El capital también se halla en manos del Estado en condición de nuda propiedad[3], vale decir, lo posee pero lo emplea y goza lucrativa y fundamentalmente la burguesía, sin beneficio alguno a favor del propietario porque los impuestos responden a una simple obligación tributaria. Efectivamente, el Estado burgués posee capital en forma de oro y divisas fuertes per se, además de todo el aparataje infraestructural: calles, puentes, avenidas, plantas de energía eléctrica, acueductos de aguas mayores y potables, etc. Este capital, ridícula pero constitucionalmente, sirve por igual al gobierno y a los capitalistas privados. Semejante capital estatal ha provenido de una desviación del Gasto Público hacia obras públicas denominadas “inversiones”, en sacrificio de la compra y dotación de bienes de consumo para la población trabajadora.
Digamos que buena parte del capital estatal invertido en la infraestructura requerida para la explotación practicada por la burguesía nacional e internacional fabril, comercial y financiera, va con cargo a los mismos salarios por concepto de tributos salariales que les arranca ese Estado recaudador al servicio de la burguesía. En el caso venezolano, además va con cargo a la renta petrolera que esta burguesía usufructúa de mil maneras, mientras los gobernantes de estos Estados se jactan de presidir un país soberano y al servicio de todos y todas, como si no existieran las clases sociales.
Estas inversiones de capital, realizadas por estos estados atados al control burgués, lo hacen bajo la falaz figura de obras para el desarrollo del país, un cuento chino sólo para gafos como hasta ahora han demostrado serlo todos estos países dizque subdesarrollados (eufemismo de pendejos). El Estado, ciertamente, usa parte de ese capital de nuda propiedad para explotar feudalmente a los funcionarios públicos de mediana y baja categorías burocráticas[4]. No lo usa para la explotación directa de plusvalía, sino que opta por cedérselo a determinados privilegiados, quienes en caso de quiebra fraudulenta o contingencial, recibe su correspondiente gracia de condonación de deudas o borrón y nueva cuenta.
Yendo al capital dinerario del Estado venezolano que este mantiene depositado en la banca extranjera en sus presentaciones de oro en lingotes y divisas como dólares, euros y afines, observamos que esa banca burguesa extranjera (aunque regiría igual si estuviera en sucursales de bancos extranjeros sitas en el país), esa banca, decimos, ni corta ni perezosa usaría todos esos depósitos como respaldo subyacente a sus líneas crediticias con tasas activas, tal como lo hace cualquier banco privado con los ahorros de los trabajadores y pendejos afines, quienes, temerosos de que los “niños malos” se los lleven en los cachos, ante tanta inseguridad ya incorporada a la sociedad venezolana como otra variable cultural de cotidiana presencia, opta por llevárselos a ese banco burgués con sus propios pies y cabecita, a cambio de una “piche” tasa pasiva, si es que dicho banco no termina autodesbancándose, con lo cual tales ahorristas terminan “perdiendo el chivo y el mecate”.
Ese oro que gobernantes proburgueses y títeres burocráticos nacionales han transferido a esa banca depositaria extranjera también le alimenta su apetito lucrativo mediante operaciones especulativas determinadas por el fraudulento juego de la ofertademanda que les permite a su antojo imponer subas y bajas tanto en el precio del oro real como en el del o. imaginario, y con estos artilugios financieros, esa banca recogen más oro o drenan sus inventarios para recuperar billetes más aptos para la circulación capitalista, o sea, para la explotación de asalariados. En este sentido, el Estado venezolano ha estado contribuyendo con la explotación mundial de los trabajadores.
En este país y otros países, nadie que emita un juicio objetivo y libre, puede negar que ninguno de sus administradores y coadministradores del Erario Nacional venezolano, hasta ahora, haya podido garantizar con suficiente prenda moral su bueno y eficiente manejo. Esto lo damos por sabido y reconocido hasta por el propio Presidente en ejercicio actual. Como sabemos de sobra, los gobernantes resultan maulas e inmorales y hasta asesinos, salen del juego electoral y se largan sin pena ni gloria, pero generalmente cargaditos de maletas de dólares y oro. Pero esas aberraciones burocráticas son otra cosa.
En consecuencia, aprovechamos para señalar que no dudamos que uno de esos gobernantes altos o medios de hasta el siglo pasado habría cambiado por un clon la “Espada de El Libertador”, y la habría vendido al anticuario mejor postor. Por lo menos, por ahora, a los gobernantes no se les premia con senadurías vitalicias lo cual los inmunizaba contra los pendejos y no tan pendejos.
Indudablemente, una de las mejores y más expeditas vías para revalorizar la moneda nacional sería, precisamente, la del respaldo aureserometálico sumado al respaldo en “oro negro” y a otras riquezas físicas que este país tiene a granel. La alta demanda de oro con fines industriales elevaría su precio de mercado y con ello queda robustecido el respaldo en cuestión a favor de la revalorización del bolívar que hemos estado proponiendo y defendiendo.
Sin embargo, bien sea oro amarillo, o negro, o cristalino (agua) o clorofílico, tales respaldos son siempre equivalentes entre sí, valga la redundancia, si guardan determinadas proporciones de intercambio. De manera que tal transferencia hacia bóvedas locales para mejor respaldo monetario no es el objetivo fundamental de la misma, sólo sería cuantitativamente. Como esa banca extranjera seguiría manipulando el precio del oro, nuestras Reservas internacionales serán del tamaño que a ella le convenga.
Un barril de petróleo equivale a determinada cantidad de oro de tal o cual kilataje, cosas así; o a tantos metros cúbicos de agua potable, pero, ¿cuál de los respectivos precios de esas mercancías terminaría siendo la referencia más confiable, y común, y de más fácil acceso, y de mayor valor utilitario o de uso? Obviamente, el oro lleva la delantera en estos casos, pero realmente presta poco utilidad emergencial. De poco valdría tener nuestras bóvedas saturadas de oro puro si carecemos de dinero mundial, en este caso, el dólar, aunque desgraciadamente, con sus devaluaciones y revalorizaciones al ritmo del precio mundial del oro. Las subas que diariamente estamos oyendo sobre el valor de una onza de oro (31,10 g) suponen devaluación del dólar, y viceversa.
Por supuesto, hablar de devaluación del dólar es un “sincericidio” porque las reservas del país, las del Estado y las de la alta burguesía nacional e internacional están expresadas físicamente en esa divisa. Si somos coherentes, hemos combatido hasta ahora el desguazamiento del bolívar, pero hemos señalado (yo particularmente) que esas devaluaciones han sido para garantizar suficiente disponible en dólares de la renta petrolera a fin de que el Estado cancele oportunamente la deuda con la Banca Internacional, y ahora mundial ya que estamos multinendeudados con varios imperios capitalistas de toda la periferia económica mundial[5].
De manera que todas esas versiones y alharacas mediáticas de legos, variopintos piratas, aventureros de las financias y economistas vulgares en general no pasan de ser meras especulaciones, abstracciones que no resisten mayores análisis científicos.
[1] Por capital se entiende la denominación que Carlos Marx dio a los medios de producción (dinero, oro físico en lingotes, pepitas, vetas, etc.), tierra (agua incluida), maquinarias, variopintos edificios, cuando estos son usados para la explotación de asalariados, valga decir, para la obtención de plusvalía o valoración de dichos medios.
[2] Por propiedad económica se entiende la ejercida por los dueños del dinero y/o de medios de producción de plusvalor (capital) quienes lo usan para financiar empresas lucrativas de explotación de trabajadores carentes de propiedad alguna a cambio de dividendos gananciosos, o para que la banca lo haga por ellos a cambio de un interés determinado por el mercado, a diferencia del propietario jurídico, o p. imperfecto, que puede ser cualquier prestatario de la banca, quien, si bien ejerce la propiedad jurídica sobre ese dinero tomado a préstamo, está gravado por el propietario económico de donde procede el préstamo recibido. Si este último es sólo un intermediario, es también un propietario jurídico a secas, y no económico. “La p. económica es la principal acepción jurídica como derecho real máximo de una persona sobre una cosa”. Cónfer: Guillermo Cabanellas, Diccionario de Derecho Usual. / Erich Schneider, Teoría Económica, Cap. II.
[3] Guillermo Cabanellas, Diccionario de Derecho Usual.
[5] La pasada transferencia del oro del Banco Central de Venezuela hacia la banca internacional donde se halla actualmente pudo estar motivada por las razonables dudas albergadas por nuestros acreedores para la cancelación de la Deuda Pública contraída con ella. De esa manera, tales depósitos y transferencias cobraron su innegable carácter prendario, y de allí que ahora está pendiente de conocerse cuál será la reacción de la banca depositaria ante estas decisiones de retranferencia hacia el país del oro que fungía de respaldo ante neutros acreedores extranjeros.
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