Al paso de la rueda de la historia toca hoy a México aplicar todo su esfuerzo en la batalla latinoamericana por la segunda independencia. El pueblo de México está decidido a tomar el poder enfrentando a la misma caterva de rémoras que en todos nuestros países se oponen al imperio de la justicia y la libertad. La lucha ancestral, en veces adormilada y en veces luminosa, toma cuerpo hoy de frente a los comicios federales del 2006. El destilado licor de la historia pone hoy en claro la confrontación de dos proyectos de nación perfectamente diferenciados e incompatibles. De un lado, los consabidos paniaguados del poder financiero internacional y, del otro, el pueblo afanoso por conquistar la justicia y la libertad, cansado de soportar la pesada lápida de la elite privilegiada y de la jauría de castrados a su servicio. De alguna manera la batalla se da en otra geometría política: una derecha que ve hacia el norte y se entrega a sus designios, y una izquierda que voltea al sur y procura la solidaridad. Este escrito pretende ser un mensaje a los hermanos luchadores latinoamericanos en busca de su solidaridad.
Diría el filósofo de mi pueblo (especialista en análisis coyuntural): “ahora sí que se juntó el hambre con las ganas de comer”. A la cada vez mayor presión del pueblo por la ignominiosa política que ha empobrecido a la mayoría, se agrega la presencia de un líder carismático capaz de convocar a la movilización popular pacífica pero enérgica. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) electo en el año 2000 como Jefe de Gobierno del Distrito Federal (Cd. de México) y anteriormente Presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), se encuentra a la cabeza por más de 14 puntos en las encuestas de intención de voto para la Presidencia de la República, producto de un excelente desempeño de su cargo y de una clara actitud de compromiso con la población empobrecida.
La derecha tradicional representada por los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI) así como los organismos patronales, ha tomado conciencia del riesgo que para sus privilegios representa el triunfo electoral de la izquierda con AMLO a la cabeza, y desde hace más de un año se han empeñado en destruirlo antes de que se presente a la elección, mediante las más truculentas maquinaciones de la tradicional plomería política mexicana, afortunadamente conducida por el más inepto de los plomeros, el señor Fox que, acompañado por su ambiciosa esposa, suma malevolencia y estulticia. La última cuenta del rosario de infructuosas trampas es la demanda de un propietario particular (pájaro de cuenta, por cierto) por la supuesta violación de un amparo judicial (habeas corpus) en la construcción de una vialidad para comunicar a un hospital, asunto que llevó al Procurador General de Justicia de la Nación (fiscal) a solicitar a la Cámara de Diputados federal la eliminación del fuero constitucional del Jefe de Gobierno de la capital, en términos de poder proceder penalmente en su contra y, por este medio, inhabilitarlo para participar en la contienda electoral del 2006. Finalmente el pasado 7 de abril la alianza maleve de PAN y PRI, que hacen mayoría en la Cámara, votaron por el desafuero de AMLO, en medio de las más contundentes manifestaciones de protesta popular (ese mismo día se reunieron más de trescientas cincuenta mil personas en la Plaza de la Constitución) así como de los comentarios en contra de la medida formulados por intelectuales y juristas mexicanos y del exterior.
Lo importante del caso es que para la mayoría de la gente ha quedado de manifiesto el contubernio doloso, que incluye a los medios de la televisión privada, lo que lejos de mermar la popularidad de AMLO, lo ha catapultado. Hoy la vida política en México gira en torno de López Obrador, gracias a la propaganda que hacen sus adversarios. Tal parece que la gente ya se percató del hecho de que aquellos que siempre le han engañado y perjudicado son los que encabezan el combate contra AMLO, con lo que confirman a éste como su aliado. Pero más importante será sostener e incrementar esta fuerza hasta las elecciones de julio del 2006, en medio de un proceloso mar de intrigas, trampas y afanes destructivos. La derecha apuesta al desbordamiento de la violencia para justificar la represión e imponer el voto del miedo, en su afán por configurar un bipartidismo a modo entre las derechas al estilo gringo, sin la peligrosa presencia de un candidato fuerte de la izquierda.
Andrés Manuel López Obrador contempla la nada remota posibilidad de ser llevado a prisión por el malevaje y no interpondrá recurso alguno para evitarlo, al efecto de explosionar el desprestigio generalizado de las instituciones nacionales de procuración y administración de justicia, incluso a riesgo de verse inhabilitado para la participación formal en el proceso electoral. En términos reales AMLO podrá realizar una campaña menos onerosa y, desde luego más segura, desde la cárcel dado el grave riesgo que corre su vida ante la desesperación de sus detractores (léase asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994).
En su discurso ante la manifestación popular de respaldo del pasado 7 de Abril, López Obrador anunció que competirá para ser postulado por el PRD como su candidato presidencial, así sea desde la cárcel. También ya hizo lo propio Cuauhtémoc Cárdenas para competir por cuarta ocasión. Ambos son excelentes cartas para la izquierda y postulan un muy parecido proyecto alternativo de nación; la única diferencia estriba en que AMLO es el que ofrece una expectativa real de triunfo electoral. Todo indica que, en cualquier circunstancia, el PRD y la izquierda mexicana presentarán un frente amplio unido, con un proyecto de centro-izquierda, nacionalista y de marcada prioridad en la recuperación de la capacidad de desarrollo con fundamento en las fuerzas internas y en la solidaridad latinoamericana.
Ahora sí, se juntó el hambre con las ganas de comer. Seguiremos informando.
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