Una de las principales críticas que se hace a los políticos es que «dividen» a la sociedad. Yo no entiendo esa crítica, porque ninguna sociedad es 100% homogénea y la base de la democracia está en la diversidad. Pero la diversidad no es estar a favor o en contra, por ejemplo, de Chávez, Zapatero, Obama... ¿Con cuál de ellos nos quedamos? ¿Con el Chávez de los revolucionarios o con el de los «escualidos»? ¿Con el Zapatero que retira los soldados de Irak o con el que los envía a Afganistán? ¿Con el Obama que cerró (en el papel) la carcel de Guantánamo o con el que reculó y la mantuvo abierta?
Lugar común es señalar que entre el blanco y el negro existen infinidad de matices, propios del blanco y del negro, que nada es absolutamente malo ni absolutamente bueno, aunque sí más bueno que malo o más malo que bueno.
A la Iglesia católica dejemos «amueblar» su cielo con santos, panegíricos y otras loas a nosotros, seres terrenales tratar de comprender al otro. Como bien dijo Machado: «Bebo porque forma parte de mi leyenda, y sin leyenda no se pasa a la Historia; bebo porque nada añade a la virtud la carencia de vicios».
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