Algunos compañeros han valorado como motivo de orgullo el hecho de
que no se han producido manifestaciones de indignados en Venezuela.
Razonan más o menos como sigue: Vamos por buen camino, resolviendo los
problemas del pueblo y la gente está contenta con la gestión del
gobierno bolivariano; luego, en nuestro país no hay razones ni tendrían
cabida tales manifestaciones.
Esta forma de razonamiento arranca de una incomprensión del
movimiento de los indignados. Se cree que tal movimiento está dirigido
contra los gobiernos de los países en que los gobernados no están de
acuerdo con la gestión de sus gobernantes. Obvian un dato fundamental:
La protesta es contra un sistema de económico que genera, a la par de
unos pocos grandes millonarios (1%), desempleo, estancamiento de la
economía, desalojo de viviendas y embargos, disminución de la calidad de
vida y, en general, miseria para las grandes mayorías. Ahora bien,
cuando los gobiernos asumen la defensa del status quo, del sistema
capitalista, se hacen blanco de la protesta. Es lo que ha ocurrido en
Grecia, España y EEUU. Vale decir, si los gobiernos -en lugar de ponerse
al servicio del capital- hacen causa común con el pueblo, podría
distinguirse claramente la protesta indignada contra el imperialismo y
el capitalismo.
Hay un argumento básico por el cual toda persona que se conceptúe
como revolucionario debería aplaudir y apoyar el movimiento de los
indignados. Es el sustrato moral que señaló el Ché: Temblar de
indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo. Ese sólo
principio bastaría. ¿O es que acaso no hay suficientes injusticias en el
mundo, merecedoras de nuestra protesta? Ese sentimiento de rabia ante
el poder y la injusticia de miles de ciudadanos, ¿no merece nuestra
solidaridad?
Pero hay más: ¿las decisiones de los centros financieros
imperialistas no nos afectan? ¿En nuestro país hemos derrotado el
capitalismo y vivimos en una sociedad socialista? Nosotros somos hasta
ahora sólo un proyecto que lucha por hacerse realidad. Nuestros valores y
nuestra economía, a pesar de los esfuerzos y los logros de la
Revolución Bolivariana, siguen estructurados sobre los esquemas del gran
capital y tenemos, en ese sentido, grandísimos motivos de indignación.
Existe, por lo demás, un hecho revelador. En nuestro país se han
venido perfilando claramente dos grandes frentes en nuestra realidad
política: las fuerzas del cambio y la revolución, por una parte, y las
fuerzas de la reacción, por la otra. Cualquier acontecimiento político
que ocurra en el país ubica estas fuerzas en una u otra posición
enfrentada. Por argumento en contrario, ¿es posible que la oposición
venezolana asuma las banderas de los indignados para combatir al
gobierno? ¿Se imaginan a Capriles Radonsky, a María Corina Machado, a
Leopoldo López o a Pablo Pérez enarbolando consignas como “Prisión para
los banqueros”, “Muerte al capitalismo”, “No sacrifiquemos al 99% por el
bienestar y el lujo del 1%” y las otras exigencias parecidas que vocean
los indignados en sus manifestaciones? No es posible imaginarlo. Los
defensores del capitalismo no pueden atacar los intereses de los
poderosos.
La lucha de los indignados es lucha contra la injusticia y por eso
es también nuestra lucha. Es denuncia al capitalismo y de la secuela
de males que genera y soportamos. Es la prevalencia de valores de
solidaridad y lucha por encima del interés mercantilista. Es valoración
del ser humano y preservación del planeta. Y todos estos postulados
forman parte del arsenal revolucionario y en tanto tal, son nuestros.
Otra cosa es que el movimiento no haya desarrollado hasta ahora
niveles de conciencia y compromisos que conduzcan a acciones decisivas
contra el capitalismo. Ni nadie está en condiciones de plantear que ese
será su destino inexorable. Pero, todos tenemos el deber de contribuir
para que el movimiento se desarrolle en ese sentido. ¡Sería
extraordinario que en la próxima convocatoria mundial del movimiento de
los indignados hiciéramos en Caracas una gran concentración solidaria en
donde expresemos nuestro inequívoco rechazo a las perversas
consecuencias del capitalismo: La guerra, la explotación, la destrucción
del planeta, los ingentes problemas sociales que genera, etc.!
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