadera con dólares, euros, etc.
[1] Carlos Marx, El Capital , Libro Primero (Cartago, Editorial)
[3] Es dudoso que el valor mercantil que haya tenido el oro y otras riquezas naturales, transportadas y comerciadas por los primeros exploradores europeos en el territorio, ahora llamado americano, pudiera haber cubierto con ganancias el costo de las embarcaciones, el flete correspondientes, el sacrifico de vidas de parte y parte, con inclusión de las “perdidas” causadas con la sobreoferta de aquellas mercancías en los respectivos mercados europeos. Cónfer: Carlos Marx, El Capital, Libro Primero, Cap. I (La Mercancía).
[4] La escasez del oro no sólo responde a las dificultades mineras en la distribución azarosa de yacimientos, vetas y pepitas, sino a que desde hace muchas décadas fue acaparado, particularmente desde el abandono del patrón oro de Bretton Woods, y se halla en las bóvedas de la banca internacional. Sus propietarios ejercen sobre su oferta y demanda el más feroz monopolio que ha pasado sin castigo ni cuestionamiento alguno, por ahora. La cinematografía actual trata indirectamente estos temas. El oro, en mi criterio debería ser declarado “Patrimonio Mundial Financiero para la Humanidad”
marmac@cantv.net