Hace varias semanas terminé de leer la biografía analítica sobre el caudillo adeco Rómulo Betancourt, escrita por el profesor José Sant Roz, publicada por Monte Ávila en mayo de 2010.
Me llevé dos sorpresas. La primera fue enterarme que El Procónsul Rómulo Betancourt mereció el Premio del Ministerio del Poder Popular para la Cultura 2010, en la mención de Ciencias Sociales. No es fácil, entre otras razones porque se trata de una personalidad de alta controversia en la historia latinoamericana. Recibir un premio por ello es un riesgo mutuo. Es distinto al reconocimiento por su otra obra "Bolívar y Santander dos posiciones contrapuestas", que ganó el Premio Municipal de Literatura, donde la lejanía y sinuosidad del personaje (contrapuesto), Santander, facilita la mirada crítica desprendida de la subjetividad que impone el presente.
En el autor, ambas investigaciones se juntan en la complicada pesquisa sobre el fenómeno de las conversiones (y reversiones) en las personalidades relevantes de la política y la guerra. Allí nace el mérito literario del profesor José Sant Roz.
La segunda sorpresa fue descubrir los aportes que hace Sant Roz en documentación, datos inéditos y testimonios. Muchos de ellos fueron descuidados, abandonados, obviados, y en algunos casos omitidos con interés manifiesto, aunque algunos eran conocidos y constituían "el otro archivo" de la bibliografía indispensable para alcanzar completa la enigmática personalidad del hombre de Guatire.
Estudios precedentes, incluso autorizados, que comenzaron la descripción y narración de la vida de Rómulo Betancourt desde mediados de la década del 60, soslayaron la tesis central que sostiene la obra de José Sant Roz en El Procónsul Rómulo Betancourt.
Rómulo, como cualquier figura relevante en la política su tiempo, sólo es comprensible bajo la combinación dialéctica de dos medidas. ¿Qué decidió e hizo respecto al imperio dominante, EEUU, cuál fue su rol en la política latinoamericana y qué conducta tuvo como representante de la clase social en nombre de la cual gobernó su país? De las contestaciones a estas cuestiones surgirán distintos personajes.
Eso explica que el Rómulo de Manuel Caballero, a pesar de registrar algunas de las verdades que sintetiza José Sant Roz, termina pareciéndose al Rómulo de Sanín, al del historiador norteamericano Robert Alexander, al de María Teresa Romero y al de la mísmisima René Hartman en la novelita Rómulo y yo. Los iconógrafos Juan Liscano y Carlos Gottberg resultaron más serios en Multimagen de Rómulo, sobre todo en los escritos complementarios del poeta Liscano. Por sus convicciones ideológicas conservadoras, por honestidad intelectual, o por lo que haya sido, decidieron no pronunciarse sobre el particular fenómeno de un hombre que comenzó proclamándose radical y de izquierda y terminó siendo su contrario.
El autor del Procónsul, un guariqueño que escribe desde las tranquilas montañas de Mérida, adelanta su tesis analítica sobre Rómulo Betancourt con una pregunta autobiográfica en la Presentación de su libro de 761 páginas. "Comenzó a bullir en mi la necesidad de explicarme aquel cambio y, desde entonces la pregunta nunca me abandonaría: ¿Por qué Rómulo terminó siendo un furibundo anti comunista?"
Muchos de sus contemporáneos se sorprendieron al ver que su furibundia era directamente proporcional a su anti comunismo. Yo, que no viví su tiempo, mantuve por muchos años una duda semejante nacida de un hecho sangriento entre adecos. Fue el día que mi madre maldijo a Rómulo cuando yo andaba por los cinco años. Ella, como toda adeca en su generación había sido casi devota del caudillo, y junto a mi padre, uno de los fundadores de AD en Punto Fijo, luego dirigente sindical corrupto en Guárico, llenaban la casa de impiadoso adequismo y romulismo. El día que asesinaron a Gonzalito, el jefe de los adecos anti romulistas del pueblo y acusaron a "la gente de Betancourt" en Calabozo, mi madre, suficientemente adeca para ser anti comunista, culpó por igual a Rómulo y a los "comunistas". Nunca nadie develó el misterio de la muerte de Gonzalito, pero a mi me dejó una contradicción en la cabeza. ¿Cómo es eso que el mismo Rómulo podía ser "comunista" y anti comunista" a la vez.
El valor analítico del trabajo del profesor Sant Roz comienza en la pregunta que se hizo cuando era niño en su casa de San Juan de los Morros y se nutre en un recorrido enciclopédico de información buscando una respuesta. El final es un resultado sobre una secuencia narrativa de 48 capítulos en los que el personaje se va conformando a pedazos, esos pedazos mal usados, no usados o ignorados. Con un detalle inusual: la documentación expansiva no afecta al concepto. El ex izquierdista juvenil de exilio, el nacionalista de matriz peruana y ambiciones proconsulares, el jefe adeco, pragmático y conspirativo sin principios, y el político burgués a la medida de la necesidad de Washington para enfrentar a Cuba, va apareciendo "solo", casi por sus propios medios, e irremediable en lo que él mismo se construyó con sus decisiones. Un procónsul, un auxiliar de poderes ajenos, un enviado, una representación, un delegado imperial, un político que nunca fue lo que quiso ser, ni en su juventud ni en su madurez.
Este método biográfico dinámico de buscar una respuesta en los hechos, le permitió demostrar el cambio, la mutación del personaje en su tiempo histórico. Como toda mutación en política (también en arte y ciencia) combina circunstancias políticas, presiones concretas de Estados, situaciones personales o familiares, relaciones de interés grupal o partidaria y decisiones individuales, muchas de ellas inconfesas hasta la muerte.
La labor reordenadora y sistematizadora de centenares de datos perdidos, obviados o usados en otro sentido, fue la "carpintería", la tesis y el método usados fueron su inteligencia orgánica.
El resultado es la mejor biografía de Rómulo Betancourt, y esto vale incluso en la hipótesis negada de que el autor fuera simpatizante de las ideas del personaje.
Se puede escribir sobre un adversario sin violar las leyes de la verdad basada en los hechos y su lógica interna.
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