Los
pumalacas, cuando proponemos corregir alguna falla en el sistema
venezolano, por más insignificante o meramente administrativa que sea,
inmediatamente saltan cual tigre enfurecido al acecho y nos dicen: “Eso
no se puede hacer porque nuestra revolución es pacifica y no violenta”; y
con ello, en estos últimos 7 años han venido adormeciendo “el espíritu
del Caracazo” o la intención del pueblo venezolano, cuando nos dio el
poder, de hacer una transformación revolucionaria de verdad y todo ha
venido degenerando en una socialdemocracia tardía y fuera de tiempo y
lugar.
Ahora
detengámonos a analizar, doctrinariamente, no el carácter acomodaticio y
el no querer hacer ningún cambio en el país sino disfrutar y
usufructuar las mieles del poder por parte de la burocracia roja rojita,
no eso no; detengámonos a analizar, doctrinariamente, si es verdad que
nuestra revolución es pacifica y no violenta.
Primero, nuestra
revolución nace de un hecho súper-violento, violentísimo como lo fue el
Caracazo, consistente en una rebelión espontanea de las masas, por
falta de una dirección revolucionaria que en aquel momento se encontraba
“co-gobernando”, a titulo de socio minoritario con la oligarquía
puntofijista, rebelión esta que fue reprimida feroz y salvajemente y
hubo miles de muertos y desaparecidos. Luego, refuerza este proceso las
rebeliones militares del 4-F-92 y del 27-N-92; es allí en donde parte el
carácter violento de la revolución venezolana, debido a que se le
resquebraja a la burguesía el instrumento represivo o como dijo Marx, el
instrumento de sostén del poder en última instancia
como lo es el ejercito o las Fuerzas Armadas. Al resquebrajársele el
aparato militar al puntofijismo, queda desarmado, queda al desnudo, y
sobretodo quedaron “chorreados”, cosa que no les sucedió cuando el
Caracazo porque allí si contaron con una herramienta militar solida.
Pero
facilita las cosas, que quien se alza no es el pueblo, sino el
ejército, la herramienta, con que cuenta la oligarquía, para defenderse,
precisamente de las revoluciones provenientes del pueblo o de sus
sectores de vanguardia, es decir, la oligarquía queda desarmada, queda
desnuda y en el caso concreto venezolano quedaron bien chorreados.
La revolución venezolana, no
es una rebelión popular, eso es cierto, pero es una revolución o mejor
dicho es una vanguardia que llega al poder por formar parte de la
estructura del aparato militar y allí va implícito el carácter violento
de ella, carácter con que no cuentan por ejemplo los Ecuatorianos,
Bolivianos, Paraguayos, Salvadoreños, Hondureños, quienes tienen que
lidiar con ejércitos de carácter burgués, entrenados y teledirigidos por
Washington.
Veamos,
de no haber sido por ese factor violento (Psicológico pero violento),
la vanguardia política, unos provenientes del núcleo militar, encabezado
por el líder del proceso, el Comandante Hugo Chávez Frías otros
provenientes del sector civil, habiendo quedado los primeros con
contactos dentro del ejercito activo, el golpe para desconocer la
victoria electoral del 6 de diciembre de 1998, no hubiese fracasado, ya
que los contactos de los bolivarianos, habían preparado un contragolpe y
eso desmanteló el golpe de los Calderas. Esta ventaja, no la tuvo, ni
Luis Beltrán Prieto Figueroa en 1968 ni Andrés Velásquez en 1993, el
segundo ganó, sin embargo no pudo cobrar, aparte por la cobardía de él
mismo al no convocar el pueblo a la calle, porque
los militares, sobretodo quien era Ministro de la Defensa en el
momento, se lo impidió.
En otras palabras nuestra revolución si es violenta, psicológicamente y armada también.
ESTA VENTAJA COMPARATIVA NO HA SIDO APROVECHADA
La
espada de Damocles que tienen todos los presidentes electos
popularmente, es el “fantasma” del golpe de estado, las burguesías
imperiales locales juegan con este factor y obligan a muchos presidentes
civiles a claudicar o a ir “más despacio” en los cambios; siempre es
una incógnita, de sumo cuidado, algún “Pinochet agazapado” que haya por
ahí en las Fuerzas Armadas tutoreadas por Washington.
En
el caso nuestro, de Chávez concretamente, ese factor psicológico de
freno al cambio por temor al golpe de estado, nunca existió precisamente
por el carácter violento psicológico de nuestra revolución, siendo ello
una ventaja comparativa que no se supo aprovechar haciendo cambios
radicales.
Cuando
tuvo la amenaza militar el 12 de abril del 2002, la revolución salió
airosa, pero esa victoria tampoco se convirtió en cambios profundos y
radicales para la población; siempre el discurso complaciente de ser una
“revolución pacífica y no violenta”, favorable a la derecha y al
reformismo. Es que la revolución venezolana entre 2002, 2003 y 2004, no
solo derroto a la burguesía imperial político-militarmente, el 13-A sino
que la derrotó económicamente, con el paro petrolero golpista y luego
políticamente con el referéndum del 15 de agosto del 2004; sin embargo
todas esas ventajas comparativas, aunado a la bonanza petrolera; no se
han sabido aprovechar y es muy poco lo que se ha logrado.
Cuando no se quiere, ni que lo fajen chiquito o le den agüita de babandí.